sábado, 12 de noviembre de 2016
Este tránsito
Que tristeza nos genera
la vida eterna,
el sueño eterno,
de aquellos que pensamos,
que deberían acompañarnos siempre,
en este tránsito finito que es
este valle de pérdidas.
Delicadeza y ambigüedad
Caminan de la mano delicadeza y ambigüedad, caminar entrelazadas, imbricadas, tan estrecho es su abrazo que no corre el aire entre ellas. Ellas son hermanas siamesas con un único corazón, que como bello y colorista rehilete agitan el aire,son atmósfera de seres divinos, de divinidad, de belleza, de grácil y graciosa cadencia.
Así era Justo, un bello ser, un ángel andrógino caído del alto cielo, que con sus movimientos despertaba las más tortuosas pasiones, los más bajos instintos, locura de amor de amantes soñadores que nada más verlo se volvían locos. Justo era injusta tortura, ere luz que con sus raros orientes, que con su nacarada y meliflua estrella, iluminaba salones y rendía mecenas.
Justo y sus burbujeantes modos encandilaban aquella noche en La Platería a Tete, que escuchaba eclipsada, las explicaciones sobre los atlantes del salón corintio del Palacio de los Obregón, hipnotizada por la dulce voz y por las refulgentes aguamarinas que eran los ojos de Justo. Tete era de brillos, de caros brillos, pagados con el sudor acumulado de los suyos, con la aparatosa fortuna de los Martel, fruto de siglos de tacañería y privaciones a la que ella, heredera díscola y universal, había puesto fin. Justo se dejaba halagar por aquella solterona octogenaria, cargada de pedruscos carísimos, que no dejaba de mirar sus ojos, como urraca que ansía llevárselos como botín a su nido.
Vivir hiere
La realidad cerca y asedia a los ideales.
La realidad es un verdugo que despiadado se ceba con el candor.
La realidad agria el dulzor de los jazmines.
Opaca el brillo de crisol de los vitrales.
La cruda realidad nos hace prácticos e insensibles.
Vivir hiere.
Sonata triste
Sonata triste de lluvia y melancolia.
Frío marfil que no entra en calor ni con la cólera de tus yemas.
Ser feliz con la fatua melodia.
Feliz en la jungla de armónicos golpes.
Forcejeo en el que siempre vence el alivio y el llanto.
Brilla el musgo esponjoso y empapado.
Embeleso de noche temprana, de oscuridad que llega pronto.
Si no me es placentero
" Mi vida es un abrazar sin complejos, y tras abrazar, si no me es placentero, desdeñar."
Irsia Carolain Sprimbol
Irsia Carolain Sprimbol
Escombro de soberbia
Soy madrugador escombro, que busca la sombra de la raquítica araucaria.
Amanece con la bruma del oscurecer.
Amanece con el dolor de un parto huero.
Amanece y no tengo ya ni bastón, ni perro.
Me ciega la abrazada ignorancia.
Me ciega la elección desacertada..
Cerrado a la guerra.
Cerrado a la mano suave.
Cerrado al beso amigo.
Escombro de torre soberbia.
Escombro de soberbia.
Ruina sin puertas abierta a la heladora intemperie.
Hijas del pantano
Hijas de la negrura del pantano, las llamaban en la puebla, hijas sin padre, hijas de los múltiples fornicios. Las encopetadas arpías de la puebla siempre fueron crueles, siempre las desollaron en el atrio, al salir de la misa de domingo, tras comulgar. Dios nunca les abraso la lengua mientras criticaban a las morenas del pantano, a las hijas de sus esposos, a los vástagos surgidos de sus inconfesables vicios.
Marta, Irene, Alejandra y Jacinta, eran impermeables a las miradas de los enlacados varanos, de las hienas que en corros se reían de su bastardía. Ciegas de soberbia las envaradas matriarcas, en sus criticas, reconocían el dolor de sus fríos y vacíos lechos, y el más duro dolor, de ver como incluso sus hijos corrían a La Casa de la Laguna, a saciar el picor de sus entrepiernas.
Marta, Irene, Alejandra y Jacinta, eran impermeables a las miradas de los enlacados varanos, de las hienas que en corros se reían de su bastardía. Ciegas de soberbia las envaradas matriarcas, en sus criticas, reconocían el dolor de sus fríos y vacíos lechos, y el más duro dolor, de ver como incluso sus hijos corrían a La Casa de la Laguna, a saciar el picor de sus entrepiernas.
De empalago y putrefacción
Me descompongo el los silenciados lamentos.
En el falaz y urticante tacto.
En la parra desnuda que se repliega en invierno.
Piel áspera que esconde tesoros.
Piel de sombra que brilla con su propia luz.
Apariencias, teatro chinesco.
Almizcle que empalagoso tapa putrefacción.
La tensión de las medidas.
Las tensas formas ante la medición.
viernes, 11 de noviembre de 2016
El precio de perder
No tiene ninguna grandeza la miseria.
No tiene riesgo la hipocresía.
Filas rotas por la soberbia.
Nos exponemos en exceso.
En los excesos nos exponemos.
Ya nadie frena las carreras.
Ya nadie coge puntos a las medias.
La única forma de valorar es perder.
Y pagar el precio de volver a lograr.
El artero Aurelio
Todo lo que se tira a los pozos para hacerlo desaparecer, la rebañadera lo hace aflorar.
Nada permanece oculto para siempre, los farsantes hablan en sueños y los traicionan sus pesadillas.
La lluvia borra las pisadas, pero no borra los delitos, es tiempo y paciencia, e interés en desentrañar. Trabajo y espera, y con mucha paciencia encontrar el hilo y tirar, devanar y llegar al desvelo, a la macula tapada bajo las mil dobles, bajo las mil cautelas, bajo el brillante barniz que refulgente hace creíble la teatral fachada.
Pillar delitos no es fácil, pillar delincuentes es difícil, es difícil pero gratificante, pillarlos cuando ya se veían impunes, se veían a salvo, se veían ufanos disfrutando del rédito de su artera estratagema.
Destejer la red de engaños, de patrañas sembradas en la maraña de los afectos, en la urdimbre de la clientela, esa parentela amplia que encumbra dioses de pies de barro. Destejer y desvelar para que corrido el paño que cierra el tabernáculo, vea el mundo, vean los embaucados, a la bestia que viste ropas de príncipe, al diablo que modoso esconde sus zarpas bajo capas y capas de cal viva.
Buscar la verdad es un camino arduo y placentero, si se ven en él, logros, miguitas de pan que tras comérselas, han regurgitado, forzados por la investigación, los pájaros.
Era muy compleja la euforia que Rebeca, sentía aquella mañana, ya no había red protectora y el salto mortal de su verdugo estaba al caer, era inminente, estaba tan próximo, que ella, ya sentía los ruegos de Aurelio, los sentía en aquel precipicio donde ella y su paciencia lo habían conducido, sentía como caricias, sus lastimeras suplicas, su afeminado gemiqueo, ante aquel abismo infinito, ante aquel cadalso, al que con zafias mañas y calumnias el había llevado a tantos otros, había llevado a los justos que le hacían sombra, a los rivales infranqueables, a todos aquellos seres superiores,que a no ser que el rastrero Aurelio, usara con ellos la difamación y la trampa, nunca hubiera estigmatizado y vencido.
Olvidados morimos
Siempre morimos dos veces.
Siempre hay dos tipos de muertes.
El fin es morir.
Morir al principio o morir al final.
Morimos cuando se nos para el corazón.
Cuando nos abandona el latir.
Cuando nos desenredamos de la fiebre de la pasión.
Pero sobre todo morimos en el mar del olvido.
Olvidados morimos.
Y entonces dejamos de existir.
Sin sombra y sin viento
Todo es interés en la venganza.
Es un suma y sigue vengar.
Amontono leña para quemar brujas.
Sin ruido y sin desaliento.
Sin ruido y sin viento.
Vestido de debilidad me paseo por los muelles.
Me paseo evitando despeñarme.
Me paseo rumiando.
Me enfrió, enfriando la cena.
Banquete de alimañas.
Somos rédito.
Somos en rédito con el que los agravios nos cobramos.
Ámame pero no amanses mi fiera.
No quiero caricias que despierten mi piedad.
Con mi ira voy, con mi ira vengo.
Sin proyectar sombra y sin levantar viento.
jueves, 10 de noviembre de 2016
Alma zángana
Acaríciame y conocerás el laberinto de mi espíritu.
Conocerás las muescas de mi culata.
Conocerás los muertos de mi alcoba.
Vence el miedo a mi fachada y veras que sólo soy escombras.
Soy erial.
Soy corte de serpollos.
Alma zángana
de vicios muy simples.
Riscos de hambre
Busco imperiosamente amparo.
Lo busco exhibiéndome en este mundano escaparate.
Desnudándome tras el grueso y frió vidrio de este ventanal.
Amores distantes, en la enorme distancia.
Me roza el silencio y el eco de mis sollozos.
Barrancos de sumisión.
Riscos de torturadora hambre.
Resaca
Resuena la modorra de las palabras hueras.
La machacona chapa del ruido de charla.
Ruido intenso de pusilánime alma.
Alma de cántaro, de dolor estéril.
Somos estrellas que agónicas fenecen en el mar de la queja.
Sólo la moral resiste el enviste de tanto gemiqueo.
Olas sin sal que minan igual.
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