jueves, 31 de agosto de 2017

Diana de Gales


Los cuentos no existen.
Los príncipes roncan.
Los príncipes no son buenos amantes.
No es rentable amar al príncipe.
La felicidad no existe, solo es un instante que enseguida se corrompe.
La princesa se desconsuela porque la vida no es rosa.
Porque no es sencilla, porque sencillamente su candidez empalaga.
Es el vértigo de la fortuna, su cara oscura, su hiel.
Diana de perdigones, de dardos envenenados, de modales acartonados y de tríos que hielan.
Somos el coraje con el que nos vestimos, las palabras que embridamos y el corcel desbocada al que nos follamos.
Somos besos someros, somos vulgar necesidad, somos miasma y corona.
Sangre roja que la caricia sincera inflama.
Somos calentura y despiadada venganza.
Somos partida perdida, en la que buscando ganar, perdemos la vida.
Vértigo de placeres, vértigo de placebos, de gominolas, brillantes y golosinas.
Nadie nos querrá como queremos.
Y la altura confundirá los amores.
Y no será placentera la gélida peana, ni la pesada diadema, ni el acerado brillo del diamante o la seda salvaje que estrangula.
Nudo sin amantes, amantes sin nudos.
Oriente fatídico que todo lo vende y profana.
Príncipes que salen rana.
Ranas que nunca, tras los besos narcóticos, devendrán en nada.
El alma no tiene bordes.
Pero si tiene bordes la cama.

Polvo eterno


Atesoro belleza con la esperanza de trascender.
Con el anhelo de empapado de gloria no diluirme en el río cruel de la vida.
Acumulo herencias, tesoros que los heredipetas arrancan de las lívidas manos, al ser altísimo que feneció.
Efímera es la tierra, eterno el polvo.
Somos los tesoros que se dispersan tras nuestro obito.
Somos el príncipe que altivo, nada dispersa de lo que se le lego.

martes, 29 de agosto de 2017

Amor sin besos


Que puede sentir la mano entumecida.
La mano que cansada de caricias se abandona en el letargo.
Es esquiva la suavidad.
Es cruel retratando arrugas.
Torre soberbia que con su altivez hace más calamitosa la ruina.
Amor urgente que no busca besos.

El cielo de plomo


Se derrumba el cielo de plomo, sin ninguna majestad.
Torrencialidad que acarcava con ira las descarnadas laderas.
Sin raíces el reino se pierde.
Nada cincha el fértil limo.
Nadie embrida la transparente fiereza.

lunes, 28 de agosto de 2017

Lejos, muy lejos no habita el olvido


Seres irracionales y muy poco humanos, son con excesiva frecuencia los hombres. Nada ricos en piedades y prontos a la cólera.
Difícil atisbar cultura en una sociedad que se ahoga en las necesidades superfluas, cuando el ser instruido, lo primero que aprende es a mantener a raya la necesidad. Solo uno es libre necesitando poco, con muy pocos apegos y sintiendo en todo, lo provisionales y efímeros que son los estados.
Sucumbe la masa con demasiada frecuencia al teatro insalubre de quien la pastorea, de los creadores de rentables necesidades, de los generadores de filias y fobias.
Perdemos nuestra vida realizando labores ingratas, malvendiendo nuestro tiempo para comprar superficialidad, no es vida vivir esclavizado por las cadenas del consumo, no es vida vivir una existencia trazada, y no por las estrellas, sino por el ansia de un vil mercader.
Rotura la humanidad, marabunta irreflexiva que a su paso todo destruye, lo rotura y lo corrompe con su progresión geométrica, con su marea voraz, de bocas y necesidades inoculadas, con sus desigualdades y zonaciones, con su cortoplacismo y su necedad.
De qué sirve ser preclaro en un mundo de sombras y oscuros intereses, sólo sirve para aislarse en los confines donde el ruido llega atenuado, donde los estertores de la agonía, llegan en la torrencialidad de las primaveras, en los veranos de fuego, en los inviernos de deshielo y en el otoño de la caduca humanidad.
Lejos, muy lejos no habita el olvido, sólo habita el narcótico silencio del que, sabiendo la verdad, se ve forzado a callar.

Huele a relampagos


Huele a pólvora en el llano de los relampagos.
Corre por los farallones el estruendo de los petardos.
Y la campana se ahoga sin voz.
Y los trinos enmudecen.
Huele a pólvora sin Santo.
A pólvora sin tino.
Huele a infierno.
Y al preludio de la danza de los encolerizados diablos.
Huele a espantapájaros que arden.
Huele a miedo.
Huele a saña.
Huele a comadre.
Huele a carne.

sábado, 26 de agosto de 2017

EL TERRORISMO, LAS FOBIAS Y LA NECEDAD


Con qué gratuidad etiquetamos, tipificamos cautelas, denigramos el sentido común y estigmatizamos al que reflexiona con objetividad y respaldado por los datos, sobre dónde está la fuente donde nacen los odios, sobre quién fue el primero en odiar, el primero en sembrar el temor, el primero en aterrorizar y usar el TERRORISMO, para imponer un pensar, un creer y atávico modo de conducirse en sociedad.
Demasiada gratuidad de pusilánimes, que cegados por las consignas del bando, defienden conductas miserables de una fe que en su literalidad ampara el fanatismos, una fe que desde sus centros de oración y rezo alecciona engendros, que nada valoran los valores de los países que los acogen y amparan, y que en su buenismo ramplón justifica libertades injustificables; al terrorista y a sus adláteres, a quien pregona el odio y para quien anhela pasar a machete a los infieles occidentales, artífices del estado del bienestar al que ellos vienen.
Es occidente una sociedad narcotizada, que descreída, cree que las velas y las flores, ponen orden por sí solas, en la barbarie que nos invade y degrada.
Asusta escuchar tantas alharacas de trileros, que victimizan al verdugo y hacen victimario a la víctima ¿Algo habrán hecho? ¿Algo habremos hecho como sociedad? Para que haya despertado esa fobia en este credo de nómadas, esa animadversión, esos deseos de aniquilación y reemplazo.
Y la respuesta es, que quizás no hayamos hecho nada, y que sea nuestra indolencia y dadivosidad a la hora de respetar y dar libertades al liberticida, la que terminará por finiquitar nuestra tolerante e indolente sociedad de la empatía, basada en valores judeocristianos, que trata al ENEMIGO, como si fuera un igual.

viernes, 25 de agosto de 2017

La gloria nada teme


Me cimbre y desorienta el grito del falso.
El gorigori en falsete.
La falaz sonrisa de quien espera verte tropezar.
Rozando la gloria nada se teme.
No anida en mí el desaliento, solo me turba el ruido de la jaca soez.
Ir y venir de intrigas que me ralentizan, pero no me pierden.
Somos nuestra testarudez, el éxito es un camino angosto transitado por testarudos.


jueves, 24 de agosto de 2017

Mestiza hidalguía


Cuento mis días con amores perros, son mis perros lo que cuentan mis días.
Pavesas de aciago infortunio, de montañas coronadas de desierto.
Mastabas de princesas bastardas que como fulanas vivieron su mestiza hidalguía.
Somos las florituras de nuestro fenecer, somos el falso oriente que con sus dientes de leche descascarilla en infante.
Delfín de las postrimerías, póstumo heredero del finiquitado imperio.

La broncínea desdicha



No es broncínea la desdicha, ni aurea la majestad.
Chaparrones torrenciales y efímeros en las canículas, que generan pasajero malestar.
Somos lo que amparamos, somos el amparo que buscamos.
Ismos que sólo conducen a tómbolos, tómbolos que son miseria del abismo.

lunes, 14 de agosto de 2017

Supremacismo


Nuestras no son las filas.
Solo es indeleble la filiación.
Filas de dóciles alfiles.
De desmochadas torres.
De reinas sin méritos.
De eméritos reyes.
No todos los ríos se vadean a caballo.
No hay puentes en el damero.
Supremacismo de peones blancos.
Supremacismo de peones negros.
Sobre el cuerpo negro soflamas blancas.
Sobre el cuerpo blanco soflamas negras.

Dando tumbos


Dando tumbos camina el herido.
El que tiene lacerado el pecho.
El que camina ciego por la neblina de las lágrimas.
Efímero es el amado, efímero es el amor.
Dando tumbos camina el cansado.
En este valle de humo.
En este valle de incendio.
En este erial de sincero amor.

Fulanas de las letrinas


Desgraciadas las arpías que colocadas en las primeras filas se creen que poseen el patrimonio de la bondad.
Vendedoras de alaridos de velorio y de siniestros cantos que ninguna lluvia invocan.
Orondos seres de tocino y casquería que no temen comulgar en pecado, ni pecar tras comulgar.
Fulanas de las letrinas que llenan de orín los pies del altar.

domingo, 13 de agosto de 2017

Adiós Pepito


Ya he depositado tu cuerpo en el lecho eterno.
He abierto el hoyo con mis manos, arañando con mis uñas el seco suelo.
Tierra yerma que hoy te abraza.
A los pies de la alta tapia, en el huerto.
Te dará sombra la joven higuera.
Te he depositado envuelto en mi camisa blanca que huele a ti y a mi.
Que huele a despedida y recuerdo.
Abrazo de nieve para tu lividez.
He amontonado piedras sobre tu último lecho, para saber donde ir a verte, para no olvidar donde descansas.
Te has ido en la lluvia de estrellas de San Lorenzo, te has ido rápido, sin darme tiempo a pensar que no te quedaba ya tiempo.
Adiós mi Pepito querido, adiós mi niñito perro.


El almíbar que contenemos


Bienaventurados los deficitarios de odio, porque de ellos hablara el necio.
Y sólo hablara de ellos, porque el puro todo lo tilda y nimbado de luz deslumbra.
Polillas cegadas por la luz del mundo, cegadas por el inalcanzable mundo de la luz.
Somos la tragedia que nos contiene, el almíbar que contenemos.
Perfección que camina cercada por los matorrales de la catástrofe.
Por el tormento que es pensar y con la razón aislarse.
El que no te hace sombra te parasita.
El que medra odiándote te hace su norte.
El fuego intencionado no necesita tormenta.