lunes, 19 de diciembre de 2016

Muere el Embajador ruso en Tunez


Invierno de desdichas,tras las tormentosas primaveras árabes, son las consecuencias de desestabilizar, de inmiscuirse en unas imbricaciones y en unos equilibrios que como locales que son, no obedecen a intromisiones.
Son los intereses de parte los que mueven al primer mundo, a la indolente y tibia Europa, que no sabe contener su confort, que no sabe embridar su estulticia, que no sabe, ni quiere poner pie en pared en la necedad de sus filias y fobias, en su interno buenismo de cretinos tuertos.
Europa la indolente, Rusia la destronada, Estados Unidos la protectora, tres patas para un banco que cojea, para un banco que hace aguas, para un dique que ya nada ni frena, ni contiene.
A las puertas de occidente, a las puertas de la catástrofe, con las amenazas en la puerta y en el corazón de nuestras grandes urbes.
El odio ya está sembrado y regado de sangre, sangre aireada en las redes, en los medios, aireada y cargada de parte, cargada de sinrazones, cargada de dinamita, de metralla, de la frustración de las bombas, del argumentario de los pusilánimes.
Ya nada se puede recoger, ya todo se ha vertido, la infección campa y siempre encuentra cobijo en algún desalmado que justifica la espiral, avivando rencores, avivando el cretinismo de los nuevos que llenan los parlamentos, esos nuevos que han llegado muy verdes, que han llegado a jugar al postureo, cuando mandar obliga a sacrificar torres, alfiles, peones.
La nueva Rusia y su Zar, anhelan el perdido imperio y harán todo lo imposible por no perderlo, por recuperarlo, por ser lo que fueron o quizás nunca fueron, La Gran Rusia se lo juega todo en este tablero, lo sabe y por eso de farol apuesta, de órdago quizás, sólo quizás acierta.
Tiempos de guerra, de prolegómenos, de preámbulos de la Tercera Guerra.

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