Nos construimos bellas fachadas.
Jardines para estar solos.
Muros altos.
Torres espingardas.
Que nos protejan y aíslen del ruido, del mundo.
De los peligros de los hombres.
De los hombres peligrosos.
Pero no solo el enemigo esta fuera.
También hay enemigos en el interior.
Los enemigos del alma.
Enemigos en la corte de amigos.
Enemigos con llave de las más intimas cámaras.
Y nos encerramos en las habitaciones de la desazón.
Y nos alimenta el amigo del desanimo.
Solos en la fortaleza de ausencias.
Con la fortaleza ausente.
En la inexpugnable torre somos vulnerables.
Nos impregnamos de palabras de menoscabo.
Servidas con la caricia y el te quiero.
El lo hago por tu bien.
Te digo lo que nadie te diría.
Complejos que se sirven entre terciopelos y halagos.
Halagos de ser miserable que se sienta en tu mesa y entra en tu cama.
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