A veces tengo días complejos, días de atmosferas enrarecidas, días de humo. Es amanecer y comenzar a oler la catástrofe, la densa desazón que comienza a embargarme. Es dañino ser poroso, tan permeable a las nieblas de la añoranza, de los traspiés que vuelven.
Son muchas las veces que tengo días complejos, inabordables, poliédricos, días de cortantes aristas que me hacen sangrar en silencio, en la desesperación que es esconder mis melancólicos estados tras la coraza de la sonrisa, esa mueca tan estudiada, esa carcelera fachada que contiene mi ira y no permite pasar a mi alma el bálsamo del consuelo que es mostrarse débil y herido.
Son muchos mis días grises, días que acontecen con demasiada frecuencia bajo un radiante sol.