viernes, 7 de noviembre de 2014

Decir la verdad condena

De los riesgos de escribir lo que se piensa.
De los riesgos que conlleva articular la verdad.
Y abrir la puerta del vació que es el engaño.
De descorrer el telón de la opereta, de la farsa.
Y ver tras él, las bambalinas de serpollos.
Causa espanto develar y ver tan tanto horripilante entramado de nuciencia.
Corte de damas bobas que son las más parásitas.
Es arriesgada la verdad para la arquitectura del vicio.
Es peligrosa la luz para los cuarteles del hampa.
No es nada luminosa la estela de enemigos que arrastra poner luz en la falta.
Da miedo el nada inmaculado, porque una vez manchado, sobre su túnica puede caer cualquier mancha.
Como pienso lo digo y por eso estoy solo,
Solo en una intemperie de voraces lobos.
Carroñeros que roban de la boca el pan al infante.
Carroñeros que seducen con diatribas de orinada gloria en las primeras horas.
Buitres que aniquilan incluso no nacidos convenciendo a sus madres de que en el templo de su vientre amparan carroña.
Nueva era sin redención, de electos malditos, que el pueblo maldice.
Malditos que juegan con la frágil memoria de un pueblo veleta.
Decir la verdad no redime, solo tras decirla sientes, que todo el mundo a ti te condena.


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