Me acucian las tormentas.
Dientes afilados de sierra.
Puntadas salvajes que cosen la noche al alba.
Gruesas lana roja que hilvana como maroma de sangre.
Que quiere estrangular al nuevo día.
Desfallezco en los despertares de nausea.
En la dorada primera luz del horizonte.
Mis fieles gorriones han vuelto al alambre.
Y me deleitan con sus saltitos arrumacos y esponjamientos.
Ellos con el sol a sus espaldas.
Y yo cara al sol.
La hiedra brilla con su tempranera diadema de roció.
Fulgurantes destellos de flor de lis.
Mañanas frías donde las hojas despiertan con la escarcha imperial del invierno.
Reduce la niebla mi mundo a un paso.
Nada existe salvo ella.
Reduce la ofuscación mi mundo.
No existe nada más que su pesar.
Y la húmeda y fría densidad de su atmósfera.
Se cerro el camino.
Cerraron el camino las zarzas.
En lo espeso ya solo habita el jabalí.
Entre escobas, brezos y madroños campa la zorra.
En la impracticable solana, en la mohosa umbría.
Suelo pizarroso de aluvión que en ciclo irredento vuelve a sedimentar.
Cerrazón y calma en el valle de recato de las monjas.
Clausura protectora de alimañas.
Se destruye un pueblo en un solo segundo.
Se derriba un templo en un abrir y cerrar de ojos.
Se desbarata el orden con la facilidad que tiene el colérico para montar en cólera.
Con la facilidad que termina el escupitajo en la cara del manso.
Todo queda arrasado como en un incendio.
Es una tacha que estropea la pulcritud de un escrito.
Aun huele el embozo a ti.
Y pasa el olor a mi boca.
Aroma bordado en el lino blanco.
Pego mis labios a las flores de encaje.
Froto mi cuerpo contra lo que hoy siento mi sudario.
Ebrio de ti en las sabanas del abandonado jardín.
Muero en el sueño donde presiento tu partir.
Elegir no es renunciar.
Pero determinadas incompatibilidades te obligan a hacerlo.
Es el precio de caer en los brazos de un amante que te exige una desmedida fidelidad.
Si enfrascado en la vorágine del amor no descuidas.
Cuando caigas al suelo alguien podrá recogerte.
El amor es una vajilla bella, delicada que termina siempre rota.
El amor es un banquete de final incierto.
Cierra mi horizonte el talud del valle.
Cierra mi mundo mi hambre de pan.
Bicho amado que quebrantas mis huesos y llenas de lluvias mi cabeza.
Bicho amado que me rindes con un beso tras la inclemente paliza.
Bicho amado que me nublas el discernir y ya no se cuanto te amo y cuanto te temo.
Bicho amado que me haces pensar que es amor este infierno.
Bicho amado que me has hecho creer que el alcohol es el aroma del sexo.
Bicho amado que me dices que me atas porque me quieres y me anulas porque me amas.
He salido a la calle de la cárcel de tu amor y me he dado cuente que no te quiero bicho amado.
Hago el bien sin razonarlo.
Y no entiendo que desde el instinto algunos intenten hacerme tanto daño.
Son hermanas las buenas y las malas acciones.
Ambas salen de las mismas manos.
Pero que distintos surcos producen.
El bien ara y siembra.
El mal ara y destroza lo sembrado.
Desde la lógica del amor no entiendo al mezquino.
Ni a la caterva de aliados que concita.
Son tantos los amigos que cursan baja.
Y que cuando te vas a vivir debajo de un puente no te acompañan.
Solo con las corrientes.
Solo con las corrientes de aire.
Solo con las corrientes de agua.
Solo contra la corriente de mezquinas palabras.
De lo que digo hoy me desdeciré mañana.
No es volubilidad es solo que el mundo es tan inmenso y se tan poco.
Que lo que vaya sabiendo hoy hará que cambie de opinión mañana.