Sortijas de menosprecio.
Tormentos de brillos.
Trenes de placer pagados con gemas.
Son mis lagrimas los diamantes que luzco para que me envidien.
Solo ven, solo saben de mi última capa de brillante nácar.
Oriente de celos, odiada por los que no saben que mi amado enquista sus traiciones con las joyas de mi decepción.
Nadie sabe lo que no ve.
Nadie ve la lagrima humilde y humana con la que mi corazón ansia la paz del desnudo de brillos, pero vestido de besos.
Es un acto hipnótico el empalago de todos mis aderezos, trofeos de mis fraudes.
Pulseras de brillantes, de cabujones de aguamarina, berilos talla esmeralda, todo mi fulgor es el precio a mis bastardías.
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