que poco placeres me brindáis.
Torre albarrana unida a la muralla
que esconde y protege el intimo fornicio,
que tragedias me traéis.
Foso de harpías que esperan carnaza,
que esperan los traspiés de mis amantes,
que poca cordura me aportáis.
Descampado que arrasa la envidia
y que me permite otear
desde la espadaña de mi gloria,
las cuitas de la zorra,
que de desdichas me ofrendáis.
En los barrocos salones
del torreón de mis homenajes,
grito a los corderos
que su salvación
está en el precipicio,
que de inocentes creen
que el placer está
en abrazar el patíbulo.