sábado, 18 de octubre de 2014

Fiestas de progres

Se le acumulan las fiestas, pero no invita a los pobres a ninguna.
Quizás esos pobres, a los que defiendes con la voz impostada y en falsete, ese día comerían.
Comerían, frío o caliente, pero saciarían el hambre de la que eres consciente. pero para nada subsanas.
Suena cómico, si no fuera porque es trágico, tanto burdo teatro.
No se puede pedir al rival que haga lo que tu cacareas y no haces.
Ni suena lógico, ni suena ético.
Fiestas de progres que solo practican el aburguesado entretenimiento de la involución.

De lenguas vivas y conciencias muertas

Amigos que te producen agobio.
Novios con los que te alivias.
Palabra engendro que tiene lo peor de dos mundos.
Refrito en sucia sartén, que aniquila en la incorporación los sabores limpios.
Altas que fuerzan la baja.
Altisonantes hijos de Satanás que solo contentan al que tiene su léxico reducido a cuatros desafortunadas palabras.

La remostosa barra

Es bastión de los infelices la remostosa barra del bar.
Es el aturdimiento su deleite.
Es el interlocutor, el preso del trabajo de servir.
Forzado en la lengua de abismo, ha escuchar confesiones.
Entre tanta chanza y socarrona risa, asoma la triste alcoba.
Asoma la mano airosa, que habiendo nacido para cuidar rosas.
Se curte áspera en la cementera.
Bocas saciadas que ríen.
Mientras los ojos ventanas del alma lloran.
En la barra todo aflora.
Flores ajadas por las caídas.
Flores que enmascaran la traición, de tan acicaladas. 
Sin freno, al pesar nada lo frena.
Sin referencias, uno se sincera.
Y siente al camarero, confesor cercano.
Y busca en la penitencia del alcohol, huir del frío inclemente.
Huir del beso de Judas.
De la torcida pasión.
Huir del raer de la herida.
Nos bañamos en el etílico elixir, para adormecer tanto dolor.


Los méritos siempre son compartidos

Menos ruido, porque no son tantas las nueces.
Y ni siquiera habéis plantado el nogal.
Es el síndrome de la titiritera primera fila. 
Creer que nadie se sienta por detrás.
Son las últimas filas las que sustentan a las primeras.
Las que hacen que exista la cúspide.
Cabeza que rige cuerpo pero desde la discreción y la bondad.
Sé que es mucho pedir a los que se les suben los mandatos a la cabeza.
Y piensan que no hay mundo ni delante, ni detrás.
No hay reina sin pueblo.
Pero hay pueblos que ni tienen, ni quieren reina.
Quien quiera entender que entienda.
Quien quiera enmendar que enmiende.
Este convite que presidís, no se ha pagado con vuestra hacienda. 
Porque como hacienda somos todos y todos sufragamos.
Todos debemos ser aplaudidos.
En tiempos de vacas flacas, hagamos de la flaqueza virtud.
Ningún ego gordo, para que no quede ningún ego muy flaco.


viernes, 17 de octubre de 2014

Siempre hay quien critica los logros

Con que facilidad habla de cortinas de humo el que es lo único que extiende.
Densas cortinas de toxico humo.
Palabras que distraen de la situación personal.
Cacareos que nada dicen de nuestra demasía injusta.
De nuestra dorada jubilación.
De nuestra vida de provinciano sátrapa.
Nada de capitales y de nuestro capital nada.
Pataleta de mercaderes expulsados del templo en la anterior legislatura.
Duele soltar la teta.
Duele veros quererla agarrar con tan burdas tretas.
Solo nombráis a los pobres para faenar.
Solo os acercáis a los pobres para en las urnas medrar.
Escandaliza el teatro de vuestras frases de bien comidos, de bien desayunados, de bien cenados y bien viajados, de todo os sobra, pero aun así ni las sobras repartís.
Ansia de gloria de Casa Consistorial y Gran Teatro para adormecer al pueblo con el circo que planeáis dar.

En el albor

Son tantos los monstruos que habitan mi alcoba.
Que pueblan mis sueños.
Alimañas que llegaron a mi vida muy pronto.
En la más tierna infancia.
En el albor de mi primera mañana.
Nunca estoy solo.
Siempre estoy mal acompañado.
Sueños tóxicos en los que descansar es una quimera.
Pero nadie lo sabe porque solo a solas ellos afloran.
Ellos afloran para impedir que olvide.
Para recordarme que las deudas no vencen.
Y que urda el cobro.
Porque solo se olvidan las deudas cobras.
Solo desaparece de mis sueños el monstruo muerto.

Gemido de dulzor

Oblicuo rayo de luz.
Que rasgas en lluvia de fuego.
El principesco cortinaje.
Bordados cortesanos que velan la indecencia.
Bruma de rubores encendidos.
Niebla de vapores para adormecer dolores.
Furor de ferocidad apasionada.
Rompe la sala el rayo de luz.
Rompe el silencio en gemido de dulzor.

Vencidos


Los espejos multiplican el espacio como los lagos el cielo.
Nada inventas todo está ya inventado.
Síndrome de Narciso que se enamora de si mismo en un apacible estanque.
Nada vence al tiempo, es el tiempo el que ya nos ha vencido.

Pendones de sin gloria

Bajo el estandarte de la vulgaridad se ganan pocas batallas.
Ejercito amplio que es captado como comparsa para causas poco loables.
Pendones de sin gloria que en riada de carne de cañón con lo incólume arrasan.

La libertad es la obligación, no el derecho

Donde tu ves una carga yo sacio mi sed.
Ruedas de molino que nos salvan.
Alas que nos impiden volar y ser.
Arena en los ojos.
Arena de oro.
Pero molesta arena, que me impide ver.
Esclavos de la libertad.
Libres, pero por la carga con apariencia de esclavos.
Porque el que da recibe.
Y si nadie da no hay derecho.

Fragmentos envenenados

Los fragmentos de la manzana envenenada, envenenados están.
Manzanas de discordia.
Gobernantes de interés.
De intereses muy particulares.
El verbasco no solo envenena peces, a veces envenena al pescador.

Chisporroteo que en segundos se esfuma

Las palabras son un chisporroteo que en segundos se esfuma.
Duermen conmigo forzándome al desvelo.
Y cuando no las anoto se olvidan.
Sin papeles todo se pierde,
Lo que no está en un papel ya está perdido.
Lo que no se materializa no existe.

jueves, 16 de octubre de 2014

Jayán

Jayán de corazón pequeño.
De corazón de infante.
Hombreton de sentir aniñado.
No es bravura la grandeza.
No está la fiereza en la enormidad.
No nos hiere la montaña, si no la pequeña china al caminar.

Soy un hombre de fe en el Altísimo

Permíteme dudar.
Pisar con recelo por el camino dorado de tu optimismo.
Soy un hombre de fe.
Pero de fe en el Altísimo.
O en el Hombre con bolsillos de cristal.
Dudo de tanta lengua larga que se pasea airosa.
De tanta mano diestra que distrae, mientras sustrae la siniestra.
Como atonta la caja que no tiene nada de tonta.
Cuanto tonto cree en la chanza.
Que poco gracioso es este desmedido creer.

Un chorro de luz.

Excesivamente delgado y con un chorro de luz en la mirada.
La guerrera le sentaba como un corsé, se notaba que sabia caminar por mullidas alfombras y pisar los charcos de la calle. Tenia estilo, un extraño estilo que no buscaba los espontáneos instintos básicos.
Su voz olía a café, a voz despierta, a voz madrugadora y curtida en la carrera de obstáculos que es poner los sueños en pie.
Se veía que te podía convencer, se le veía difícil de convencer; De piñón fijo.
Tropezar con él no fue un acierto, fue un milagro, porque todo cambio a partir de ese momento.
Yo tenia las manos libres, libres de todo, manos libres de naufrago que en las rocas y haciendo pie suelta el madero que lo ha arrastrado a costa.
Y eso facilito la fuerza con la que me así a él. Me agarre a él como si volviera a naufragar y le necesitara para no zozobrar. Un diamante es para siempre y eso hice, conseguir la férrea alianza que es el vinculo del anular.
No fue difícil, vino rodado por mi permeabilidad, por una empatía inusitada que por nueva en mi me hizo ser una replica de él. Una replica de sus anhelos, de su proyección de amor.
Ser amado así fascina, colma y colmata todas las llagas anteriores, hasta el punto casi de olvidar que he sufrido, que un día sufrí.
Por eso te digo, desde mi hoy, que camines con las manos libres de pesares, para poder coger al hombre cuya mirada tiene un chorro de luz para ti.