Que diferentes son las manos.
Que diferentes sus destrezas.
Que diferente su suavidad o aspereza.
Comparo los corazones.
Comparo los indices.
Comparo los compromisos de los anulares.
Comparo los imprescindibles pulgares.
Y comparo la falsa clase de algunos meñiques.
Comparo y es evidente que no todo me rinde.
Y es evidente el discurso de sus renglones.
Vivo de mano en mano.
Comparando manos.
Añorando perdidas manos.
Soñando con la fuerza esforzada.
Con la gracia y el ademán de la mano de ahora.
Con la mano que me salva.
Con la mano que me ahoga.
Con la mano que todo lo da.
Con las manos de sombra que roban.
Manos para amarte.
Manos para temerte.
¿Para qué sirven tus manos?
Manos que no hablan.
Porque solo con hechos cuentan.
En tus manos encomiendo mi espíritu.
Nada yo dejaría en tus manos.
Manos que laten como el corazón.
Manos que sanan heridas.
Manos que se hieren así mismas de tanto servir.
Manos curtidas en la entrega.
Curtidas en el cavar la tierra de todos que no trabaja nadie.
Curtidas en el sostener patrias.
En el sostener ingratos.
Curtidas por el agua fría de los ríos de lagrimas.
Si yo perdiera tus manos, de mi que sería.
Si mis manos perdieran tu aliento yo ya no viviría.
Beso las manos de los enemigos.
Y los amigos besan mis manos.
Hacer o deshacer está en tus manos.
Ayudar a vivir.
Ayudar a morir.
También a ellas les toca.
De mi mano a tu boca.
De tu boca a mi mano.
La boca crea palabras.
La mano cincela sillares.
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