Es de papel la corona del pelele.
Del que oficia de hazmereir en las vacías fiestas.
Del que entretiene los días sin rumbo de los iguales.
De los que ignoran que sus risas las motiva la empatía.
El especular esperpento de sus vidas.
La tiña de sus noches.
El alambre pegado al suelo por donde caminan.
Sin riesgo, sin red, sin miedo a padecer caídas.
Coronas de sin oficio, de oficiantes de misas de sarcasmos.
Misas de laicos, con otros corderos, desollados en plaza publica.
Desollados con la inquina de la plebe.
Con la inquina de la peor de las corrientes.
La más dañina, la más asoladora, la más virulenta.
Se ríe la sombra del sol y del árbol.
Todo es risible para lo llano.
Pero aun sufrible, victoriosa es la estridencia.
El abandonar el prescrito recorrido.
Chirría el gozne con la desquiciada proeza del visionario.
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