martes, 21 de octubre de 2014

La cultura del interés

Cuando convertimos la cultura en negocio pierde esta el interés.
Demasiados son los interesados en hacer de la gestión su modus vivendi.
Demasiados lobos que pastorean el bello rebaño para ordeñar interés.
No es la primera motivación del artista crear por interés.
Por vil interés, por el vil metal, no solo de pan vive el hombre.
Pero es mucha el hambre que pasa el artista.
Artista que no se prostituye a las redes de traficantes de arte sin alma.
Arte a la última, arte interesado del más bajo interés.
Gestores que nos etiquetan y rotulan como indómitos o dóciles.
Como punteros o sin punta.
Como maleables o poco dúctiles.
Todo lo que sale de las manos del artista es arte.
No porque lo diga el mercado.
Circo de tenderos y sátrapas que se tienen que tildar. 
Tildarse en los parámetros prescritos, fijados a priori, por los que necesitan de zonación.
Clasistas sin clase, que en la teatralidad del vestuario y en los cómicos e identificables gestos sacian su mordaz ego. Y en estos relamidos escenarios de modernez dicen ser quienes son.
Son, oleaje de barco, que amodorra y aturde de tanta superficialidad.
No es necesaria estar en boga para ser un buen artista.
No es necesaria gozar de las mieles del éxito para tener talento.
Desde los margenes se puede decir al interesante centro, que su corriente es eso, solo corriente centro.

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