que todo lo calcina
he arrojado
tus besos de hiel.
Un traspié es tu caricia,
un toxico recodo
en el que me rindes
con zalamerías
y promesas de farsa.
Me rindes
y me abandonas
en las aguas muertas
del estrangulador meandro
que es tu yacer.
No hay amor
en el cascabel
de tu risa,
sólo fuegos de artificio
que me postran
y avasallan.
Cada mañana
calcino tus recuerdos
en el fuego que caldea
la soledad de mi casa.
Y al anochecer me visitas
y derrumbas y rindes
la ciudadela de las cautelas
que proyecte
en la soledad
del alba.