He sentido su último aliento, he sentido como con el último estertor, se escapaba su espiritu.
Se evaporó su furia, su temperamento dominante, en la fría madrugada de un dos de enero.
Se marcho Sarita, la dominante Sara, se libero de la terrenalidad de su cansado cuerpo.
Dieciséis años a mi lado, dándonos compañía, durmiendo a mi lado, sintiendo últimamente su cansada respiración de invierno.
Sara ha volado, para habitar el cielo al que yo quiero ir, el cielo de mis canes, de mis adorados canidos, el cielo de su divino calor, el cielo donde están ya Diana, Claris, Pepe, Tomasa, Dorotea, Cuki, Buddy, Baltasar, Bruto, Alarico.
Son muchos los ángeles que habitan el cielo que me espera, el cielo en el que espero descansar, entre salvíficos ladridos, entre sanadores lametones.
Sarita duerme eternamente ya a los pies de la alta pared del huerto, a los pies de la hiedra, a brazada por la parda tierra.
Mi niña descansa ya, despues de haberme hecho feliz con su temperamento cascarrabias, con su dulce fiereza, con su rubia belleza.
Descansa mi dulce Sara, que habitarás siempre en mi alma.