miércoles, 1 de enero de 2020

Modestina


Nunca pensó que se vengaran de ella, de aquel modo, matando a su gato.
Modestina, era de natural afable, jamás había tenido broncas con nadie, nunca había llamado la atención en nada. Vivía en una casa baja, amplia y soleada, su padre se la dejó al morir, Don Faustino Baró García, el veterinario de Casillas de Flores.
Todo comenzó cuando llegó a vivir al pueblo, Demetria, la mujer de un maestro. Deme, como le gustaba que la llamaran, quiso entrar en el pequeño pueblo pisando fuerte, y haciendo alarde de un poderío que era más fruto de la falta de referencias, que de que fuera cierto lo que venía contando.
La Deme, era de Córdoba, de Fuente la Lancha, un pueblo muy pequeño y con poco termino.
La mujer del maestro llegó, a Casillas, sin pasado, inventando batallas poco creíbles, en una mujer de porte tan zafio. Y nada más llegar quiso usurpar posiciones, y es ahí, donde chocó con Modestina.
En un pueblo tan pequeños, las preeminencias están tasadas y mover a alguien de su sitio genera discordias, porque no hay en el podium dos primeros puestos.
La Señorita Modestina, era una institución en el pequeño pueblo, su padre había sido el veterinario, un trabajo muy apreciado en las zonas agrícolas, además había sido alcalde y era un casillano ilustre, que incluso tenía una calle, la del colegio. Modestina vivía del prestigio de su padre y de su talante discreto y cooperador. La Señorita, era un peso pesado en la Iglesia, Don Jacinto, estimaba mucho su opinión y era además la presidenta de la Cofradía del Sagrado Corazón de Jesús.
Deme, quiso desplazarla en estos puestos, buscando aliadas entre las rivales naturales de la Baró, las Señoritas Pascual y las Aparicio. Pero no cuajó, porque Modesta Baró tenía el apoyo incondicional del cura, sobre todo porque al ser ella, hija única y soltera, su abultado patrimonio era pretendido por la diócesis y el párroco de San Mauro.
Demetria, se emberrincho mucho con este cierre de filas entorno a la paisana, y sabedorara del vinculo de la rica casillana con su gato, una noche, para joderla, se lo envenenó.
Modestina no tardó en saber que fue ella, y se lo guardó para sí.
A tres kilómetros estaba Potugal, Lajeosa, Allí la hija del veterinario, tenía un puñado de amigos de su padre, y sobre todo uno muy de confianza, al que le contó los hechos y le pagó un encargo.
Un año era el tiempo que se había marcado, en las fiestas de la Santa Cruz, el tres de mayo, Demetria tenía que aparecer en el río Águeda flotando.
El tres desapareció y el veintiocho de mayo la encontraron zaparrada por las fieras, entre las ramas y maleza que arrastran las riadas.
Hasta las personas más tranquilas y creyentes se cobran las afrentas, no se pone la otra mejilla, con la muerte de un gato.




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