sábado, 21 de diciembre de 2013

Los débiles

Los débiles pagan muy caros los tropiezos, sus mecanismos de defensa son menores y su permeabilidad al insulto y la despiadada critica es muy grande.  
Reconocerse débil es un paso, pero es complicado buscar amparo.  El amparo del fuerte, de un líder de grupo, y así diluidos, como en un banco de caballas no ser la presa, porque la presa estaba justo a nuestro lado. Amparados en los bocados al grupo, en las agresiones al grupo, que en grupo se pueden responder.
Un débil no debe estar solo, pero solo es como únicamente, el débil crece.
El riesgo de crecer es morir joven, como los guerreros que enfrentan cuerpo a cuerpo a su enemigo, como los mártires que desnudos o solo vestidos por su fe enfrentan fieras. 
Los débiles se hacen fuertes sorteando a la muerte y si Dios y las contiendas quieren morirán en la cama de algún achaque de la vejez.

En orden

Nada era casual, todo estaba muy estudiado y en orden. Sobre la camilla donde solía pensar, había un diario abierto en la página del tres de agosto, el diario era del ochenta y tres.
En tinta de bolígrafo azul se leí:
“No ha sido un día importante  hasta las siete, a esa hora he conocido a la que me he propuesto que sea mi amor.”
Si hojeabas más el diario te dabas cuenta que a partir de ese día no había vuelto a escribir.
Si fueron años sin vocación o con una vocación distinta.
No había nada cerrado, todo estaba abierto, desde la sala se veían los pies de la cama y a sus pies su perro, el perro que ella le regalo.

No había vuelto a escribir pero diseño su partida como una de sus obras de teatro, esas que escribía antes de conocerla a ella.

Me ciega el amor

Me ciega el amor, el amor desmedido y el perdonar constantemente sus errores.
Quizás sea que no quiero ver y sigo esperando que vuelva la que yo conocí.
Son las malas pasadas de la idealización, olvidar en segundos los crímenes que hace el ser amado. Ha vuelto a hacerlo, esta mañana he tenido que enterrar yo el cadáver y hacer desaparecer las pistas, soy cómplice de crímenes por amor, por un amor ciego que se niega a ver su instinto, esa pulsión que no sabe domar, que yo no sé reprimir.
Yo traje a casa a la víctima, fue mi insensatez, mis ganas de olvidar que es así, hicieron que volviera a caer, yo puse el tropiezo a sus pies.
Lo he enterrado en el jardín, con los otros cadáveres, mi caridad con los desvalidos les cuesta la vida. Sé que mañana volveré a tropezar, Tirma es una cazadora nata y termina matando a todos mis futuros desvalidos gatos.

Hermanas amantísimas

Su vivir era peregrino y las visitas y sus meriendas su sustento.
No saben bien como terminaron así.
Desde pequeñas les fascinaron las manchas y jugaban a ver en ellas una nueva realidad. Era una comunicación fluida entre su discurso fácil y el moho, el caliche del suelo, los desconchones en la pared o el amarilleo de un mantel.
Empezaron en casa muy niñas leyendo como quien lee un libro las humedades del viejo papel pintado, las manchas entre arabescos, hojarascas y pájaros de aquel victoriano papel ingles.
Mama siempre lo achaco a su ensimismamiento y autosuficiencia, eran amigas de si mismas, compañeras, confidentes, hermanas amantísimas.
Lo que decían no era exactamente adivinación, solo era una narrativa premonitoria con sentido, eran orientaciones vagas y alambicadas de pura lógica y de conocer muy bien las necesidades interiores del hombre, se diría que eran expertas en captar desasosiegos.
Luisa e Isabel, sabían bien lo que era ser una mancha en la familia, aunque queridas y mimadas ser siamesas no fue fácil en un mundo de normalidad.

viernes, 20 de diciembre de 2013

Malas de verdad

Epinicio que cantáis los espíritus sin luz.
Lectoras de manchas en la pared.
Cascarones poseídos por la furia de no irradiar luz.
Exhumadoras de cadáveres de santos para robar sus joyas.
Huidas de un frenopático, difundís la peor de las calumnias, la media verdad.
Barbotáis en las obscuras escaleras diciendo que ahora vais a ser malas de verdad.
Necias, en verdad es lo único que sois, malas de verdad.

Carniceros de la falsa belleza

Como ponéis vuestros templos en manos de carniceros.
Como buscáis la belleza en esas demasías tan vulgares.
En esa esperpéntica estética que tan cara os sale.
Bellezas de fornicio, de trastornos de autoestima.
Bellezas de mercadeo, de mercaderes carniceros que os sacan los cuartos.
Como os ponéis en manos de carniceros para que arreglen vuestra salud mental.

Tanatoplastia

Me sorprende ver la cantidad de amigas que tengo que sin saberlo se dedican al circo.
Y no me refiero que en la arena busquen el martirio, o quizás si.
Me refiero a su talante payaso y a su más payasa estética.
Victimas de la taxidermia, de la tanatoplastia y de la potinguery.
Envejecer es un arte, rejuvenecer un trastorno.

Platos rotos lañados

El sol entre brumas.
Instructivo encierro.
Platos rotos lañados.
Tras el estropicio del matasiete.
Ocenas salen las palabras de vuestros papos.
Ni el pebete calma la hediondez.
Se sustenta vuestro orbe bajo cuatro acarreados palos.

Trémula

Seras una victima de la carne.
De la carne expuesta en los mostradores.
De las tendencias del zurcido.
De la no asunción de que ya eres carne trémula.

Ni en navidad perdono, ni en navidad olvido

Hasta que no puedas devolverme lo que me quitaste.
Para ti mi perdón no existe.
Nada redime el delito.
Pero aplaca la pena resarcir el crimen.
Te deseo el duelo que yo pasé.
Y que te ahogues en el mar de miseria en el que me hundí.

Torre de poco eco

No es mi casa una casa de multitudes.
No esta hecho mi discurso para contentar al necio.
Mídeme por el estanque en el que nado.
Que yo te mediré por el mar en el que te ahogas.

Mis fieras no se querían perder el día

Hoy me ha vencido la pereza en la obscuridad del alba.
He remoloneado para que no comenzara el día.
He querido seguir viviendo en el cuento de cristal.
Me ha dado pereza salir al frío y dejar el cálido lecho. 
Pero he sido diligente al final, mis fieras no se querían perder el día.
Y yo por amor tampoco quería que se lo perdieran.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Dilacera


Culebrean los renglones del desamor.
Culebrean en las horas.
Sin finura.
Cañonazos de desafección.
Valiente recibe los dardos el corazón ardiente.
En el clamoreo de las lenguas que con premura hicieron leña.
Dilacera el pecho tanta chanza y cacareo.
Culebrea el que porta la daga.
Culebrea y se jacta de que nos rompió el corazón.

Desdichada Navidad

Desdichada Navidad de sillas vacías, de ausentes e indeseadas presencias.
Fuerza el natalicio de Jesús a ser y soportar el empalagoseo de decir y fingir que nos queremos.
Nieva sobre el desaparecido, sobre la perdida, sobre la compañía de la soledad en el bullicio de la casa que nos vio nacer.

Escribiendo

No me interesa lo que está por escribir.
Me interesa lo que se está escribiendo o ya está escrito.
No vivo intentando leer renglones no escritos.
Vivo leyendo pasado.
Vivo viviendo lo escrito.