No nos cambia la vida por abandonar un bello nombre.
No somos libres por deshacernos de un pasado que aun abandonado nos lastra y condiciona.
Atormenta sentir como no queremos sentir, sentirnos mecidos por las furias de los deseos.
Por los nublados del almas, por los días crueles que garabatearon en lo más íntimo de nuestra piel que somos carne de patíbulo para esta cainita sociedad.
No cambian nuestros sueños porque escondamos nuestras caricias.
Ni siquiera siendo anónimos seres dejamos de ser envidiados.
No es nada dorada la sarna que devora al inferior, al que en fanfarria falaz cacarea grandezas.
Nada se abandona, de nada uno se desata porque hasta en el más lejano confín siempre habrá alguien que nos espete nuestra bella desgracia.
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