miércoles, 11 de diciembre de 2013

Afrodisíaca

No me mueve el animo de entrometerme.
Ni el animo de sentirme superior.
No quiero creerme nada, no quiero creerme nadie.
Pero observando me doy cuenta del poco lodo que a mi cuerpo tengo pegado.
Y con ese engreimiento que da la saturación de mierda, la veo entrar y salir, sin modestia.
La veo recocerse en esas mallas negras impropias por edad y físico.
Lo que la naturaleza no te da la faja negra no crea.
Recinchada y sin domar, no solo es vulgar, es hipervulgar y horripilante de ver, esas piernas informes, morcillas negras, de vastos andares de guerra, de hambre, de sucias emboscadas, de penurias de entrepierna.
Urgencia e improvisación de ninfomanía y atroz calentura.
Escaramuzas saldadas en retretes, en callejones, en asientos traseros de coches con olor a orín y colillas.
Sí, no veo nada de humanidad en mi vecina.
En ese ser a caballo entre vaca y mula, con pelitaje de zorra ajada.
Ni erra el barrio que la apela puta, guarra, sórdida y afrodisíaca.
No se equivoca uno, pues nada esconde y en sus labios todo se puede leer.
Clara como el agua es su suplica y pedigüeñez.
Turbio como el cieno, es su oscuro deseo con aroma de exudado y golondrino.
Jaca de dientes postizos, que al galope cumple edad.
De afeites recios, airados, violentos.
Sombra azul para ir a la guerra.
Vivida en exceso, sin tino.
Desmedidos tragos de copas muy agrias.
Afrodisíaca te habla con su voz rota, que no aclaran las gárgaras de coñac.
Rota entre los celtas y los amargos cafés.
Los chupitos de dyc y las mamadas.
Le canta el papo a digestiones cortadas de basura y nausea.
Huyendo de la preñez en la vorágine de las lavativas de vinagre y pastillas.
Entrañas encallecidas con tanta excursión al infierno.
Es una mujer de vida domestica marcada por la prisa, por el poco aseo, los comistrajos de pie en la cocina y el hambre de callejuela.
Su mirada es raya sobre raya en unos ojos corridos y ennegrecidos, en los sueños y cosméticos pocos reparadores.
Ojos negros de negra noche y pesadillas narcóticas.
Choca que tu oficio sea limpiar, con lo poco limpia que eres.
Yo en mi modestia pienso que su vida es malvivir, en esa casa baja de humedades perennes, con olores a cisterna rota y sardinas fritas y carente de sistemas de extracción.
Olor a pesca que embriaga las escaleras.
Olor a furcia espesa a la que el  hambre oscura, le impide atesorar nada.

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