jueves, 9 de enero de 2020

Rocky


Cuando la vulgaridad nos retrata, escribe con mayúsculas.
Rocky, al ser padre por segunda vez, dejó a su mujer en el paritorio y se fue de putas, a Sevilla, con el dinero que le había dado para la ocasión su suegra.
Rocky, siempre tuvo esa mediocre clase que da ser un vulgar semental de lo más rastrero.
Crescencia, la incauta que se fijó en el bombero, en el tarado que apagaba fogatas en la entrepierna de las mozas más atávicas, carecía de talentos, a excepción del talento irreflexivo de las arremetidas.
Treinta mil pesetas le dío Benita, para que acudiera a Cáceres a festejar que había tenido una hija, Y Rocky, agarró la pasta y puso rumbo al sur, a desfogarse con alguna pelandrusca.
Como todos los cerdos, volvió con el rabo entre las patas, y Crescencia, lo perdono. Cándida e ingenua mujer, que volvió a pensar que el semental le iba a ser fiel, que sus embestidas las iba a reservar sólo para ella.



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