Que aburrida sin frutos propios, es la vida.
En el ecuador de dos precipicios.
El vació del pasado y del presente.
La muerte la gran verdad.
Se abrirá la granada.
Se desvelara lo encerrado.
El rojo sangre, renglones de vida.
La gran niveladora.
Amigos del alma.
Que sabéis en el sitio preciso que guardo el corazón.
Y desde la información que da la confianza.
Ametralláis mi pecho sin conmiseración.
Sufrimiento eterno.
Amor eterno.
Inmersión en aguas frías de dolor.
Ni vosotros mismos aguantáis el parámetro tan alto de
vulgaridad.
En el os movéis y chirrían los goznes de todo el control de
vuestro ser.
Gélido llanto de ámbar denso y doliente, resina que atrapa mariposas de pesar.
La belleza y la bondad pagan un alto peaje en las autopistas del éxito.
Medio siglo de brillo de hojalata.
Pesadillas a padecer.
Bosque de sargazos don de se pierden los ángeles.
Bocas desdentadas y blanqueadas que proclamáis códigos éticos por los que no os regís.
Espirales de humo.
Anillos de rendición.
Ententes cordiales de raquíticos frutos.
Extravagante diplomacia de sátrapa provinciano sin norte, ni sur.
Caída de ayer.
Caída de mañana.
Tropiezo perenne.
Invasores que solo me posibilitabais sobrevivir.
Amparo de desamparos.
Playa de marros cortantes.
Sangran en la blanca sal.
Golpe que termino por arrodillarme.
Lealtad de obrero, fiel mientras recibe un salario.
Otras gentes, otros lugares.
Tendré fuerzas para ir, para conocerlos.