Abrió su corazón como una granada repleta de rubíes.
Y lo colocó en sus manos.
Rindió su sangre roja al compás de sus latidos.
Y en la entrega proyectó que ya solo eran uno.
Erro en la generosa ofrenda, pues el en las manos de ella nada puso.
Y solo reprochó tras el acto de bondad tan abnegada.
Pidió más, pidió mover el pasado, renglones inamovibles escritos cuando el no estaba.
Paginas estancas donde el no era personaje.
Y recriminó su nula presencia y las vivencias sin el vividas.
Airado por la imposible exigencia la aparto brutalmente.
Y le corazón abierto en canal quedo suspendido segundos en el aire.
Y latió fiero en el vértigo de la caída.
No había ya manos que lo asieran.
Solo la soledad del viento que silbaba en el desfiladero de sollozos.
Se hizo añicos en el suelo se esparcieron los cálidos rubíes en el frió pavimento de zahorra.
Fue un adiós de menosprecios.
Fue una torturadora partida.
Fue una falta de sincronía remediada por el amado con muy poca clase y elegancia.
Fue la gota que precipito la furia del pantano.
Fue la última gota roja la que desangro a la maltrecha granada.