martes, 24 de diciembre de 2013
Latiendo en los precipicios
Bulla de pesares.
Corazones en un vilo.
Latiendo en los precipicios.
Entre las lluvias del cielo.
Buscamos donde nada se ha perdido.
Miramos donde no hay sol.
Las etiquetas
Las etiquetas son para los tarros de mermelada, le dijo airado Samuel.
Siempre tuvo la manía incorregible de catalogar, de juzgar a la ligera y con una interesada frivolidad, ya que a sus partidarios esos que aplaudían las etiquetas que ella misma se había puesto, los juzgaba con extrema benevolencia.
Tenia un gran predicamento, era popular y eso hacia que sus etiquetitas tuvieran mayor eco.
De eso se servia par hundir a voluntad. Pero no esperaba que un empollón sin gracia le rechistara sus calumnias y sus lapidarios motes. Así fue como Samuel, el empollón gafotas la descalificó en plena clase, recordándole que el poder del insulto, el adjetivo hiriente y fácil es el reino en el que se mueven los necios.
Siempre tuvo la manía incorregible de catalogar, de juzgar a la ligera y con una interesada frivolidad, ya que a sus partidarios esos que aplaudían las etiquetas que ella misma se había puesto, los juzgaba con extrema benevolencia.
Tenia un gran predicamento, era popular y eso hacia que sus etiquetitas tuvieran mayor eco.
De eso se servia par hundir a voluntad. Pero no esperaba que un empollón sin gracia le rechistara sus calumnias y sus lapidarios motes. Así fue como Samuel, el empollón gafotas la descalificó en plena clase, recordándole que el poder del insulto, el adjetivo hiriente y fácil es el reino en el que se mueven los necios.
Sebastiana
Al entrar sentí un opresiva sensación de extrañamiento.
Todo estaba casi como siempre pero no era ya igual.
La atmósfera se había vuelto diferente, menos plomiza, parecía que el salón hubiera rejuvenecido, pero eran muy sutiles los cambios.
Había menos polvo quizás, estaba menos velado el brillo de los muebles, estaba menos oxidada la plata, había más luz en la araña.
Algo o todo había cambiado desde que mama estaba ingresada.
Ahora se ocupaba de papa la señora que habían traído del pueblo, era diligente y discreta pero tenia una extraña complicidad con papa.
La casa era extraña con mama desaparecida y con la certeza de que de su retiro forzado ya nunca volvería.
Mama había muerto ya en la casa, solo estábamos esperando que muriera también en el sanatorio.
Era una intuición pero yo notaba que Sebastiana había usurpado parte del sitio de mama.
Todo estaba casi como siempre pero no era ya igual.
La atmósfera se había vuelto diferente, menos plomiza, parecía que el salón hubiera rejuvenecido, pero eran muy sutiles los cambios.
Había menos polvo quizás, estaba menos velado el brillo de los muebles, estaba menos oxidada la plata, había más luz en la araña.
Algo o todo había cambiado desde que mama estaba ingresada.
Ahora se ocupaba de papa la señora que habían traído del pueblo, era diligente y discreta pero tenia una extraña complicidad con papa.
La casa era extraña con mama desaparecida y con la certeza de que de su retiro forzado ya nunca volvería.
Mama había muerto ya en la casa, solo estábamos esperando que muriera también en el sanatorio.
Era una intuición pero yo notaba que Sebastiana había usurpado parte del sitio de mama.
Hoy ha amanecido de noche
Paraliza la lluvia la vida.
Paraliza el tiempo.
Paraliza el amanecer que se hace eterno.
Frena la luz, que llega pobre.
Frena el color, que ni aparece.
Hoy ha amanecido de noche, ya es noche buena.
Paraliza el tiempo.
Paraliza el amanecer que se hace eterno.
Frena la luz, que llega pobre.
Frena el color, que ni aparece.
Hoy ha amanecido de noche, ya es noche buena.
lunes, 23 de diciembre de 2013
Se meteorizan los nombres
Morir es el olvido.
Morimos cada vez que alguien se olvida de nosotros.
Morimos olvidados en las salas de transito.
Nuestra memoria se olvida entre las marchitas flores.
Se meteorizan los nombres en los jardines de olvido.
Es el último fin, morir y olvidados desaparecer.
Morimos cada vez que alguien se olvida de nosotros.
Morimos olvidados en las salas de transito.
Nuestra memoria se olvida entre las marchitas flores.
Se meteorizan los nombres en los jardines de olvido.
Es el último fin, morir y olvidados desaparecer.
Iguales
Siempre busco y tuvo fe en encontrar un igual, idéntico a él
en belleza y en miserias, alguien con el que compartir el duelo de su
perversión y sadismo. Necesitaba un confesor, un cómplice, un camarada, una
gota de agua igual que él, en la que verse y paladear aún más su narcisismo.
Y el destino esa mañana se lo presento, se sentó a su lado
en el metro, a su izquierda y bastó mirarle al fondo de sus ojos para ver en
el interior su mismo estanque diabólico.
Sus manos eran bellísimas, de dedos largos diestros en goces,
era imposible no imaginarlas sobre su cuerpo propinándole caricias y entrelazándose
con sus manos que eran muy similares. Por esa razón el primer lance estuvo en
discretamente aproximar su mano para tocarlas. Así fue como sintió el chispazo
de electricidad que hizo que los dos dieran un cierto respingo, y tras el
respingo, la consiguiente disculpa y ya estaba iniciada la seductora
conversación.
Las Navidades nefastas
No soy compasivo.
No soy misericordioso.
No soy lento a la cólera, ni rico en piedades.
Soy hijo tuyo y no me parezco a ti.
Deseo tropiezos, deseo desgracias.
Deseo sombras, deseo inviernos.
No se reprimir mi ira.
Solo en la venganza encuentro la calma.
Deseo para ella y los suyos las Navidades más nefastas.
No soy misericordioso.
No soy lento a la cólera, ni rico en piedades.
Soy hijo tuyo y no me parezco a ti.
Deseo tropiezos, deseo desgracias.
Deseo sombras, deseo inviernos.
No se reprimir mi ira.
Solo en la venganza encuentro la calma.
Deseo para ella y los suyos las Navidades más nefastas.
El mantillo de las coles
Complaceré a la tierra dándole mi barro.
Seré el mantillo de las coles.
Volveré a saborear ya sin boca las sales minerales.
Y me diluiré en el agua que me depositará en la arena del litoral.
Solo ya sin mi amado, solo a su lado quiero ya estar.
En la
tierra o saturando de sales el mar.
Palmera
El espectro de la palmera.
Sombra de plata en la noche de luna.
Vigila frente a mi ventana.
Como guardián de sombrío porte.
Espanta fantasmas y temores.
Y susurra letanías a los ventarrones.
Ay palmera del abandono.
Testigo mudo de un señorío que cayó a plomo.
domingo, 22 de diciembre de 2013
Se fue bordando embozos
No se ha evaporado el roció y ya van las beatas a llevar
flores a la Marialba.
A aquella que murió muy niña sin dar linaje a su casa.
Van por la callejuela posesionando.
A ver a la niña noble que murió, mientra su ajuar estaba bordando.
Todas van de negro y a Dios lanzando suspiros.
Se fue la virgen al cielo, para continuar allí cosiendo camelias a los embozos.
Ay qué pena niña, que en la fiebre mala te fuiste apagando
como una brasa.
Rezan cuentas de azabache las viejas en la amplia sala, entre
retratos rancios de Trastámaras.
Arden las grandes hachas de los convidados a la partida.
Y fuerza la rápida marcha a desmantelar palacio.
Que esperan con ansia loca, los cuervos más allegados.Pastores tuertos impunes
Llenáis la platea de discriminados, de vuestros discriminados.
Vosotros los acomplejáis con vuestra jerarquía racista.
Los rendís y aborregáis, convirtiéndolos en masa de plastilina, que os obedece dúctil y dominada.
Sumiso rebaño de condado rendido a un loco caudillo.
Salvapatrias expertos en descalabrar vajillas.
Trileros que con cartas marcadas a los vuestros engañáis.
Legalmente ni siquiera podéis usucapir.
Porque en el mismo dominio viven otros, que usan el terreno con la misma legitima soberanía que los borregos de vos.
Dictadores, ladrones de voluntades, pastor de los tuerto que creas por el interés en hacer prosperar vuestro golpe de estado.
Vosotros los acomplejáis con vuestra jerarquía racista.
Los rendís y aborregáis, convirtiéndolos en masa de plastilina, que os obedece dúctil y dominada.
Sumiso rebaño de condado rendido a un loco caudillo.
Salvapatrias expertos en descalabrar vajillas.
Trileros que con cartas marcadas a los vuestros engañáis.
Legalmente ni siquiera podéis usucapir.
Porque en el mismo dominio viven otros, que usan el terreno con la misma legitima soberanía que los borregos de vos.
Dictadores, ladrones de voluntades, pastor de los tuerto que creas por el interés en hacer prosperar vuestro golpe de estado.
Mis reyes
Reyes con coronas de cartón.
Esos son mis reyes.
Tildados de arrabal.
De viento de pueblo.
Montados en mansas mulas.
Vestidos de cortinas.
Con barbas de peluche.
Y maquillados con los potingues.
De los cajones de la cómoda de ayer.
Esos son mis reyes.
Tildados de arrabal.
De viento de pueblo.
Montados en mansas mulas.
Vestidos de cortinas.
Con barbas de peluche.
Y maquillados con los potingues.
De los cajones de la cómoda de ayer.
El reproche
Nunca me comporte bien con ella, tampoco era su talante el
de exigir, ni se quejaba, ni pedía. Me sorprendió aquella cena, pero no puse
ninguna objeción.
Pensé que sería alguna fecha, que como era habitual yo había
olvidado y tampoco pregunte. A las sorpresas agradables no se le ponen pegas. Converse
con ella como siempre, respondiendo a sus rutinarias preguntas que nada me comprometían
y que solo servían para romper el silencio de no conversar. En todo el tiempo
de formal matrimonio, en la mesa nunca estuvieron presentes ni la radio, ni la
televisión, no sé si a día de hoy esto fue bueno para nuestro matrimonio, pero
simplemente llego así y así siguió. Era rutinario todo en casa e incluso lo que
se incorporaba para romper la rutina, terminaba siendo una rutina más.
Sara llegó así, como distracción, como motivo de
preocupación, como una rutina más para romper el hielo del a veces insufrible silencio.
Y término siendo el gozne de los días, marcando las salidas, las entradas, los
paseos y el ritmo de sus comidas marco el de las nuestras. Sara tenía querencia
por ella y yo como siempre no hice nada, lo deje como todo estar.
Como ya habréis adivinado
el destino no nos dio hijos, ni los impedimos, ni los buscamos, fue así, desgraciadamente
pienso hoy.
Nada me pedía, nada le di y
abone con mi indiferencia el terreno de lo que más tarde ocurrió.
Volvamos a la cena, había cocinado algo muy sencillo que a
ella le encantaba y que yo le hice creer que a mí también, además había abierto
una botella de vino bastante caro, nada habitual en ella. La presentación también
estaba muy cuidada; un mantel de su madre, la vajilla de nuestra boda, las
copas de la diezmada cristalería de su abuela y los cubiertos de plata de mi
madre que ella nunca había puesto en nuestra mesa.
Comimos en un silencio formalmente roto hasta que llego el
café, que fue donde rompiendo el protocolo me reprocho una cosa pero con un
tono muy neutro, tanto que casi no le di importancia en ese momento, pero hoy sé
que ese reproche sería muy importante para ella y para mí.
Ese reproche era el
punto de inflexión de todo. Era el punto que me hizo ver que yo no conocía nada
a mi mujer.
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