Y la esfera armilar sirvió de modelo a sus órbitas, y supeditó sus deseos a la potente fuerza de la meta alta.
No temió ni un segundo que su vida era en vano.
Y que se perdía el placer del fornicio.
Era claro el estigma que le tildo en la cuna, con el rubí del antojo, hay cosas no escritas que se cumplen y hay promesas talladas que son una estafa.
Nunca quiso ser mimético, sabiendo que con ello salvaba de la pira su bello cuerpo.
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