domingo, 19 de enero de 2020

Mengua mi reino


Mi ignorancia crece y mengua mi reino, los años me vacían de fuerzas, me postran ante el ventanal, ya nada me pertenece, el futuro es de otros, y en mis manos sólo hay pereza y silencio.
En los espejos me veo marchito, en perenne invierno, las manos frías y el corazón muy tierno.
Soy Melquiades, y estoy escribiendo mi testamento.
Me quedan meses, quizás días, a lo mejor horas. No quiero que nadie me atienda, que nadie sepa de mi decrepitud, que nadie se regodee en mi desvalimiento.
Llevo ya dos años encerrado en casa, desde que fui consciente de que soy futilidad. Mi tiempo hace mucho que pasó, no me quedan afectos, ya los he enterrado a todos. Hace dos años que enterré a mi último perro, no he querido tener ninguno más, no soporto la idea de dejarlo huérfano.
Mi único contacto con el exterior es Pura, ella es la que me trae lo que necesito para vivir, para seguir esperando que se apague mi luz. Me he negado a ir a un asilo, no quiero ser espectador de la decrepitud de unos extraños, si la muerte me tiene que llegar, quiero que venga a mi casa, aquí la estoy esperando, no siento miedo, es la vida, el paso lógico.
No solemos pensar que llegaremos a viejos, y menos aún que los viejos no gustan a nadie, y si alguien te atiende, te atiende por dinero. Yo no tengo dinero, vivo al día, vivo con muy poco, y lo único que tengo es pasado y me he dado cuenta que eso a nadie ya le importa.
Fui, ya siempre hablo en pretérito, pintor, escritor, divertido, audaz, visionario, ya de eso, sólo soy recuerdos. Vivo días iguales, me caliento quemando papeles, borrando que he existido. Hace ya mucho que decidí hacer desaparecer de la casa todo lo de valor, mis colecciones están escondidas, nadie sabe dónde las he guardado, creo que nunca las encontrarán, quizás sí, pero para eso tendrán que derribar la casa.
Cuando muera, quisiera que me enterraran con mis padres, pero eso es imposible, porque ante el miedo a que profanaran, en el futuro, sus tumbas, los escondí también, sus restos y los de todos mis afectos, nadie sabe dónde, por eso es imposible que me puedan sepultar allí. He intentado poner a salvo, de las manos de los viles, todo lo que quiero, pero siento que yo no descansaré así, lo he salvado todo y por salvarlo todo, me he condenado.
Lo he pensado mejor, y voy a quemar esta carta, no quiero que nadie sepa nada de mi.

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