Hay abrazos que son mortales, fiereza despiadada de afectos tóxicos.
En compañía de las sombras que carceleras acarician los rincones más íntimos de mi cuerpo.
Somos pasto de las rémoras que nos siguen y vampirizan en todos los contextos.
Amigos mortales, hiedra estranguladora que nos rodea y trepa hasta nuestra flamígera copa.
Nos quieren por ser faros, por ser candela que orienta en las tormentas.
Nos quieren por que somos el tormento de su falta de destrezas para la preeminencia.
Sin alas no pueden volar y vuelan en nuestros vuelos y sobrevuelan lo raso sobre nuestras alas.
Parásitos zalameros que nos desgastan y opacan con su rastrero trepar por la verticalidad de nuestra altísima, que no inexpugnable torre.
Somos débiles, altos bastiones que sienten y sucumben al zalamero viento.
Cercados por la corrobla de las zarzas, se secan los regios rosales.
Abrazos malditos que nos envenenan con sus urticantes espinas.