domingo, 13 de noviembre de 2016

Sin marañas


La viveza de una noche encendida.
De una luna que reina sin nubes.
Sin marañas está el cielo.
Sin luciérnagas que lo distorsionen.
Admirable fruto anaranjado.
Es mi pecado, es mi pasión.

El zafiro Ganímedes


Exhibir poder era su norte, no hay poder sin exhibición. Ella sabía manejar los hilos, tejer con ellos y forjar los lazos necesarios para poder legar a sus vástagos su posición. La sangre azul es un caprichoso andamiaje, una compleja red de enlaces, que se sigue forjando hoy, alianzas con o sin amor, que acumulan y reparten preeminencia y posición. .
Aquella noche era muy importante, era muy importante mostrar la exclusividad de su cuna, los tesoros exclusivos que ella poseía. Ganímedes, era un enorme zafiro de Ceilán, de 476 quilates, era un pedrusco soberbio, montado como colgante por la casa Cartier. Él, era el elegido aquella noche, porque Ganímedes, definía a la perfección la máxima, de cómo el poder se rodea de lo que pocos, muy pocos pueden poseer y porque hay que estar al lado del que detenta el poder, nuevos tiempos, nuevas alianzas.
En el vestidor, se enfundó, con ayuda de Rita, un armado Balenciaga, de dorados destellos. Después delante del vertical espejo, en su dedo corazón colocó un zafiro más modesto, tres quilates en talla oval, montado sobre una orla de brillantes, en las orejas unos pendientes a candelieri con zafiros pera y diamantes, coronando la testa un bando de brillantes con la elegida gema de la noche, la gema azul, y por último el Rey Ganímedes, colgando, sobre el pecho, de un collar de chatones. Se puso unas gotas de perfume detrás de las orejas y otras en las muñecas y se las frotó. Un último vistazo al espejo y a los destellos que devolvía, y Federica salió al pasillo para encaminarse al salón.



Empapado de desamor


Abro mis heridas en las tabernas.
Abro la profundidad de mi alma en las barras.
Me abro en canal en el remostoso enjambre de la libación.
Sobre el pringoso mármol lleno de cercos, donde todos se abren.
Me divido y multiplicó en el ahogo de desahogarse.
De tanto sentir ya ni siento.
Empapado de desamor y olvido.
Soy realmente el que reniego ser.
Busco el respeto de los que como yo no se respetan.
Busco diluirme en los vasos de dañina hiel.

La esperanza de ser complacidos


"No sólo nos atenaza el miedo, también nos atenaza el placer, rendidos en la esperanza de ser complacidos."
Irsia Carolain Sprimbol

Teatro para la vista


Gime el tacto infalible, la palma que sabe de tropiezos.
Gimen las yemas que leen los pliegues.
Gime la crujiente hojarasca que se rompe bajo mis pies.
Otoño de caducos gemidos, de sol sin lagartos.
Desnudos los gigantes del atrio se embriagan de los nebulosos perfumes.
Se embriagan con las modas pasajeras que no nos mudan.
Teatro par la vista, pues no se miente al tacto.

sábado, 12 de noviembre de 2016

Este tránsito


Que tristeza nos genera
la vida eterna,
el sueño eterno,
de aquellos que pensamos,
que deberían acompañarnos siempre,
en este tránsito finito que es
este valle de pérdidas.

Delicadeza y ambigüedad


Caminan de la mano delicadeza y ambigüedad, caminar entrelazadas, imbricadas, tan estrecho es su abrazo que no corre el aire entre ellas. Ellas son hermanas siamesas con un único corazón, que como bello y colorista rehilete agitan el aire,son atmósfera de seres divinos, de divinidad, de belleza, de grácil y graciosa cadencia.
Así era Justo, un bello ser, un ángel andrógino caído del alto cielo, que con sus movimientos despertaba las más tortuosas pasiones, los más bajos instintos, locura de amor de amantes soñadores que nada más verlo se volvían locos. Justo era injusta tortura, ere luz que con sus raros orientes, que con su nacarada y meliflua estrella, iluminaba salones y rendía mecenas.
Justo y sus burbujeantes modos encandilaban aquella noche en La Platería a Tete, que escuchaba eclipsada, las explicaciones sobre los atlantes del salón corintio del Palacio de los Obregón, hipnotizada por la dulce voz y por las refulgentes aguamarinas que eran los ojos de Justo. Tete era de brillos, de caros brillos, pagados con el sudor acumulado de los suyos, con la aparatosa fortuna de los Martel, fruto de siglos de tacañería y privaciones a la que ella, heredera díscola y universal, había puesto fin. Justo se dejaba halagar por aquella solterona octogenaria, cargada de pedruscos carísimos, que no dejaba de mirar sus ojos, como urraca que ansía llevárselos como botín a su nido.

Vivir hiere


La realidad cerca y asedia a los ideales.
La realidad es un verdugo que despiadado se ceba con el candor.
La realidad agria el dulzor de los jazmines.
Opaca el brillo de crisol de los vitrales.
La cruda realidad nos hace prácticos e insensibles.
Vivir hiere.

Sonata triste


Sonata triste de lluvia y melancolia.
Frío marfil que no entra en calor ni con la cólera de tus yemas.
Ser feliz con la fatua melodia.
Feliz en la jungla de armónicos golpes.
Forcejeo en el que siempre vence el alivio y el llanto.
Brilla el musgo esponjoso y empapado.
Embeleso de noche temprana, de oscuridad que llega pronto.

Si no me es placentero

" Mi vida es un abrazar sin complejos, y tras abrazar, si no me es placentero, desdeñar."
Irsia Carolain Sprimbol


Escombro de soberbia


Soy madrugador escombro, que busca la sombra de la raquítica araucaria.
Amanece con la bruma del oscurecer.
Amanece con el dolor de un parto huero.
Amanece y no tengo ya ni bastón, ni perro.
Me ciega la abrazada ignorancia.
Me ciega la elección desacertada..
Cerrado a la guerra.
Cerrado a la mano suave.
Cerrado al beso amigo.
Escombro de torre soberbia.
Escombro de soberbia.
Ruina sin puertas abierta a la heladora intemperie.

Hijas del pantano

Hijas de la negrura del pantano, las llamaban en la puebla, hijas sin padre, hijas de los múltiples fornicios. Las encopetadas arpías de la puebla siempre fueron crueles, siempre las desollaron en el atrio, al salir de la misa de domingo, tras comulgar. Dios nunca les abraso la lengua mientras criticaban a las morenas del pantano, a las hijas de sus esposos, a los vástagos surgidos de sus inconfesables vicios.
Marta, Irene, Alejandra y Jacinta, eran impermeables a las miradas de los enlacados varanos, de las hienas que en corros se reían de su bastardía. Ciegas de soberbia las envaradas matriarcas, en sus criticas, reconocían el dolor de sus fríos y vacíos lechos, y  el más duro dolor, de ver como incluso sus hijos corrían a La Casa de la Laguna, a saciar el picor de sus entrepiernas.

De empalago y putrefacción


Me descompongo el los silenciados lamentos.
En el falaz y urticante tacto.
En la parra desnuda que se repliega en invierno.
Piel áspera que esconde tesoros.
Piel de sombra que brilla con su propia luz.
Apariencias, teatro chinesco.
Almizcle que empalagoso tapa putrefacción.
La tensión de las medidas.
Las tensas formas ante la medición.

viernes, 11 de noviembre de 2016

El precio de perder


No tiene ninguna grandeza la miseria.
No tiene riesgo la hipocresía.
Filas rotas por la soberbia.
Nos exponemos en exceso.
En los excesos nos exponemos.
Ya nadie frena las carreras.
Ya nadie coge puntos a las medias.
La única forma de valorar es perder.
Y pagar el precio de volver a lograr.

El artero Aurelio


Todo lo que se tira a los pozos para hacerlo desaparecer, la rebañadera lo hace aflorar.
Nada permanece oculto para siempre, los farsantes hablan en sueños y los traicionan sus pesadillas.
La lluvia borra las pisadas, pero no borra los delitos, es tiempo y paciencia, e interés en desentrañar. Trabajo y espera, y con mucha paciencia encontrar el hilo y tirar, devanar y llegar al desvelo, a la macula tapada bajo las mil dobles, bajo las mil cautelas, bajo el brillante barniz que refulgente hace creíble la teatral fachada.
Pillar delitos no es fácil, pillar delincuentes es difícil, es difícil pero gratificante, pillarlos cuando ya se veían impunes, se veían a salvo, se veían ufanos disfrutando del rédito de su artera estratagema.
Destejer la red de engaños, de patrañas sembradas en la maraña de los afectos, en la urdimbre de la clientela, esa parentela amplia que encumbra dioses de pies de barro. Destejer y desvelar para que corrido el paño que cierra el tabernáculo, vea el mundo, vean los embaucados, a la bestia que viste ropas de príncipe, al diablo que modoso esconde sus zarpas bajo capas y capas de cal viva.
Buscar la verdad es un camino arduo y placentero, si se ven en él, logros, miguitas de pan que tras comérselas, han regurgitado, forzados por la investigación, los pájaros.
Era muy compleja la euforia que Rebeca, sentía aquella mañana, ya no había red protectora y el salto mortal de su verdugo estaba al caer, era inminente, estaba tan próximo, que ella, ya sentía los ruegos de Aurelio, los sentía en aquel precipicio donde ella y su paciencia lo habían conducido, sentía como caricias, sus lastimeras suplicas, su afeminado gemiqueo, ante aquel abismo infinito, ante aquel cadalso, al que con zafias mañas y calumnias el había llevado a tantos otros, había llevado a los justos que le hacían sombra, a los rivales infranqueables, a todos aquellos seres superiores,que a no ser que el rastrero Aurelio, usara con ellos la difamación y la trampa, nunca hubiera estigmatizado y vencido.