Se descamisa la serpiente en la siesta.
Se despelleja ardiente.
Muda estrecha.
Muda y se crece.
Y siente, mientras se roza, la caricia ruda que la piel lacera.
Labios hostigados por los besos duros.
Por la piel curtida del amante caliente.
Amante que no mide.
Y en la sin medida se desborda.
Hiriéndonos con su calentura la sonrisa picara.
Nos desviste el fuego.
Nos zahiere la brasa de su lengua y de sus fieros dientes.
Amante de siesta que nos frota y zarandea en los rescoldos de la fusca.
En la fiebre que nos nubla y muda.
Se despelleja ardiente.
Muda estrecha.
Muda y se crece.
Y siente, mientras se roza, la caricia ruda que la piel lacera.
Labios hostigados por los besos duros.
Por la piel curtida del amante caliente.
Amante que no mide.
Y en la sin medida se desborda.
Hiriéndonos con su calentura la sonrisa picara.
Nos desviste el fuego.
Nos zahiere la brasa de su lengua y de sus fieros dientes.
Amante de siesta que nos frota y zarandea en los rescoldos de la fusca.
En la fiebre que nos nubla y muda.