Soy un delincuente.
Soy un delincuente de amor.
Un delincuente de caridad.
De caridad y desvelo hacia mis hijos.
Son carne de mi amor.
Son los recogidos, los que entre colores azules, naranjas y jarrones corrían por mi gran casa.
Mi gran casa cálida y llena de calor.
Calor de amor.
Rehago mis rutinas con su amparo, con el apoyo y aliento de ver que respiran por mi.
Lamento la inquina que motiva el brillo de mi presencia.
Lamento mi ausencia.
Y lamento que mi casa vacía recuerde el crimen.
Y espero paciente que Dios vacíe las casas siguientes.
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