Es la gorda un tentetieso, es una mujer lustrosamente gorda, vulgar y hombruna.
Es un tarascón de anchos costillares.
Mujer de hueso ancho y una buena cobertura de manteca, que borra y hace desaparecer esos huesos.
Es un montón de carne.
Es una mujer buche, sin cuello y cabeza pequeña y redonda abultada por una maraña de pelos rubios fritos, peinados en nido de coguta.
Dios no la hizo rubia pero la potasa si.
Es una mujer tapón que crece con la estrategia del quiqui hueco, seco y fosco.
En la orondidad de su rostro destacan unos ojos azules que salvo zafiedad, nada dicen.
Es obvio que no la engorda el aire, la engorda el rumiar pienso y maldades.
No os había comentado que es una mujer corpulenta y avinagrada.
Ella dice que sabe leer, aunque ningún vocabulario tiene.
La llaman en el barrio la gorda de los cojones.
Creo que no los tiene porque dos engendros ha malparido, pero dado su estar podría tenerlos.
Es mujer que honra merece pues a sus progenitores se parece, lo ha mamado bien y rinde cuente de su vulgaridad en todo momento.
Es temible su arrolladora envestida de locomotora.
Asustan sus berridos pero es como todo cachalote torpe en movimientos.
Su oficio es limpiar lo limpio, o por lo menos limpiar hasta donde ella llega sin atorarse.
Experta en desgastar sartenes, tiende a cocinar maldades fritas, con salsa de calumnias.
Suele aparecer varada en el balcón callejero departiendo chismes y alaridos.
Difundiendo mentiras amasadas con harinas de blanquear lobas.
De la cocina de degollar corderos a la mesa camilla de cortar trajes y de allí al balcón de las soflamas arruinadoras.
Engorda en el contubernio, en la corrobla, en el comadreo y la insana envidia del que solo de la puta vieja heredo ordinariez.
Ella es el buque insignia del clan del despelleje y la guillotina.
Ella es la reina de esta corte de parásitos de anchos y fuertes tronos.
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