Febril cubicaje

Príncipe de las tarascas.
Príncipe de los nada principales.
Príncipe sin principios.
Príncipe de tristes finales.
Aire para el asma del sarasa.
Aire para el sarasa que sufre asma.
Sufrida desidia.
Abnegada torpeza.
Torpedos en la línea de flotación del que no tiene destrezas.
Alma de almíbar.
Alma de corrobla.
De corrala y conciliábulo.
Somos nuestros errores.
Somos las esquinas donde nos vendemos.
El viento que grita el hambre.
Somos triste y febril cubicaje.
Más que nos fuerza al menos.
Vil metal que retrata nuestro patético ingenio.

Torpes embreados

Somos la facilidad con la que tropezamos.
La torpeza con la que caemos.
Destrezas que nos pillan.
Pillados ante la falta de destrezas.
Bodoques que se arriman al fuego.
Que se arriman a las llamas.
Que se acercan embreados,
al infierno de sus trampas.

Nubloso

Sintiendo la devoción del frío mármol.
La traumática tragedia del sigilo en las pérdidas.
Retiro voluntario para bordar encíclicas.
Nubloso destino que no conoce de temor.
Promesas de cielo que nunca llegan.
Farfolla que protege un grano que ya nunca germinará.

Signamos

Son los rayos esquivos los que iluminan podridas manzanas.
Discordias de tinieblas.
Lenguas ásperas que lamen infectas las brechas del alma.
Signamos las vilezas con la misma fiebre que las proezas.

Búmerang

Recogemos la ira que sembramos.
Recogemos heladas las cenas que servimos.
Es de necios pensar que no nos llegará el oleaje que provocamos.
Cretinos que se sorprende de que les devuelvan la hiel que esparcieron.
Terminamos comiendo los frutos que ofertamos.
Nos apedrean con las piedras que apedreamos.

Rigidez

Rigidez no es una destreza.
El rígido siempre se quiebra.
Todo lo que nos envara nos debe permitir respiras.
Constreñido por los barrotes de lo amoral.

De pasividad y otros defectos

"No hay nada peor que vivir de forma pasiva, aspirar humo pasivamente, ser pasivo espectador del mundo, mantener actitudes pasivas en el amor."
Irsia Carolain Sprimbol

Medrar y legar

Empolvamos la codicia con el talco de la caridad.
Ansiamos la preeminencia justificandola en la humildad.
Lobos que en absoluto son pastores.
Competimos por ser los primeros en ayudar.
Ayudamos como si la caridad fuera un deporte en el que competir.
Hipócritas enharinados.
Somos miseria disfrazada de humanidad.
Somos hienas ávidas de primeras filas.
Somos alimañas que sólo buscan medrar y legar.

Terrones de azucar

Con frecuencia nos contenta el infortunio.
Nos contenta engolosinándonos con terrones de azúcar.
Y por unos instantes, dejamos de padecer.
Y por unos momentos, dejamos de sentir los zurcidos de nuestra lona.
Dejamos de sangrar por las restañadas cicatrices.
Dejamos de pensar que la desdicha volverá mañana.

Fardo de plomo

Acongojado está el silente.
El que se agarrota en el desdén.
El silencio mata.
Sin defensores.
Sin nadie que denuncie el linchamiento.
Es un fardo de plomo el desamparo.
Inocentes condenados.
Condenados que son inocentes.

Se desplomó añoso

Nieblas de remostosa mermelada.
Arde el roble que murió rendido.
El soberbio testigo que se desplomó añoso.
Tragedias cercanas en adviento.
Se cansa el alma de lo cercano.
Se cansa de volar en círculos.
Pacientes heredipetas que desfallecen con la lluvia.
Se resiste el roble, se resiste el legado.
Todo lo que vale se resiste.
Es muy resistente la valía
.

Con las piezas contadas

Nos perdemos en los lazos.
Nos atamos enlazados.
Nos amamos sin lazadas.
Nos movemos en los márgenes.
Con la coreografía del juego tasado.
Con la atadura de lo predecible.
Con el tiempo medido.
Con las piezas contadas.
Somos partida con idénticos partidarios.
Bandos que la guerra diezma.
Desbandads de cuervos que no volverás a criar.

Estados figurados

Hiere la equidistancia de quien se creía próximo.
Es tan relativa la cercanía.
Creemos sentir el aliento de alguien.
Creemos sentir su caricia.
Creemos sentir su defensa.
Vivimos imaginando.
Vivimos figurando.
Impulsos que sólo conocemos en teoría.
Pulsos que nos los brinda el destino.
No queremos anticiparnos al dolor.
No queremos sufrir imaginando.
La ira nos salva.
Nos salva el rencor.
Nos protege el temor.

La Repu delira

Es tan grande la fiebre de lo poco importante, 
que cree que sus desafueros calientan mis sueños. 
Delirios de patán que imagina, 
que su bodoquera mole enciende la pasión de mis noches.
Macilentos anhelos de vulgar grasa, 
que sólo sacia el hambre de la jauría de su envidia.
No temo al inteligente,
temo al corniveleto ignorante.
Nada enloda más la gloria,
que elegir como compañía a una guarra.

Fuego

Nadando en el fuego de tus ojos.
Calentandome en sus brasas.