martes, 14 de enero de 2020
Los próximos son los primeros
Sagrario, aquella mañana no se sentía bien. Una de las ventanas de su alcoba daba al patio de su sobrina, y la llamó.
Los próximos, son los primeros, en echarnos una mano.
Lidia, la llevó a su casa y le preparo un caldo para que se templara y en la habitación pequeña que tenía al lado de la cocina, la acostó.
El interés enturbia los afectos y termina emborronando la razón y nos impele a hacer barrabasadas, y eso hizo Lidia.
Sagrario, no entro en calor y en aquel camastro murió. Y su querida sobrina, le cogió las llaves de la casa y tras llamar a otra elementa como ella, dejaron el cadáver de la tía aún caliente, registraron la habitación de la pobre mujer, hasta encontrar sus joyas, y se las robaron.
La vileza, les llevó más tiempo del previsto, y su tía estaba ya agarrotada por el rigor mortis. Comunicaron que había muerto y doblaron las campanas, y llegó el momento de meterla en el ataúd, y no podían, decidiendo entonces darle a la difunta en un baño con agua caliente, para ver si así, podían enderezarla y amortajarla, pero las piernas estaban tan rígidas y las tenía tan dobladas, que tuvieron que quebrárselas.
En el velatorio, las dos pajaras, eran las que más gimiqueaban, las que más aspavientos hacían, mientras, Serafín, el sobrino favorito, no daba con el paradero de las joyas de su tía Sagrario.
Los próximos, son los primeros, en desvalijarnos.
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