Los pobres lloran trabajando, no se pueden permitir el lujo de interrumpir su jornada, no se pueden permitir dejar de ganar el pan, tienen que sudar y llorar.
Está bien el luto, pero sin festejos y laborando, sin música pero labrando.
Las instituciones del estado con facilidad todo lo suspenden, paralizando el devenir del reino, demorando la salida de la crisis, postergando las iniciativas, los proyectos.
No toman ejemplo del que el pan se gana con su sudor y se ve forzado a trabajar y llorar, para llevar a la mesa el pan nuestro de hoy, que estará regado de amargas lagrimas.
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