Conocedores de la grandeza de lo pequeño, del denostado sillar, de las piedras angulares que terminan en las escombreras, nos enlodamos tanto en los atajos del veloz progreso.
Solo deberíamos fiarnos de la suma, de la puesta en pie de las acciones, de su edificación.
Alejados del edificio veremos sus faltas.
Es distancia lo que necesita el que cifra que su charco es un océano.
Altas miras mirándonos de frente.