martes, 17 de diciembre de 2013

Ojos de topacio

Congelamos instantes, que no mutan o por lo menos no mutan tan rápido como mutamos nosotros.
Instantes de oro, de cúspides doradas, que sólo sutilmente se amarillean.
Ángeles, venus rubias y celestiales de ojos color topacio y rubor de rubí.

Sabéis que olvidaré

La belleza es efímera.
El clamor es efímero.
El ruido es efímero.
Simplemente hay que esperar a que escampe.
Los duelos se pasan.
El deseo de venganza se desvanece.
El runrún pasa y la belleza mientras tanto se va de casa.
Gordas, zafias y feas sabéis que olvidaré.

Alambradas de espino

Cárceles de oro de primer mundo, que tambien empieza a sentir los zarpazos del hambre.
Se polariza el mundo más y más, y ya no hay ni un istmo, sólo un abismo.
Se cerca el poder con altas tapias y alambradas de espino.
Teme el rico la incursión en su edén del pobre al que saquea. 
Seres humanos con éticas de miseria, pequeña élite que rinde a su antojo el orbe.

El reparto

Borrascas en el poder, en el reparto de la pieza.
Todo es repartir y cuidar que sea justo el reparto.
Sólo se tiran piedras al árbol cargado de frutos.
Se tiene que defender el justo del ansioso.
Repartos injustos, repartos sin justicia.
Nada quiero robar, pero quiero que no me roben.


AMOR

Se abre la veda a los días del empalagoso amor de plástico.
Consumimos deseos de amor como quien consume pipas.
Loros del amor, de las frases hechas, de los deseos importados de otros.
Razonamos acaso lo que hay detrás de lo que decimos.
No lances al espacio tantos besos, dáselos a alguien, a alguien físico, que veas que esta falto de amor.
Tanta gente sola y tanto beso al aire, eso no es caridad, busca una mejilla, una boca, una frente, una mano y bésala con fuerza, haciéndole sentir a ese alguien que el amor lo ancla al mundo y todavía no ha llegado su hora, la hora de partir.
Cierra el ciclo del melifluo deseo de plástico y ábrete al mundo para darle amor.

El reino libre

Carezco de medida.
Y en lo desmedido me muevo.
Nada limito, porque carezco de limites.
Es libre el pensar.
Es el único reino libre.

El último mal

A determinados cadáveres no hace falta abrirlos en canal para saber de que han muerto.
Evidentemente del último mal, que muchas veces es el mal de amor.
Es el silencio de besos el que estrangula frágiles cuellos de gacelas.
Es el lago de lagrimas y su perenne humedad la que ahoga blancas palomas.
Es la lechosa niebla la que pierde en el mar de sollozos al ligero velero.

Eternos infantes

Hay algunos que tienen la suerte de ser siempre niños.
Siempre son cándidos y crédulos.
Siempre con la ilusión de la primera vez.
Niños grandes que abrazan y besan a sus muñecas.
Si la felicidad decidiera las mutaciones que conforman la evolución de la humanidad.
Nos regirían los eternos infantes.

Olvido

El bello tesoro que es el olvido.
Se van espaciando los días.
Se termina yendo una sola vez al año.
Y la última muerte trunca caricias.
Ya tiene la lluvia la puerta abierta.
Se ajan las primeras flores.
Se rompe el jarrón.
Y ya no hay del rico paño ni jirones.
Olvida el mundo que has existido.
Y de ti ni existen en el mármol esos dos renglones.

Lo abundante

Sí lo que abunda no es lo bueno.
Porque nos obcecamos en exculparnos en la generalización. 
Es más fácil ser tentado que resistir la tentación.
Los ladrones son igual de ladrones aunque sean un montón.

Hermética soledad

Esparzo frases al aire como naufrago que da gritos.
Sabedor de que nadie en esta hermética soledad me va ha encontrar.

Ciegos

Si hay peor ciego que el que no quiere ver
El que inocula la ceguera en otros.

La certeza


Es la vida un perder el tiempo en entrar en estancias que no nos aportan nada.
Es lo fastidioso del tropiezo, el tiempo perdido en hacerlo.
Vida de caídas y de puestas en pie para volver a caer.
Esa es la formación, el conjunto de muletas que tras la caída nos permiten volver a caminar.
Cansa un poco tanto traspié y tan poco acierto.
Y tener la certeza de que moriremos caídos del último caballo, del último galope, de la última batalla, la de querer vivir.

El dilema

El dilema está en perfeccionar o en ocultar la imperfección.
Por obra y gracia del bisturí, hoy hay mucho perfecto.
El juego de la ocultación es más complicado y requiere un esfuerzo diario.
Es revelador con que facilidad nos convertimos en producto y nos vendemos, sujetándonos a normas de etiquetado, estuchado y contenido.
Es la paradoja de la evolución cuanto más elevado es todo, más exigencias de contenido y forma.
Cada vez somos menos naturales y auténticos.
Protocolos que demandan victimas.
Humanos que pasan por el aro de la puntual y efímera tendencia.
No os dais cuenta que la mayoría aplaude los comportamientos mayoritarios.
Independientemente de cuales sean esos comportamientos.
Y que los cambios son siempre promovidos en unos alambicados procesos por una minoría influyente.
No veis que tras los cataclismos que todo lo trastocan hay muchos seguidores sobrevenidos.
Jaleadores de ayer, jaleadores de hoy.
Que no te martirice la tendencia porque es efímera.

A la vuelta de la esquina esta la eternidad

Ni la cumbre, ni el presente se eternizan.
La caída suele ser puntual a su cita.
Y de forma malvada se suele hacer acompañar de la ventisca.
Solo es eterna la eternidad.
Y está a la vuelta de la esquina.