sábado, 14 de diciembre de 2013

Recodos

Donde me encaminen los pasos.
Si me tienta el camino recto, veré el horizonte.
Si me tienta el meandrinoso, solo veré recodos.

Manchas

La orografía de las manchas, sus bordes, sus limites, sus fronteras.
Manchas azules en los parpados de los ojos marrones.
Manchas de guerra, de la peor de las guerras.
Las guerras de sexo y amor.
Teme a la sombra azul y a la mancha del rojo carmín.

Tus frases

Martirizaré el ingenio. 
Retorciendo tus frases.
No sus tus palabras.
Es su carga de ira.
Carga de amor perdido. 
De tiempo irrecuperable.

El rubí del antojo

Y la esfera armilar sirvió de modelo a sus órbitas, y supeditó sus deseos a la potente fuerza de la meta alta.
No temió ni un segundo que su vida era en vano.
Y que se perdía el placer del fornicio.
Era claro el estigma que le tildo en la cuna, con el rubí del antojo, hay cosas no escritas que se cumplen y hay promesas talladas que son una estafa.
Nunca quiso ser mimético, sabiendo que con ello salvaba de la pira su bello cuerpo.

Se oxida el oro

Se oxida el oro si lo orina el ruin.
Se pudre la seda si la codicia el avaro.
Nada está a salvo del infortunio del saqueo.
Nada está a salvo de las razias.
Lo que se levanto en costosos años.
La envidia incendiaria lo destruye en un día. 

Eróstratos y la envidia

El minuto de gloria de Eróstratos.
Sí no puedes poseer impide que otros lo posean.
Sí no puedes disfrutar impide que otros lo disfruten.
Hay tantos Eróstratos, inconscientes, vulgares, sin ideas, necios.
Eróstratos roídos por la envidia, pero no por el esfuerzo que supone alcanzar las primeras filas.
Pastores de piaras de cerdos que quieren renglones de historia.
Segundos de televisiva gloria.
Comadres que en el enredo y la calumnia arruinan la reputación sin macula de la virgen.
Monstruos inencasillabes que ansían la belleza que ni natura, ni intelecto les dio.
La envidia es la gasolina de Eróstratos.
Es el primer motor de casi todos los crímenes.
Por eso se mataron judíos.
Por eso se persiguen homosexuales.
Por eso Eróstratos asesina al perro del superior por que envidia la estima y el afecto que le profesan.
Todo es motivo de incendio.
El bello bosque que planto y cuido el laborioso.
Las rosas de la ventana de la bella moza.
El niño con talento que sin quererlo despunta en la clase de borregos devorados por la inoculada envidia del sin esfuerzo.
Lo robado, lo usurpado, lo borrado del mapa en la pira nunca sera tuyo.
Porque tu aunque todo el mundo lo olvide sabrás que un ser más elevado que tu lo creo.
Eróstratos cariño, entiende que nunca te tildara con talento mi Dios.

Involución

El fétido aliento de la involución.
Es un tufo a hiena.
A seres que se deshumanizan.
A seudopersonas que acobardan como estrategia de subsistencia y primacía.
El grueso de la población sufre en silencio el capricho de las bacterias.
Son minoría pero rinden multitudes.
Y han sabido encontrar hueco en el sistema y amparados por el prosperan.
Es un fétido aliento a pedigüeño.
A desintrucción y sin esfuerzo.
A virus que se perpetua a costa de células sanas.
No es el temor a una amenaza que no tiene forma.
No es el miedo a algo que campa a sus anchas en el abisal mar.
Es algo que esta al lado de tu casa.
En la puerta de enfrente.
Esta ahora mismo con la asistenta social para que le solucione la vida.
Los parásitos del sistema son como tu y como yo.
Salvo en que su aliento es fétido y viven a tu costa.
Judas del siglo XXI

viernes, 13 de diciembre de 2013

Sin monedas en el bolsillo

Uno es más uno mismo en la adversidad.
Sin la euforia de la alegría.
Uno es más autentico en las desgracias.
Cuando solo lo nimba lo autentico.
Las estrellas de brillo propio.
Los amigos que te aman en el desinterés.
Las desgracias eliminan lo que estorba.
Ligero en las penas.
Ligero de equipaje.
Y sin monedas en el bolsillo para pagar falso amor.

Parideras

Perras enceladas con la mente nublada.
Muy perras y con poca mente.
Mente que a pleno sol se ofusca.
Como no va a ofuscarse con un nublado y pasando el celo.
En vosotras rinde el número, nunca la inteligencia.
Puercas parideras de ejércitos de cerdos.

Conde de donde


Morir tontamente mirándose el ombligo.
Breves dignatarios que marchitan jardines.
Regando los rosales con puñados de sal.
Su muerte es tu muerte.
Y la peste que extiendes te llegará a ti.
Conde de las cerillas y la lata de gasolina.
Ni tu mama diría que obras bien.
Crees ser visionario pero eres un tuerto.
Que sueña en un reino de ciegos reinar.
Te aplauden los ciegos que no ven el fuego.
Pero cuando lo tengan cerca ya lo sentirán.

Las caras caricias


Caras son las caricias de la necesidad.
Obliga la necesidad a malgastar fortunas.
Obliga el hambre a pagar con oro, un mendrugo de pan.
Necesito caricias, tengo hambre de amor.

Amante de mi mismo

Me rodean mis brazos con la furia del mejor amante.
Del que mejor conoce las necesidades del amado.
Soledad de despertares con el desasosiego y la urgencia.
De quien se siente atropellado por el tiempo.
Del que sentirse solo le hace sentirse más viejo.
Amante de mi mismo para no sentir carencias.
Para no sentir que me devora el ansia de amor y el exceso de ausencias.

Prometo no envenenarme

¿Qué rédito tiene ser comedido.?
Ninguno.
Pues decidido, no tiene ningún sentido serlo.
Lo que silencias te envenena.
Y la piedra que no pones, en la construcción falta.
Juro que no silenciaré ninguno de mis pensamientos.

Cuesta caminar


Camino flanqueado por mis verdugos.
Me conducen ataviados con doradas dalmáticas.
En olor de multitudes.
Pues sus vientres son fértiles sin limite.
Se extiende la prole en filas, prolongando agonía y procesión.
En olor a incienso que aventa la asmática.
Huele el aire a sebo, ajo y  venganza.
Cuesta caminar erguido.
Ante tanto enemigo.
Ante tan poco amigo.

En la despensa

No veo a través de los tupidos visillos.
Pero si veo y muy bien las vidriosas miradas.
Y leo con claridad la desdibuja vulgaridad.
Poseedoras de joyas que nunca portan. 
Y que esconden bajo siete llaves en la despensa.