Uno se quema muy rápido en el escaparate.
La racionalización del éxito.
Hace que no se rinda el fruto efímero.
Que el dolor de la obsolescencia no llegue.
No olvidar es no volver a tropezar.
Solo los fantásticos atraviesan los desiertos sin signos de fatiga.
Es el llanto interior designio de rey de la caridad.
Sentiré tu frió y te haré creer que hace calor.
Veleidades de día de sol.
De hortensias de primavera en invierno.
De trinos infinitos en la claridad que invita a vivir.
Patio de vida, de sabanas secas al sol que seca mi alma.
Con un sofisticado punto muy vulgar, caminando por la pasarela de la vida.
Alaridos de impostura, de chupa de eskay, de tacones chinos, de azul metálico de hambre.
Ese es el sino de la pordiosera de caricias.
Caricias a hurtadillas.
Robadas a padres aburridos de la misma mesa, con el mismo mantel.
Vicio de ajadas y apuntaladas ruinas que hacen creer que fueron acabadas, consagradas y abandonadas en el más álgido de los esplendores.
Ilusiones de gallinero con ínfulas de palacio real.
El estrecho puente que une cordura y sin razón.
Lagrimas de necedad, de inútil y recompuesta ruina.
Yemas de roble abortadas por una tardía helada.
El duende de lo fácil y vulgar.
Hambre de cielo, saciada en el más vulgar de los infiernos.
Siempre hay fisuras en la certeza.
Toda estelar presencia provoca sombras.
Hasta Dios escribe torcido.
Como no sentir el tropiezo como parte de mi trayecto.
Como no sentir las fisuras del tropiezo.
No existe la talla perfecta.
Y la luz más potente provoca ceguera.
Derrotas presentes de guerras pasadas.
En el nieto te cobraras la inquina al abuelo.
Llega tarde, pero llega injusta.
En la mente de la fiera cólera todo vale.
Enfermo de ira, ira de herencia.
Pisas con soberbia en acto de revancha.
Necio que atesoras odio.
Incapaz de hacer rendir talento.
Cenizas. sardinas y pecados veniales.
Con restos de polvos de arroz y carmín de puñeta.
Comienzo el llanto del entierro.
Corrillos de plañideras que cuentan corridas.
Aguardiente para el trago amargo del desierto.
Ciclo de hambre, de hambre de pobre.
El sabor de la piel de un volcán.
Lavas que queman mis labios.
Calor que busco y persigo.
Riesgo en la súbita erupción.
Placer en la noche.
En la tormenta de cenizas.
En la que el deseo nada ve.
Si supiera yo como retenerte.
Si yo conociera la clave del mantenerte.
Del entretenerte a mi lado.
Del fijar tu presencia a mi existencia.
Del tenerte en mis largas noches de invierno.
Si supiera yo donde está el jardín con el que sueñas.
Donde está la isla de tu dicha.
Y donde bebe brillo tu mirada.
Sé que no soy el lago azul donde tu nadas.
Ni el lecho verde donde tu piel reverdece.
No soy nada para ti y en ese bosque de verticales rivales yo me pierdo.
No soy nada en la arena donde tu cuerpo dorado reposa.
No soy nadie para pretender tu reino.
No soy quien para reprocharte mi duro invierno.
No creemos lo que vemos.
No concordamos con lo que somos.
Nos vemos y no nos reconocemos.
Somos el capricho de nuestra imaginación.
Somos un extraño que duerme a nuestro lado.
Somos el desconocido que nos remeda en el espejo cuando nos cepillamos los dientes.
De quien se enamoran los que nos ven.
Si nosotros a nosotros mismos no nos vemos.
Somos percepciones personales e intransferibles.
Somos lo que no somos.
No somos nada de lo que se ve.
Pasajeros desconcertantes.
Compañeros de días de caídas.
Donde el azar y el alcohol eligen las paradas.
Que puertas tan extrañas abre el abandono.
Y que de gente hay tras ellas.
Locos que salen de noche.
Noches locas.
Buscando en el capricho.
Enredado en el zarzal.
El rosal he perdido.
Mujeres de negocios raros.
Y recursos placenteros.
Humo de espejismos.
Triunfo de sed tras tanta sal.
Ingreso en el camino de recodos.
Abocado a vivir del pedregal.
Incomodo monte retirados del llano.
Cuarenta de crisis que constata el espejo.
Y la urgente ambición de mi descascarillada alma.
Como me entregaré.
Como te susurraré al oído deseos de furia.
Como calmaré la tempestad de mis codicias.
Como calmaré a la fiera que ruge hambrienta.
Como desenredaré los hilos del amor y el deseo.
Cuando me dirás que sí.
Cuando te diré yo a ti que no.
Nos vemos en la cumbre.
En la fatiga de los sueños.
En la permanente carrera.
Ceder un poco es terminar perdiendo mucho.
Cada sol sudaré el escarpado camino.
Sintiendo la distancia.
Sintiendo el famélico logro.
Frió seco y sano.
Calor insalubre y húmedo.
Piso piedras no domadas por la corriente.
Piso aristas que cortan por primera vez unas plantas que ascienden.