Tras las doce, de las doce horas, de los doce meses, de los doce apóstoles, de las doce uvas, saldré.
Socializaré buscando la aprobación del grupo, de mi grey, de mi pueblo.
Todo vuelve y yo ya he vuelto, al ciclo de los días iguales, de las noches de silencio, de los caquis, de las manzanas y las naranjas extendidas en los suelos de piedra y en el enorme desván para que no se pudran.
Hoy saldré a ver y ser visto, a exhibir mis rarezas, mis manías, mi abolengo.
Odiaré la pólvora y los gritos del vulgo al que siento muy ajeno, pero en el que hoy me confundo.
Saldré sin metas, solo a coger aire viciado de bares ya sin humo, saldré a divagar, a ejercitar mis palabras, mi voz encerrada en este autoimpuesto exilio de perros y casa.
Saldré a felicitar, a besar, a ser besado, en el automatismo prescrito de la noche, noche de forzada fiesta, punto de inflexión de un día que será igual que mañana.
Saldré aunque llueve, porque esta escrito ya en la rutina de todos que hoy es necesario salir y desear al mundo un feliz año nuevo.