jueves, 30 de enero de 2020

Jorko


Máximo Jorko, sabía que la vida es perseguir un tren, caminar por los raíles buscándolo, pero teniendo muy claro, que en una bifurcación, a ciegas, hay que elegir.
Jorko, como lo apodaron en la cárcel, había seguido muchos caminos de hierro que no tenían salida.
Se formó en las calles, en el deambular constante buscando un norte que le era esquivo.
Todo le había pasado a él. Él, iba atrayendo que le pasara de todo, era el pararrayos de las mil tormentas.
Había que reconocer que, Máximo, tenía habilidades, múltiples destrezas. Abandonaba empresas por el mero hecho de que no lo hacían feliz.
Su carácter locuaz lo hacía atractivo, seductor y le granjeaba la posibilidad de mimetizarse con múltiples entornos y extracciones sociales.
Así terminó en la cárcel , cuando trabajaba en la Sala Strada, de ventrílocuo, con su espectaculo "Máximo y los Máximinos". Le culparon a él, de la muerte de Didi Albamar, una bella corista que estaba relacionada con Marcos Velarde, un conseguidor de la noche. Cuando Max, sólo había encontrado el cadáver, por esa razón sus huellas estaban en el arma y en la escena del crimen.
Tres años pasó encerrado por algo que el no había cometido, hasta que un rival, declaró que fue Velarde, quien asesinó a Albamar, por celos y alguna que otra cuenta pendiente. Autissier, aportó pruebas que incriminaban a Velarde y así es cómo pudo salir del presidio, por un ajuste de cuentas entre el hampa de la noche de Madrid.
Allí fue donde un checo que compartia celda con él, le puso el mote de Horko, que significa calor, y de la H a la J, sólo hubo un vulgar paso. Máximo Obdulio Rolander Cava, se sintio identificado con aquel apelativo y lo adoptó como sobrenombre para el resto de su vida.



Didier


Era un hombre curtido, nacido en una barraca pesquera en el Golfo de Guacanayabo.

La riqueza de las aguas les permitió sobrevivir. Edelmira y Javier, se casaron pronto, y tuvieron una gran prole, ocho hijos, cinco varones y tres hembras. Todo iba, hasta que, el 8 de noviembre de 1932, llegó aquel maldito huracán, y arrasó con todo lo trazado, e impuso el caos.
Edelmira, quedó sola, con el pequeño Didier. Nadie más de la familia sobrevivió a aquella desolación.
A pesar de la tristeza, había que seguir adelante, ellos no eran los únicos que habían padecido el desastre, el mar había destrozado todas las vidas y las casas de la costa.
Didier, se convirtió en un niño de salitre, tuvo que buscar sustento en las aguas, en los muelles del puerto de Santa Cruz del Sur.
Las ayudas del gobierno fueron escasas, y la mayoría de las promesas cayeron rápido en el olvido.
Didier, se cansó pronto de malvivir, y dejó a su madre, que ya se había ennoviado con Perpetuo Leto, que también había enviudado con el huracán.
Sólo año y medio había pasado del desastre, y el muchacho, ya era un dorado mulato que tenía muchas aspiraciones.
En las revoluciones el dinero, cambia de manos, pero no se reparte y si algo se reparte es la miseria. Él, sabía que si se quedaba allí, en la provincia de Camagüey, su futuro estaba escrito, mar o caña de azúcar. Por eso, con lo poco que tenía, que era nada y cavia en un atillo, cogió el tren, con el inductor de aquel viaje para buscar fortuna. Una mañana temprano de mayo de 1934, se fue, a La Habana de Fulgencio Batista, en compañía del negro Manuel.




miércoles, 29 de enero de 2020

Lola Mora


"Si yo tuviera ese dinero, también sería encantadora, y creo que mucho más."

Lola Mora, sabía que no podía morder más de lo que podía tragar, y aun así tragaba rápido y sin masticar.
Lola, nació envidiando la posición de otros, la preeminencia. Era muy duro ser hija de Petra, ser nieta del hojalatero, ser biznieta de Matías Topo. No había peor familia en Relumbres, ni en la comarca, que la parentela de La Mora.
En los pequeños cosmos, es muy difícil abstraerse a los avatares de los ancestros, se nace marcado por sus motes, por sus vicios y por sus taras. La crueldad en los grandes infiernos es infinita. Los pueblos son cubiles de despiadada maldad.
Nació un domingo de carnaval, mientras la vaca antruejos corría las calles y sus hermanos corrían delante de ella, con unos bigotillos que les habían pintado con un tapón de corcho quemado. En casa sólo estaba su madre y Margarita, la comadrona. Su padre, estaba bebiendo vino en la taberna de Pilar, como hacía siempre.
Lola, creció marcada por, la frescura de su madre, que para sacarlos adelante se las ingeniaba con el oficio más antiguo del mundo; por la inutilidad de su padre, que malgastaba el mísero jornal que ganaba de obrero con los Terencios, en el capital de los hijos del difunto boticario.
Petrita, como la llamaban en Relumbres, empezó muy pronto sirviendo en casas, y en cuanto creció un poco, se fue de interna a Madrid, allí respiró y se libró del sambenito del pueblo.
La ciudad refino a Lola, que era una muchacha espabilada, lista, que se empapaba de todo lo que veía y tenía unas ansias enormes por aprender y crecer.
La nieta del hojalatero, de casta tenía buena planta, era guapa, de color trigueño y ojos de fuego, tenía un fuerte atractivo que se vio reforzado por el aseo y el refinamiento que le dio la capital. No tardó en ser cortejada, incluso por el hijo de los señores de la casa en la que trabajaba. Algo que tuvo consecuencias negativas para ella pues perdió el trabajo, pero las buenas referencias que le dio Rutina Mendieta, le permitieron encontrar trabajo en seguida y en una casa mejor. Porque su nueva jefa, Mercedes Trespalacios, vivía sola y aunque maniática, daba poco ruido y le permita tener más tiempo para aprender, en unas clases nocturnas a las que asistía en la Parroquia del Carmen.
El sobrino de Meke, como llamaban a su señora, también se prendó de Lola, y desde que se obsesionó con ella, no había día que no visitara a su tía, para ver a su criada, sólo verla, porque la hija de Petra, estaba muy escarmentada y no quería perder a otra casa y menos esta, en la que estaba tan bien.
"Dolores de mi vida, de mi corazón, de mis entrañas, toda mía; cuanto te quiero y que poquito caso me haces....."
Así empezaba todas sus cartas, el Marquesito, que era como, para sus adentros, lo llamaba ella.

domingo, 26 de enero de 2020

Las metas erroneas


A veces, los días tristes, los ángeles los llenan de luz. Nunca está todo perdido, siempre hay un hilo de esperanza.
Las metas erróneas, las vidas trazadas, los objetivos inoculados, generan ingente desasosiego.
Él, no quería ser militar, fue una realidad que le vino impuesta.
¿En que se parece la danza a una Academia Militar? En nada, se contestaba él.
Su cuerpo, no era el de un bailarín, estaba curtido en otro tipo de pruebas. Élisée, estaba encharcado de decepción, de una frustración que ni él, se atrevía a articular.
Con extremada frecuencia, los hijos son una proyección de los padres, son una vida que les permite materializar sus frustraciones, sus inconclusas trayectorias. Es muy difícil extraerse a este tipo de manipulación, en la que tus deseos nada importan y son algo a erradicar, porque entorpecen el logro de la meta trazada desde antes de tu concepción, desde la cuna; para ti, por ellos, los seres que tienen tu patria potestad.
Era mayo, era el mes de las flores y de los colores vibrantes. Fue en ese momento cuando un rayo de luz penetro. Élisée Beaumont, estaba en el Campo de Marte, cerca de L´Ecole Militaire. Estaba entretenido en el teatro de guiñol, disfrutando de "El Sastrecillo Valiente", y fue ahí, donde reparó en que no había utilizado todo su ingenio para imponer su posición.
Tras la función se acercó a conocer a los titiriteros, a preguntarles si se podía ir con ellos de gira, entrar en aquella o en otra compañía. Ellos, sobre todo Lucien, le indicaron lo que podía hacer. Y quedó, en volverse a ver con ellos, a la misma hora y en el mismo sitio.
Aquella tarde se presentó, con un pequeño petate, dispuesto a no volver nunca más a ser títere de nadie. Lucien, se alegró al verlo de nuevo. Aquella noche de mayo, pasó la noche en la pensión con Lucien.


"La lucha"


Es muy difícil vivir en este mundo sin aceptarlo, imposible construir, tu morada en él, si estás en permanente lucha. La calidez de un hogar es directamente proporcional a la aceptación.
Abel, no llegó por casualidad a "la lucha", fue su hermano, Bruno, el que le hablo de ella, el que le dijo lo fácil que era manejar plata, comprarse unos bonitos jeans.
La primera vez fue la peor, salió con Bruno y otros dos amigos a las aceras del cine Payret, se puso un pantalón de su hermano que le quedaba bien ceñido y una camisa que definía su cuerpo joven y curtido en la agricultura, en Niquero, reuso muchas veces, hasta que se dejó elegir por un joven americano de facciones muy delicadas, era tierno y bello como él.




sábado, 25 de enero de 2020

Hilaria Berenice Alfonsa


Hilario Berenice Alfonsa, nació en Colón, en un piso alquilado en el que vivía su madre cuando era amante de Reinaldo Camargo. Nació sin padre, porque el que preño a su madre nunca la reconoció.
Hilari, como la llamaron desde chiquitita en el liceo francés, era espabilada. A pesar de ser una hija natural, en determinados círculos sociales de La Habana, no se lo tuvieron en cuenta y máxime sabiendo que su madre era una mantenida del Gobernador. Toda la vida su madre fue la otra, pero gracias a eso, no le faltó de nada, y para montar su castillito en el Vedado, ser quien era, le abrió muchas puertas.
Hilaria, tuvo complicado extraerse a lo que había mamado en casa, su madre era una puta a la que retiró Don Reinaldo, la retiró por una mezcla de afecto y pena, porque se compadeció de ella y de verla trabajando hasta estando preñada. El Gobernador Camargo, fue quien le alquiló la casa, y le pasaba para la manutención, claro está, a cambio de favores sexuales; pero Rei, como lo llamaba Asunta, no era muy exigente, era de disparo rápido.

viernes, 24 de enero de 2020

Lycisca


Mesalina, jamás tuvo la pretensión de ostentar aquel estatus, de exhibir aquel título o baldón.
La Mesalina Criolla, como era llamada en San Isidro, en la noche de La Habana, en el burdel de las Antillas, jamás quiso asumir aquel epíteto como algo propio, aunque ese epíteto la definiera sobre manera.
Lola, era una proxeneta venida de San Carlos y San Severino de Matanzas, que arribó al barrio de la degeneración, tras quemar su vida de puta en el barrio de La Marina y Pueblo Nuevo de su ciudad natal, y tras entrar en la vejez busco fortuna regentando un burdel.
Lejos quedaban los tiempos en los que entró de "pupila", bajo la despótica Sonsoles, La Tuerta, su "Ama de Casa", tiránica matrona, que exprimió su candidez y su insaciable lujuria, así como sus dotes para los picantones bailes. Claro que Lola, tambien llamada Lycisca, mujer loba, se emancipó pronto, porque harta de las humillaciones de La Tuerta, la eveneneno, untándole el ojo de cristal con cianuro, cuando se lo quitaba por las noches y lo ponía en un platito de porcelana que tenía en su tocador.
Lycisca, pasó unos días en el hospital de mujeres de San Nicolás, que era como una prisión, porque ella fue la principal sospechosa del envenenatiento de Sonsoles Requejo. Ella era la más aventajada de sus pupilas y la única con un carácter airado y levantisco. Pero ante la falta de pruebas concluyentes y que podía haberla envenenado cualquiera que conociera sus rutinas para con su ojo de cristal, que lo lubricaba metiéndoselo en la boca, antes de colocárselo en su vacía y reseca cuenca ocular.
Lola, se prostituyó por dinero, para salir de la miseria, y huyendo del futuro de sus padres que trabajaban de sol a sol en el ingenio azucarero de los Buendía-Valparaíso. No le resultó complicado asumir el manoseo y el fornicio como modo de vida, porque ella era de natural libidinoso, era ninfómana, ya de bien chica, en la hacienda, se revolcaba con negros pingones que le sacaban tres o cuatro cabezas, hasta que se quedó preñada y se escapó de casa para entregar al mulato que parió, en el Hospicio de las Clarisas. Una cosa llevó a la otra, y así terminó bajo las órdenes de La Tuerta.
Tras salir de la reclusión, Lola, se trasladó a ejercer su oficio a Pueblo Nuevo, a una casa que le alquiló el nieto vicioso de Doña Rita Sotolongo, al lado de la recién edificada Iglesia de San Juan Bautista. Allí, fue ella, a pesar de su juventud, la que tomó bajo su cargo a varias pupilas, demostrando sus dotes para explotar un bayú.
Las normas del Reglamento Especial de Higiene, eran muy estrictas en Matanzas, con ese reglamento se calificaba a las putas para tributar, ella era una puta de primera y sus tres pupilas, una era de segunda y las otras dos de cuarta. Lycisca, como la seguían llamando los habituales, con el asesoramiento de un medio chulo que se busco, compró y reformó la casa del Sotolongo, y puso más cuartos para el fornicio, y se trajo a su madre, de la explotación de caña de azúcar de los Buendía-Valparaíso, que para entonces ya se había quedado viuda,
Vivió unos años buenos, de calma, mientras ahorraba para retirarse, a pesar de que que el chulo le salió rana y la estafó en el primer intento de trasladar el negocio a San Isidro.
A Mesalina, le aguanto la belleza hasta los treinta y siete, aunque ella se siguió prostituyendo unos diez años más, pero no con las mismas tarifas de su época de tierno dulzor.
La muerte de su madre y contraer sífilis, fueron los detonantes para mudarse a La Habana, donde ella ya había comprado la planta principal de una casa en la Calle Picota. El tratamiento con bismuto y arsénico y ungüentos mercuriales, era algo que sólo le podían dar en la Clínica del Doctor Yarini en la capital.
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miércoles, 22 de enero de 2020

Manfred Johnson de Basterrechea y Villiers


Tierna arcilla eran los niños en sus manos, tierno barro que él, modelaba con malicia, con sádica perversión.
En el internado, él, era el director, bajo sus órdenes estaba todo. Era suspicaz, muy inteligente, con una gran capacidad para influir y manipular.
Era maravilloso tener a su merced aquellos muchachos huérfanos, sin vínculos familiares o con muy pocos vínculos.
Manfred, era ególatra, despiadado, un depredador nato, y en el internado tenía todo tipo de carne de cañón.
Nadie podía imaginar el doble juego de aquel ser de apariencia angelical, alto y apolíneo. Él, no era sólo el director de aquel hospicio, sus negocios se extendían en el mundo de la noche y las depravaciones inherentes a aquella Gomorra de las Antillas.
El Hospicio de San Isidro Labrador, estaba enclavado en el barrio del mismo nombre, en el barrio de prostitución preferente de la vieja ciudad.
Había que vivir de las mujeres y nunca morir por ellas, solía decirle con la puerta cerrada, en el despacho, Pepito.
Pepito, era su escudero, fuera, en el barrio peor afamado de la ciudad, era el que ejecutaba sus órdenes y le controlaba a las prendas, o a los muchachos en los reservadísimos cuartos del hostal de la Caridad.
Manfred, era hijo de la sacarocracia habanera venida a menos, que no podía ya permitirse vivir del cuento y por eso entró a dirigir el orfelinato de San Isidro. Lejos quedaba la vida regalada de sus padres y de su infancia, el palacete en el Paseo del Prado y los estudios en Estados Unidos.
En San Isidro, el barrio del sexo rentado como lo conocían en toda La Habana, no le resultó nada difícil contactar con el hampa, y hacer dinero fácil y liderar estas juntamentas. Manfred Johnson de Basterrechea y Villiers, tenía el don de unir con clase las palabras, de hablar en un tono bajo y lineal, con pocos aspavientos, se notaba que había viajado y dominaba el inglés, todo esto hacía de él, un guayabito, un conquistador, con capacidad para rendir por igual a hombres y a mujeres. Su vida, como le dijo Lola, la negra que lo crió, estaba gobernada por Changó, uno de los orishas del panteón Yoruba, señor de la virilidad y del fuego; dueño de los tambores de Batá; que representan el gozo de vivir, la belleza masculina, la pasión, la inteligencia, la riqueza.
Él, desde el internado, era el guardador de uno de los mejores rebaños de putas del barrio, las prostituía en todo tipo de locales y las mandaba también a hoteles, en el Saratoga, él, era el único suministrador. Y a los niñitos exquisitamente seleccionados y aleccionados, los mandaba por la tarde al Hostal La Caridad, entraban de modo muy discreto, por un callejón que había en la Calle Damas, detrás de la Iglesia de La Merced.
Después de la primera intervención americana, Cuba ya no era lo mismo, se suprimieron los toros, hasta se prohibió la lotería, con las peleas de gallos no se atrevieron, pero el vicio continuaba igual de pujante, y se abrían nuevos hoteles y salas, y los gringos venían a los casinos, a disfrutar de las francachelas nocturnas que ofertaba La Habana.
El bullicio de putas exoticas, preferentemente francesas, aunque en realidad no todas lo eran, y fueran belgas, alemana, italianas o austriacas; trajo la guerra por el control del mercado; y esas disputas, una mañana, se materializaron en un disparo al fiel Pepito, un disparo desde un balcón, en el que no se encontró a nadie. Pepe, iba al Palais Royal, a la Calle Obispo, a hacer compras, de esas que la revolución terminó llamando burguesas, acompañado por Paula Morales, pretendían compran caprichitos. para que lucieran ardientes y bien lindas las de Francia, las de los usos libertinos, las del sexo oral y anal, las de las posturas contorsionistas, las más codiciadas. El tiro le rozó la sien, le hirió. pero sin graves consecuencias. Fue un aviso que obligaba a extremar las precauciones.
Manfred, se sintió muy contrariado con este conflicto, con esta colisión de intereses, que se podía haber saldado con la pérdida de su queridísimo Pepito, de su incondicional y fervoroso servidor, de su más leal compañero.
No era fácil encontrar alguien que te profesara esa devoción, alguien a quien también profesar aquella camaradería que existía entre los dos, entre el refinado Johnson de Basterrechea y el bellísimo rudo, pero tierno Pepe Villaverde. Se conocieron en los tiempos mozos en los que Manfred, aún iba al colegio San Melitón, no eran compañeros, José, era de ascendencia social más baja, su madre llamada, La Vizcaína, era cocinera en casa de los Torre de Lima y le tocaba a Pepito, llevar el bocadillo a la hora del recreo a los señoritos de su madre. Su amistad, se afianzó un dia en El Cosmopolita, cuando un amigo conservador y de elitista familia, Alonsito Morales de Cepeda, se metió con el muchacho, con su Pepito, y Manfred, le despachó un puñetazo que le aflojo varios dientes. Desde entonces su unión se hizo inquebrantable, unión que venía desde cuando jugaba con él, en la cocina, en las aburridas visitas a sus parientes los Torres de Lima.
Villaverde se salvó, sólo le quedó la marca del rasguño, pero la herida en el honor de Manfred, nunca cicatrizo y le obligó a poner un escolta a Pepe, alguien que guardara sus espaldas en las noches de bayú de San Isidro.
 A pesar de ser de una familia de linaje católico, por extrañas razones Manfred, se inició en la Sociedad Secreta Abakuá, muy probable seria por el influjo de Lola, la negra de Matanzas, que llegó a la capital desde el ingenio de los Villiers, para servir a Leandra, cuando esta se casó con el Johnson de Basterrechea. Para ser hombre, no hay que ser Abakúa, pero para ser Abakúa, hay que ser hombre; esta secta, originariamente sólo admitía varones negros, pero desde 1863 y en Guanabacoa, por obra de Andrés Petit, se empiezan a incorporar blancos y mulatos en un plante llamado Akanarán Efor. su iniciación ñañiga confirió a Manfred, una gran versatilidad de movimientos en los submundos de la isla, así como la capacidad de penetrar en esferas sociales vetadas a un blanquito católico de clase alta. Podía, y lo hacía, relacionarse con lo más alto y lo más bajo y conociendo todas sus miserias. las podía explotarlas en sus negocios de juntamentas con hembras placenteras.
Tras el intento de destronarlo, el Johson de Basterrechea, desplegó todo su maquiavelismo, para proteger lo que era suyo, sus fulanas y sus pisos de citas, sus colegialas y las putas viejas que trabajaban para él, de matronas, su más que rentable Hostal La Caridad y su influencia en el Saratoga, en el Tokyo,en el Hotel Sevilla. Ser el Rey, conllevaba estar expuesto a conspiraciones.
No le costó averiguar el apache, el chulo francés, que estaba detrás del ataque a Pepe, averiguarlo y marcarlo, para con la requerida calma tenderle una trampa y cobrarse con intereses la osadía.
Todas las mañanas, discretamente y en el bar de siempre, desayunaba con su Pepito, en la esquina con Compostela, cerca de la fonda donde se hospedaba el fiel. Allí en un velador esquinado, los dos trataban de sus asuntos, con un café y un coñac, de la demanda de putas por la construcción del canal. Y tramaban cómo iban a pasear el cebo de Rachel, "La Rosa de Francia" la más bella mujer que paseó tacones por las estrechas calles del barrio.




martes, 21 de enero de 2020

Cloe Alexia Berrueco de Menocal


Los Berrueco de Menocal, no llegaron a su estado actual porque si. El serpentín de sus enlaces, fue el que destiló una casta de rarezas sin par y unos vicios sin parangón entre los de su estatus.
Cloe Alexia Berrueco de Menocal, nació en San Cristobal de la Habana, nació en la urbe cosmopolita que la Habana era entonces. Conoció y disfrutó de la urbe bulliciosa, y padeció tras la revolución la miseria de haber apostado por seguir viviendo allí.
Cloe, podía haber optado por marcharse, pero decidió no abandonar su casa del Vedado, hacía mucho tiempo que el palacete del centro lo habían convertido en un hotel.
No se puede desdorar a las esposas porque uno sabe muy bien la influencia que tienen. Cloe, permaneció en Cuba, porque estaba ennoviada con un gerifalte de la revolución. Las clases no las borran ni las más aspavientiosas revueltas. La lujosa mansión de los Menocal, fue de las pocas que permaneció intacta en el barrio, Toribio de Nobalina, se aseguro de que nadie saqueara la casa de su querida.

lunes, 20 de enero de 2020

Tal vez fracase


"Tal vez fracase, pero será fructífero el fracaso."
Sembrar no lleva aparejado recoger frutos y hay frutos que recogemos y que ni siquiera los hemos sembrado.
Esa era la peor parte de su tesón, encajar las derrotas, revertir el resultado y argumentar una estrategia de satisfacción, tras el traspié. El carro de la fortuna, es así de caprichoso, unas veces brinda éxitos y otras veces estrepitosas claudicaciones, porque, lo que es perder, nunca está nada totalmente perdido, si uno decide seguir insistiendo.
El celibato, es una opción de vida, que evita la dispersión, pero a la vez elimina el primer estímulo del hombre, legar y perpetuar su estirpe. Soltero, uno se entretiene en otras cosas, concentra sus fuerzas en metas menos terrenas, uno puede divagar y ser abogado de pleitos pobres.
Las causas nobles de Eliseo, hubieran sido impensables, si hubiese estado casado.
Nadie le respondía, nadie le menguaba, a nadie se debía, y debido a todo eso, a lo que le placia se entregaba.
El fracaso sólo es soportable, si a tu lado no hay quien constantemente, con él, te machaca.
Es agotador ser fuerte, y ser justo, lo es más aún, si pierdes empresas. Eliseo, soportaba su cruzada contra lo injusto, gracias a su soledad y autosuficiencia.
Vida ascética y frugal, de metas muy altas y nada entendidas por la masa ingente de indolentes y expectantes.
Así, sus días se fueron tornando huraños, su pasión por la justicia le fue alejando del mundo y fue de este modo, alejándose del objeto de sus causas, el pueblo.
Sus cavilaciones, no eran nada entendidas, y rodeadas de tantos traspiés y zancadillas por parte de sus adversarios, que su imagen se volvió estrafalaria y para el grueso de los rústicos, incluso cómica.
Eliseo, cayó en desgracia, como tantas almas buenas, que de batallar se aíslan, porque nadie entiende sus abnegadas causas.
El pequeño David, se fue empequeñeciendo, no en empeño, sino en fama, y sus metas se fueron alambicando con tanta derrota, y Goliat, venció a su tesón y convenció al vulgo, que aún sometido por despotismo, adulaba a su opresor, y se reía del visionario, que malgastó sus días peleando la incomprendida verdad.




domingo, 19 de enero de 2020

Mengua mi reino


Mi ignorancia crece y mengua mi reino, los años me vacían de fuerzas, me postran ante el ventanal, ya nada me pertenece, el futuro es de otros, y en mis manos sólo hay pereza y silencio.
En los espejos me veo marchito, en perenne invierno, las manos frías y el corazón muy tierno.
Soy Melquiades, y estoy escribiendo mi testamento.
Me quedan meses, quizás días, a lo mejor horas. No quiero que nadie me atienda, que nadie sepa de mi decrepitud, que nadie se regodee en mi desvalimiento.
Llevo ya dos años encerrado en casa, desde que fui consciente de que soy futilidad. Mi tiempo hace mucho que pasó, no me quedan afectos, ya los he enterrado a todos. Hace dos años que enterré a mi último perro, no he querido tener ninguno más, no soporto la idea de dejarlo huérfano.
Mi único contacto con el exterior es Pura, ella es la que me trae lo que necesito para vivir, para seguir esperando que se apague mi luz. Me he negado a ir a un asilo, no quiero ser espectador de la decrepitud de unos extraños, si la muerte me tiene que llegar, quiero que venga a mi casa, aquí la estoy esperando, no siento miedo, es la vida, el paso lógico.
No solemos pensar que llegaremos a viejos, y menos aún que los viejos no gustan a nadie, y si alguien te atiende, te atiende por dinero. Yo no tengo dinero, vivo al día, vivo con muy poco, y lo único que tengo es pasado y me he dado cuenta que eso a nadie ya le importa.
Fui, ya siempre hablo en pretérito, pintor, escritor, divertido, audaz, visionario, ya de eso, sólo soy recuerdos. Vivo días iguales, me caliento quemando papeles, borrando que he existido. Hace ya mucho que decidí hacer desaparecer de la casa todo lo de valor, mis colecciones están escondidas, nadie sabe dónde las he guardado, creo que nunca las encontrarán, quizás sí, pero para eso tendrán que derribar la casa.
Cuando muera, quisiera que me enterraran con mis padres, pero eso es imposible, porque ante el miedo a que profanaran, en el futuro, sus tumbas, los escondí también, sus restos y los de todos mis afectos, nadie sabe dónde, por eso es imposible que me puedan sepultar allí. He intentado poner a salvo, de las manos de los viles, todo lo que quiero, pero siento que yo no descansaré así, lo he salvado todo y por salvarlo todo, me he condenado.
Lo he pensado mejor, y voy a quemar esta carta, no quiero que nadie sepa nada de mi.

sábado, 18 de enero de 2020

El Mundo


Llovía, la humedad lo impregnaba todo, la niebla acortaba el mundo y la frialdad generaba angustia.
Sobre la mesa de su escritorio, acurrucado entre unos libros, dormía Ambrosio, su gato, un felino atigrado de color naranja.
Todo era paz, carcelaria paz, con la banda sonora de las gotas de agua de los canalones.
En su matinal tirada de cartas, había salido el mundo, y a su lado el ermitaño. La carta, le indicaba que tenía que cosechar lo sembrado, pero con la sensatez que da conocerse, estar solo y pensar en soledad, sin el murmullo de los interesados afectos, sin la distracción de los pedigüeños.
Ambrosio, se desperezó, y miméticamente también lo hizo él. Esa era su misión en este pequeño mundo, colmar de halagos a sus animales, consentirlos, por la fidelidad que ellos mostraban por él.
Echó una tercera carta y salió el mago, su creatividad, ese talento que le había hecho aislarse, ensimismarse en aquella casa recóndita, rodeado de los que jamás osarían contradecirle, sus animales.
En todo el largo día no se levantó la niebla, cayó la noche y no había salido ni a la puerta de casa.
En los días tristes, la creatividad es más álgida, el frío nos empuja a calentarnos con el ingenio.
Era normal en él, desordenar las ingestas, no prestar demasiada atención al tiempo. Sus animales no le imponían ningún horario, tenían sus mismas descriteriadas rutinas.
Mientras escribía, en sus piernas estaba Tirma, la consentida, la favorita, dormida, mientras él relataba vidas que nunca hubiera vivido, relataba pasiones que jamás, él, iba a sentir.
Fuera había llovido, pero en sus novelas, de enormes horizontes, brillaba el sol.

viernes, 17 de enero de 2020

Ingeniería Social



I
ngeniería Social.
Hitler, siempre le decía a sus enemigos algo que helaba la sangre:
“Tú no piensas como yo, pero tus hijos ya me pertenecen”.
No le faltaba razón.
Estos niños, fueron las únicas personas, la única generación, que el nazismo pudo modelar completamente.
Eran más nazis, que los propios nazis.
Mata a su Dios.
Aniquila su moral.
Y los habrás doblegado a todos ellos.
"Los hijos no son vuestros"
Adoctrinamiento.

Prisca


La felicidad no necesita de compañía, hay mucho infeliz acompañado.
Siempre soporto la frasecita:
- Que pena que te has quedado soltera.
Nunca sintió placer en la abnegación, siempre encontró placentera la montaraz altanería.
Su electrificada melena ya no era nada joven, pero quería seguir emulando que lo era, el negro y artificial tinte no ayudaba, era difícil domeñar aquella pobreza, aquella raquítica cola de caballo viejo. Con demasiada frecuencia no somos conscientes de que nuestros días son un carnaval.
Su soledad era elegida, nunca se arrepintió de su autosuficiencia y su indómito temperamento.
No podía echar de menos, lo que nunca a su vida había llegado, jamás se había enamorado, jamás se sintió dominada por la química de esa pulsión. No era acomodaticia, solía chirriar y no hacia nada por no hacerlo. Era brava, libérrima, única, llamativa, impermeable al desaliento y a la crítica.
Prisca Aguilar y Ponce de León, nunca necesito la mano de nadie, el halago o el cumplido, nació cerril y murió en su elegido retiro, en su casa llena de perros, rodeada de sus rebeldes colores, vestida por el huracán de sus extraños gustos, fiel a su pelo negro, a su sombra de ojos azul y a sus labios rojos.

martes, 14 de enero de 2020

Los próximos son los primeros


Sagrario, aquella mañana no se sentía bien. Una de las ventanas de su alcoba daba al patio de su sobrina, y la llamó.
Los próximos, son los primeros, en echarnos una mano.
Lidia, la llevó a su casa y le preparo un caldo para que se templara y en la habitación pequeña que tenía al lado de la cocina, la acostó.
El interés enturbia los afectos y termina emborronando la razón y nos impele a hacer barrabasadas, y eso hizo Lidia.
Sagrario, no entro en calor y en aquel camastro murió. Y su querida sobrina, le cogió las llaves de la casa y tras llamar a otra elementa como ella, dejaron el cadáver de la tía aún caliente, registraron la habitación de la pobre mujer, hasta encontrar sus joyas, y se las robaron.
La vileza, les llevó más tiempo del previsto, y su tía estaba ya agarrotada por el rigor mortis. Comunicaron que había muerto y doblaron las campanas, y llegó el momento de meterla en el ataúd, y no podían, decidiendo entonces darle a la difunta en un baño con agua caliente, para ver si así, podían enderezarla y amortajarla, pero las piernas estaban tan rígidas y las tenía tan dobladas, que tuvieron que quebrárselas.
En el velatorio, las dos pajaras, eran las que más gimiqueaban, las que más aspavientos hacían, mientras, Serafín, el sobrino favorito, no daba con el paradero de las joyas de su tía Sagrario.
Los próximos, son los primeros, en desvalijarnos.


lunes, 13 de enero de 2020

Los números


Nació el 11 de diciembre de 1911, y fue bautizada en San Fausto el 24 de diciembre y así ungida en la fe católica, celebró su primera Navidad, sin ser consciente de nada, porque salvo los relatos familiares, de su bautizo en la Misa de Gallo, ella nada recordaba.
Anna Cynthia, nació marcada por la numerología, obsesionada por el 11, por el 22, por el 24, por la suma de los tres.
Nació un día impar, de un mes par y de un año no primo. Siempre se sintió marcada por el número 8, el dígito que marcaba su autosuficiencia, su carácter emprendedor y cerril.
Anna, aunque muy analitica, se sugestionaba con facilidad con los números y su carácter mistérico, encomendándose con frecuencia a estos, para tomar decisiones. Aunque muy consciente de que el tesón era la clave en la consecución.
El 2 de abril de 1924, conoció al que ella decidió que sería su amor, con el que ese mismo día, se propuso que se casaría un 3 de mayo de 1935, todo esto a pesar de su juventud, ella lo anotaba en su diario, que era una sucesión de sumas y restas, con las que jugaba a construir un futuro, que con el tiempo se materializó.
Se casó, con Florentino, su primo hermano, el 3/5/1935, como ella había fijado, se casó a pesar de las reticencias iniciales de toda la familia. Su querido primo y marido, numéricamente era un 9, su pareja ideal. Floren, como lo llamaba ella, nació un 5 de febrero de 1910.
Y numerologicamente hablando, todo podía ser muy perfecto, pero Anna, nunca al lado de su querido primo, alcanzó la felicidad, ni el destino, ni sus cuentas, hicieron que tuviera hijos con él.
Envejeció testaruda y sola, esperando un milagro, que nunca llego, ni en Nochebuena, ni en Navidad.



domingo, 12 de enero de 2020

Lara y los crueles renglones


Los primeros renglones de la vida, de un tierno infante, los escriben los progenitores. Son imposibles de borrar, sólo queda asumirlos y tirar para adelante.
Lara Negri, nunca asumió los primeros capítulos de su vida, su dureza, su frialdad, nunca los asumió, aunque tiró para adelante.
Lara, odiaba a sus padres, y sobremanera a su madre. Su padre sólo escribió un único renglón en su vida, abandonar a su madre antes de que ella naciera, por eso su odio era menos grave, porque nunca estuvo presente, siempre fue, un hijo de la gran puta, ausente. Pero su madre, si estuvo durante mucho tiempo allí, machacándola y haciéndola culpable del abandono de Marcel.
Lucienne Negri, era una zorra, caprichosa y voluble, que siempre consideró una carga a Lara, que siempre estaba al cuidado de alguien, olvidada en algún camerino, esperando en una barra, mientras, Lucy, actuaba, alternaba o zorreaba con sus clientes.
Lara, sabía que lo que vives te impregna desde dentro, y por mucho que te laves y te perfumes, ese aroma de sordidez nunca desaparece.
Su penar no se diluía, y se acentuaba quejumbroso con el melancólico sonido del piano del Cabaret de Néant.


Luz Divina


Somos un camposanto de pérdidas, arrastramos en nuestro interior mil mal enterrados cadáveres, el dolor habita en nosotros, como vivir y habitar este mundo es sentir dolor.
Luz Divina, jamás tuvo una noche en calma, su hipersensibilidad la abocaba a sentir un trasiego constante de espíritus en sus sueños.
Ludi, como la llamaban sus afectos, los afectos carnales, porque las almas que la invadían, no la llamaban, la moraban sin permiso y sin reparar en los estragos que en ella provocaban.
El descanso en Luz Divina, era algo complicado, casi imposible, porque los muertos reclaman mucha más atención que los vivos, eran más absorbentes, porque sus problemas y cuentas pendientes ya no dependían de ellos, estaban en manos de los vivos y sin la mediación de estos, serían eternas cuentas pendientes.
Luz, medio en lo que pudo, porque ni era fácil mediar, ni era fácil ser escuchada, porque los que acudían a ella, muchas veces no obtenían ningún mensaje, porque quizás sus muertos nada tenían pendiente y los muertos con cuentas pendientes, tenían familiares que nada querían ya saber de ellos y menos aún solucionar sus asuntos o malas decisiones.
Y Ludi, en medio de esta guerra entre dos incomunicados mundos, que la habían elegido a ella como canal, sufría la corriente perenne de reclamaciones nocturnas.
La falta de descanso y sobre todo la falta de respeto de los muertos para con ella, pues no respetaban que ella necesitaba, para serles util, descansar, derivó en unas jaquecas constantes, en un fisico demacrado, por aquella verbena de urgencias de última hora, que casi nunca estaba en su mano complacer y arreglar.
Luz Divina, odiaba las noches, odiaba el sueño y demoraba rendirse a él, tomando café, para prolongar al extremo sus vigilias y no ser pasto de aquella turba insensata de espíritus, que ni siquiera guardaba turno. a la hora de interpelarla e importunarla en sueños.
Ludi, para atenuar la atronadora multitud de sus sueños, había probado todo tipo de narcóticos, que la aturdieran y sumieran en un muy profundo sopor, inaccesible a los muertos y a sus reclamaciones, pero ninguno era realmente eficaz y despertar del sueño de estos somníferos era de todo menos fácil. Su pelea con el descanso la acompañó toda la vida, hasta que cansada de malvivir, decidió ingresar en la multitud que poblaba sus sueños, arrojándose una fría mañana de enero, a las vías del tren.


sábado, 11 de enero de 2020

Mateo Benito Juan de Nepomuceno


Coleccionar es un vicio casi inofensivo, pero sólo casi, porque suele arribar en la obsesión y uno es capaz de sacrificarlo todo en aras de la colección.
Ana María era la criada perfecta, la criada interesadamente fiel. Jamás traicionaría a su señor, porque esperaba mucho de él.
Mateo Benito Juan de Nepomuceno Antón Rodriguez de Berrueco y Lizaur de Lugo, era un convulsivo comprador de belleza, un raro, un ser solitario que vivía para y por sus colecciones.
Mateo, tuvo la suerte de nacer en una familia de posibles, que le permitió estudiar y viajar, y partir en la construcción de su porvenir, de una posición ventajosa. Como no podía ser menos, con el nombre que tenía y con su palmaria obsesión, pronto empezó a frecuentar anticuarios, y desde muy pequeño coleccionó sellos, monedas, abrecartas, pisapapeles, rosarios, misales, devocionarios, porcelana, puntas de flecha, fósiles........... De lo pequeño, fue pasando a lo grande, y de lo más convencional, a la extrema rareza. Al morir su madre y heredar el patrimonio de los Lizaur de Lugo, los yacimientos de antracita, la mina de Cerrejón, de donde provenía el grueso de la riqueza de la familia, su trastorno se vió exponencialmente multiplicado.
Mateo, hacía años que había abierto un anticuario en Santa Marta, con el único objetivo de seguir comprando y vender para volver a comprar. Pasar a ser propietario de la mina y de los fondos de su madre, elevó el listón de sus anhelos, porque ahora tenía muchos más posibles.
Ana María, era la que controlaba la casa y la alimentación frugal de Mateo, que sólo vivía para atesorar. La fiel criada, que llevaba muchos años sirviendo en exclusiva al señorito, era sabedora de su preeminencia y de como su abnegado compromiso tenia sus frutos, sin ir más lejos su hijo estudiaba a costa del Rodríguez de Berrueco en el Seminario de San juan Nepomuceno, estudiaba allí y con muchas posibilidades de terminar siendo obispo, porque el peso de los Lizaur, en Santa Marta, era muy grande.
Ana María, cuando entró al servicio de Mateo, estaba embarazada, iba a ser madre soltera, porque el desgraciado que la preño, no quería saber nada de ella, y la madre del señorito, que era para quien en ese momento servía, la quería largar a la calle, pero Mateo le dió amparo y fue en ese momento en el que se estableció en vinculo de fidelidad. Mateo, además de coleccionista, tenía una gran afinidad con los desvalidos, sobre todo con los animales con poca fortuna, a los que solía adoptar y recoger. Esos eran sus fieles afectos, sus perros y sus gatos, ellos vivían como él, rodeados de antigüedades y belleza, y cuidados por la fiel Ana María.
Sentir como la muerte te pisa los talones, como el fin de tus días, con demasiada frecuencia supone el fin de tus obras, la dispersión de tus tesoros, el olvido de tu proeza. Él, no había penado tanto, para que su ingente y poco apreciado legado, se dispersara. Dias y dias de busqueda y una ingente fortuna dilapidada. en aquella quinta abarrotada de curiosidades, muchas sin desembalar, sin que tras llegar allí, les hubiera vuelto a dar la luz.
La Quinta de San Pedro Alejandrino, era un laberinto, un bello caos, en el que los cuadros atestaban las habitaciones, Santos, Reyes, Duquesas, paisajes, exvotos. Los muebles coloniales y franceses estaban repletos de lozas y porcelanas, de platería y bronces, de tallas crisoelefantinas de Chiparus, una de las debilidades de Mateo, Demetre Haralamb Chiparus y sus esculturas Art Decó.
La vejez, le forzó a atar el futuro de su proeza, no podía caer en manos de los cafres incultos de sus sobrinos, ni tampoco en manos de Ana María o su hijo, el Obispo, que aunque instruido, no sentía el más mínimo interés por el arte. Era urgente encontrar un continuador, un digno discípulo, que cuidara y acrecentara el legado, que sintiera su misma y desmedida pasión.

Dimas Becerra Lemos-Martín


Dimas, nunca comprendió que las historias tienen un principio y un final, que alargar lo que ya no existe, es una batalla unipersonal, una coreografía sin partner. Una hastiante guerra que agota a propios y a extraños.
Elvira, nunca lo quiso, durante un tiempo cedió a sus pretensiones por aburrimiento, pero rápido constató que aquella cesión, era una condena que no estaba dispuesta a tolerar. Pero Dimas, jamás asumió aquella derrota, e hizo de recuperarla el leitmotiv de su cansina vida.
Quien no nos quiere querer, nunca nos querrá, era la frase que más tenía que aguantar, pero inaccesible al desaliento, en pesado de Dimas, seguía erre que erre, a ver si podía a Elvira, recuperar.
Con tanta matraca, lo fue perdiendo todo, amigos y vínculos familiares, hasta su más incondicional afecto, su madre, le dijo, que a su casa no volviera hasta que se quitara esa fijación de la cabeza.
Se quedó solo, pero con el norte de Elvira, que era su faro y la razón para vivir día tras día.
Elvira, hizo su vida, se casó, tuvo hijos, fue feliz, fue infeliz, vivio. Dimas, nunca se fijó en nadie más, no se casó, no tuvo hijos y nunca fue feliz, porque nunca alcanzó la meta de tener o conseguir a Elvira, que se había olvidado de él.
Un día de primavera, llegó una carta a casa de Elvira, una misiva de un abogado, que le comunicaba que había muerto Dimas y que ella era su heredera universal, que las últimas voluntades de Don Dimas Becerra Lemos-Martín, se leerían, en su pueblo natal, el pueblo del que nunca se movió, en una semana, y que debería estar presente para la aceptación de la herencia.
Elvira, a pesar de su avanzada edad, por curiosidad, por interés, decidió ir a la lectura de aquel testamento que le legaba la fortuna de aquel pesado novio, que ella tuvo una vez.




jueves, 9 de enero de 2020

Rocky


Cuando la vulgaridad nos retrata, escribe con mayúsculas.
Rocky, al ser padre por segunda vez, dejó a su mujer en el paritorio y se fue de putas, a Sevilla, con el dinero que le había dado para la ocasión su suegra.
Rocky, siempre tuvo esa mediocre clase que da ser un vulgar semental de lo más rastrero.
Crescencia, la incauta que se fijó en el bombero, en el tarado que apagaba fogatas en la entrepierna de las mozas más atávicas, carecía de talentos, a excepción del talento irreflexivo de las arremetidas.
Treinta mil pesetas le dío Benita, para que acudiera a Cáceres a festejar que había tenido una hija, Y Rocky, agarró la pasta y puso rumbo al sur, a desfogarse con alguna pelandrusca.
Como todos los cerdos, volvió con el rabo entre las patas, y Crescencia, lo perdono. Cándida e ingenua mujer, que volvió a pensar que el semental le iba a ser fiel, que sus embestidas las iba a reservar sólo para ella.



Carla Lombardi


Carla Lombardi, era una analfabeta, era una inculta, cresta de una ola que hacía ya mucho tiempo que se había evaporado.
Así solía decir ella, cuando alguien le entregaba algo que leer:
- Estos papeles ingratos, cuantos dolores de cabeza me dan.
La lozanía se puede permitir ser vulgar, pero ser vulgar en la ancianidad, no tiene perdón de Dios.
En Carla, se disipó rápido la frescura, su alambicada perversión borró pronto de su rostro la candidez.
Carla, era una vulgar Lolita, una repintada muchachita, que no titubeaba a la hora de comprometer a hombres de la edad de su padre y más.
Carla, nació en La Pencona, hija de una mujer de mala vida, que no llegó a querer, ni a conocer bien, Tampoco Cipri, llegó a atisbar  el desparpajo de su niñita.
Cipriana, La Torrezna, como la llamaban en el barrio pesquero, nada bueno inculcó a La Lombardi. Que era una putita con las artes de su madre, con las que llegó muy lejos, eso sí, sin aprender a leer en ningún momento.
Y paradojas del destino, ella que se había reído de todo y de todos, probó su propia medicina por culpa de los ingratos papeles, como ella los solía llamar.
Ella toda su vida se sirvió de su carnosa voluptuosidad, para apresar incautos a los que desplumar. Y en la vejez, cuando más lo necesitaba, ella, fue presa de un engaño que la desplumo, por lo ingrato y contraproducente que es no saber leer.


martes, 7 de enero de 2020

Pruebas falsas


Tristemente es muy fácil mentir, confabularse y acusar en vano, orquestar pruebas falsas, difamar.
Enrique, no era de temperamento violento, era de carácter sosegado, y si de algo pecaba, era de ser un poco parado, bobalicón. Jamás había levantado la mano a nadie, aunque si se la habían levantado a él.
Con excesiva frecuencia el inocente carga con la culpa de las artimañas del baladrón.
Enrique, era el favorito de su tío Julián, era su predilecto, porque en él, no había doblez, como si la había en sus otros tres sobrinos. Julián, sabía que el afecto del muchacho era noble, por eso había tomado la decisión de variar su testamento y nombrarlo heredero universal.
Enrique, era el único que tenía la mirada de Graciela, la mirada de la madre de Julián. Eso y su bonhomía, le hacían el candidato ideal, para dejar a su cargo el legado, y ponerse en sus manos en la vejez. Era el único, de los cuatro hermanos, que no salía a la arpía de su madre y a su desmedida ambición.
Julián, sabía muy bien lo manipuladora que era su cuñada. Él, fue blanco de sus intereses, de sus estrategias, lo que ocurre es que no sucumbio a sus tretas, a sus encantos, por eso la calculadora Sara, varió su objetivo y se centró en su hermano Ismael.
Ni tiempo tuvo Julián, de ir al notario, tres días más tarde de haberse propuesto esa modificación en sus últimas voluntades, apareció muerto en su casa de la calle Víctor Berjano.
A pesar de que no tenía lógica, que el asesino fuera Enrique, fue él, el detenido, el señalado, el acusado, el encarcelado.
Fueron sus tres hermanos y su madre, los que lo señalaron, los que testificaron para culparlo.
Fueron ellos, los que por envidias, urdieron todo y no movieron un dedo para deshacer la patraña, que les hacía heredar a todos, menos a él, que pararía muchos años en la cárcel.
La cárcel, fue muy dura, la traición de su propia madre y el juego vomitivo que ella había urdido, lo estaba haciendo todo por el bien de sus tres hijos, los favoritos, era algo que él, no iba nunca a perdonar.
Trece años, llevaba en la cárcel, cuando le comunicaron que su madre había muerto y que en una nota ológrafa, se hacía responsable del asesinato del hermano de su marido, y que se justificaba en la carta, diciendo que discutió con él, porque iba a agraviar a tres de sus hijos y que no lo podía tolerar. Todo lo demás fue sacrificar al más débil, acotar daños, salvar a sus otros tres hijos, salvar la ambición de los tres vástagos cómplices, que eran un calco de la arpía de su madre, que eran como ella en carácter y mañas.
Enrique, tras esto, no salió inmediatamente de la cárcel, sus queridos hermanos pleitearon, porque decían que la nota con las últimas voluntades de su madre no era auténtica, tres años más tardó en resolverse el asunto, tres años de agónica espera, dieciséis años sin libertad por algo que no había cometido. Pero el finde este suplicio llegó, el supremo falló a su favor y se reconoció que la carta escrita en el lecho de muerte de Sara Vergara, y enviada por correo al juez que llevó el caso de la condena de Enrique, era auténtica y veraz y describía unos hechos, que sí tenían un movíl, no como la acusación a un heredero universal, que al matar al que le iba a favorecer, se quedaba sin legado y en la cárcel.
Volver al cainita lugar de su infancia, no fue nada fácil, la cárcel te curte, pero no te prepara para afrontar la vuelta a la libertad, el volver a ver a los que llevan tu sangre, a los que te giran la cabeza, a tus hermanos, esos que habían construido su posición sobre el robo, sobre el asesinato.  Volver al pueblo, que aun conociendo la verdad de los hechos, te seguía dando la espalda.
La bonhomía de Enrique, se había esfumado, se había vuelto huraño, suspicaz, receloso. El tiempo lo había atropellado, demacrado, encanecido. Su barba blanca y su delgadez le conferían un aire de profeta, de apocalíptico profeta, que buscaba hacer sonar las trompetas del juicio final.
El reconocimiento de la autenticidad de la nota de su madre, reconocía de forma implícita la voluntad de su tío, el deseo de este, de declararle heredero universal, y como había sido Sara, la que había truncado materializar esa última voluntad. con esta base argumental, Enrique, emprendió acciones legales para recuperar todo lo que era suyo, no sólo la cuarta parte, de la que al salir de la cárcel había tomado posesión.

domingo, 5 de enero de 2020

Bárbara Lawton


Ser vulgar, tambien es una meta, para algunos, es una muy conseguida y lograda meta.
"Hace falta mucho dinero para parecer así de barata." Solía decir ella, parafraseando a Dolly Parton.
Nacemos iguales, son nuestras decisiones, nuestros hábitos, nuestras filias y nuestras fobias, los que nos van transformando.
Él, se propuso ser ella, se propuso enmendar la plana a lo que en suerte le dió natura.
Ser lo que uno no es, entraña el riesgo de caer en la caricatura, y eso, le paso a Bárbara, con su empeño en llegar al extremo, y tener tanto para gastar, y gastar tanto para terminar siendo una barata parodia de una imponente mujer.
Con frecuencia menos es más, pero ella, lo quería todo al máximo, en grado superlativo.
Su sonrisa cegadora, era tan artificialmente blanca. Sus dientes tan perfectos, eran tan vulgares. Su boca era tan grande, tan infiltrada, tan horrible. Su nariz era tan ridícula, tan pequeña, tan respingona.
Los cirujanos plasticos con ella, tenían un chollo.
El talonario no suele conseguir la clase. Barbara, fue asesinando, esa atmósfera delicada que tenía cuando era un cándido niño, el misterio, la dulzura de sus facciones indefinidas. Toda su belleza el bisturí la fue borrando.
Se estiró, se implantó, se hormonó...... se quitó, se puso... hasta terminar pareciendo una seriada barby puta, creada en alguna fábrica clandestina de Taiwán.

viernes, 3 de enero de 2020

Él, se dejó hacer


La memoria es muy frágil, y sin las muletas de los objetos, de las instantáneas, tiende a la edulcoración y al olvido.
Escribir siempre fue su obsesión, los absurdos diarios, las páginas llenas de notas y fechas, papeles de caramelos, florecillas, marcas de tabacos, servilletas, algunas fotos.
Treinta y dos cuadernos, allí estaba su infancia, su adolescencia, su juventud.
Cuando se hizo mayor dejó de escribir. De ese modo tan poco edificante influyó su pareja, le corto las alas, sus sueños de ser escritor.
Marión, se casó con él, porque era muy apuesto, diferente a los demás, ensimismado, aventurero, risueño, vital. Pero nada más casarse, lo degradó a un ser normal, todo lo que lo hacía especial, se lo fue podando, fue ahormandolo a un modelo de hombre vulgar, lineal, estándar, como todos.
Él se dejó hacer, y se acomodo a una vida, que no era la suya, que era la vida de ella. Pero así es amar, así es el amor, castrante, tendente a dominar y anular al que más ama, al que más necesita, al que más quiere.
Kasey, no fue consciente de que había perdido su vida, hasta que tras la muerte de su esposa comenzó a embalar recuerdos, para trasladarse a una casa más pequeña y cómoda que pudiera pagar con su jubilación.
Y vió, en aquellas dos cajas que había en el desván, su vida, su potencial narrativo, sus palabras, maravillosas, precisas. Unas palabras, que le permitieron volver a vivir su infancia, su adolescencia, las contradicciones de su juventud.
Kasey, fue consciente entonces de que todo su legado, iba a desaparecer con él.

Marilina



Una sonrisa disipa un día gris, sonreir atenua los estragos de la vejez.
Marilina, sabía que su carácter afable la libraba de vivir amargada, de vivir triste como con frecuencia son los días de la senectud.
Sonreir no es ser feliz, es solamente evitar vivir sin sol, esquivar los días fríos del malhumor.
No tenia ningun merito su temperamento, ella siempre había sido así, su rostro se había ido curtiendo con los pliegues de su ánimo positivo.
Pensamos que siempre seremos autosuficientes, que no llegaremos a necesitar, ayuda para cada paso, fortuna para pagar esa ayuda, sonrisas para soportar esos tragos.
Marilina, estudió farmacia, trabajo como enfermera en la guerra civil y tras la contienda entró en un convento, del que salió para atender a su madre y al que nunca ya volvió.
Ella no podía permitirse el carácter agrio de su progenitora, ella no tenía hijas que la cuidaran y ser desagradable no te granjea ni afectos y ni amistades.
Su vida transcurría en tres cuartos, su alcoba, la cocina y el salón, hacía mucho que no pisaba las dos plantas altas de la casa, ya no se le perdía nada allí, había concentrado lo importante en aquellas tres piezas que daban al pequeño jardín. Muy atrás quedaban los días de su infancia y el ajetreo de aquella casa, el despacho de su padre y sus clientes, sus hermanos, subir y bajar trotando por las escaleras.
Marilina, no necesitaba más, para recibir a sus iguales en edad y deterioro, para la visita de alguna caritativa vecina, que venía a saber de ella, o para las muy espaciadas y deseadas venidas de sus sobrinos, que vivían en la capital y que ya nunca se quedaban a hacer noche o a comer.
La vejez es una soga. que hace muy cortos nuestros movimientos, que acorta nuestro mundo.
Sonreir no es ser feliz, sonreir es sólo no enfurecerse, con lo cruel que es tener como meta muy próxima, morir y desaparecer.





miércoles, 1 de enero de 2020

Modestina


Nunca pensó que se vengaran de ella, de aquel modo, matando a su gato.
Modestina, era de natural afable, jamás había tenido broncas con nadie, nunca había llamado la atención en nada. Vivía en una casa baja, amplia y soleada, su padre se la dejó al morir, Don Faustino Baró García, el veterinario de Casillas de Flores.
Todo comenzó cuando llegó a vivir al pueblo, Demetria, la mujer de un maestro. Deme, como le gustaba que la llamaran, quiso entrar en el pequeño pueblo pisando fuerte, y haciendo alarde de un poderío que era más fruto de la falta de referencias, que de que fuera cierto lo que venía contando.
La Deme, era de Córdoba, de Fuente la Lancha, un pueblo muy pequeño y con poco termino.
La mujer del maestro llegó, a Casillas, sin pasado, inventando batallas poco creíbles, en una mujer de porte tan zafio. Y nada más llegar quiso usurpar posiciones, y es ahí, donde chocó con Modestina.
En un pueblo tan pequeños, las preeminencias están tasadas y mover a alguien de su sitio genera discordias, porque no hay en el podium dos primeros puestos.
La Señorita Modestina, era una institución en el pequeño pueblo, su padre había sido el veterinario, un trabajo muy apreciado en las zonas agrícolas, además había sido alcalde y era un casillano ilustre, que incluso tenía una calle, la del colegio. Modestina vivía del prestigio de su padre y de su talante discreto y cooperador. La Señorita, era un peso pesado en la Iglesia, Don Jacinto, estimaba mucho su opinión y era además la presidenta de la Cofradía del Sagrado Corazón de Jesús.
Deme, quiso desplazarla en estos puestos, buscando aliadas entre las rivales naturales de la Baró, las Señoritas Pascual y las Aparicio. Pero no cuajó, porque Modesta Baró tenía el apoyo incondicional del cura, sobre todo porque al ser ella, hija única y soltera, su abultado patrimonio era pretendido por la diócesis y el párroco de San Mauro.
Demetria, se emberrincho mucho con este cierre de filas entorno a la paisana, y sabedorara del vinculo de la rica casillana con su gato, una noche, para joderla, se lo envenenó.
Modestina no tardó en saber que fue ella, y se lo guardó para sí.
A tres kilómetros estaba Potugal, Lajeosa, Allí la hija del veterinario, tenía un puñado de amigos de su padre, y sobre todo uno muy de confianza, al que le contó los hechos y le pagó un encargo.
Un año era el tiempo que se había marcado, en las fiestas de la Santa Cruz, el tres de mayo, Demetria tenía que aparecer en el río Águeda flotando.
El tres desapareció y el veintiocho de mayo la encontraron zaparrada por las fieras, entre las ramas y maleza que arrastran las riadas.
Hasta las personas más tranquilas y creyentes se cobran las afrentas, no se pone la otra mejilla, con la muerte de un gato.




Los Muelles



Acumular fracasos, notorios traspiés, nos erosiona. Era difícil inventar otra certeza, huir de aquella desafección hacia los días. Es una proeza vivir encharcado de tristeza.
Los muelles, son un lugar inhóspito para crecer, son sucios, son urgentes.
En los muelles no hay flores, sólo atronadoras gaviotas, curtidos marineros que huelen a grasa y a pescado.
Demasiados fracasos eran su única certeza, su única posesión. No conocía otra cosa que aquel muelle donde atracaban barcos, aquel precipicio sin barandas.
Sólo el padre Floren se tomó interés en él, su madre desde pequeño lo echaba a la calle para que los peligros lo educaran.
La hipersensibilidad es un drama que multiplica el dolor, el hastío, la odiosa percepción del mundo.
Martin, no había nacido para pasar de puntillas por la realidad, la crudeza del mundo que le rodeaba lo anegaba de angustia.
Así creció, víctima de mofas y burlas de sus iguales en infortunio, de los otros hijos de trabajadores de aquel muelle mugriento, con olor a despojos.
El cruel escarnio, vistió al niño de resentimiento, convirtiendo la hipersensibilidad en una maquiavélica destreza, con la que se fue cobrando afrentas. Cenas heladas que servía sin ninguna conmiseración.
Padraig, era el niño más cruel del muelle, de complexión viril y desmedidamente fuerte, siempre capitaneó a toda la caterva de los desarrapados hijos de los trabajadores del puerto. Siempre, hasta que Martín, urdió su venganza, harto de ser el hazmerreir, de aquel monstruo tarado y corpulento, del hijo del estibador.
Padraig, apareció muerto un veintitrés de diciembre, apareció flotando en el muelle, boca abajo y con la cara roída por alguna barracuda. La autopsia sólo desvelo que se había ahogado. Pero la verdad era otra.
Como a todos los fanfarrones, a Padraig, le gustaba jugar a ser mayor, a escondidas fumaba tabaco de liar que robaba a su padre. Martin, sólo tenía que hacer llegar esa bagatela a sus manos.
La mañana del veintiuno de diciembre, Padraig, se metió nuevamente con Martín, y para evitar que le pegara, lo compró dándole un paquete de tabaco nuevo, algo a lo que el fanfarrón, no se supo negar. Inmediatamente quiso probarlos y busco un sitio tranquilo donde fumar sin que le vieran, incluso quiso hacer partícipe de ese disfrute a Martín, oferta que este declino, pero aun así acompaño al mostrenco a su escondite, una garita abandonada en el espigón. Allí, Padraig, prendió un cigarrillo y aspiró una honda calada y a la tercera se desvaneció. Fue fácil arrojarlo al mar sin testigos, esperar que el mar obrara justicia, destruir el resto de los cigarrillos e irse a casa a descansar.