domingo, 20 de abril de 2014

En dar la mano está la salvación

Hace romo el amor al canto silíceo más cortante.
Uno es culpable, no de abrir la puerta, si no de tolerar la estancia.
Lo que te hiere el corazón arrancalo y tíralo lejos.
Bañado en dulce entre en nuestras vidas el fraude.
Pero la matriz hiriente de plúmbeo veneno pronto aflora. 
Hace romo el amor a la espada sanguinaria.
Porque no mata la espada, mata la mano, mata el corazón.
Es vil el corazón enfermo, el corazón que parásita la desdicha.
Ábrele los ojos al ciego para que vea que con la sangre que bombea su motor.
No crece su felicidad sino una repulsiva sanguijuela.
No todo está en nuestra mano, está en las manos que el hermano nos tiende.
Por eso fíjate en las manos, que en dar la mano está la salvación.

sábado, 19 de abril de 2014

Las joyas de mi decepción

Sortijas de menosprecio.
Tormentos de brillos.
Trenes de placer pagados con gemas.
Son mis lagrimas los diamantes que luzco para que me envidien.
Solo ven, solo saben de mi última capa de brillante nácar.
Oriente de celos, odiada por los que no saben que mi amado enquista sus traiciones con las joyas de mi decepción.
Nadie sabe lo que no ve.
Nadie ve la lagrima humilde y humana con la que mi corazón ansia la paz del desnudo de brillos, pero vestido de besos.
Es un acto hipnótico el empalago de todos mis aderezos, trofeos de mis fraudes.
Pulseras de brillantes, de cabujones de aguamarina, berilos talla esmeralda, todo mi fulgor es el precio a mis bastardías. 

Uno muere a mitad del libro

Porque los padres pisotean los sueños de los hijos.
O sueñan obsesivamente con vivir en sus vidas.
Como si fuera una segunda oportunidad para desembarazarse del paladar de fracaso.
Cómica proyección que acaba en naufragio.
Estrangulan los progenitores al ángel que crearon.
Lo asfixian en el laberinto de las manos manipuladoras.
Del desprecio a la originalidad de sus gestos.
Al talento que surgió en ellos con la dirección propia de ser irrepetible.
Solo se vive una vez y en la vida del hijo uno muere a mitad del libro.

Oceano de gloria

Es marea alta en el oleaje de la luz.
Noche de luna y sol.
Emanan de las cinco llagas llamas a borbotones.
Ciega el infinito de las nuevas puertas.
Abiertas hoy tras el desierto.
Fue una tortura la victoria.
El camino que llega al rey de los astros.
Hilos dorados de concordia que nos atan a las estrellas.
Estrellas de los pretéritos, de los precursores que no menguan.
Ciriales que en el irradiar por amor no se consumen.
Lumbreras costeras que nos impiden encallar.
Océano de acogedora gloria.
Seno en el que todos caben.


Las espinas de la gloria

La sombra de la gloria.
Las espinas hasta alcanzarla.
Corona de espinas.
Vallas coronadas de espinos.
Son los caminos del nuevo mundo caminos de escarnios.
El mesías era pescador.
Y del mar nos vienen hermanos para saciar su pobreza en nuestra demasía.
Mártires de las pateras.
Santos de ébano.
Vallamos el primer mundo.
Vallamos nuestro pan.
Para que el hambriento muera en nuestras puertas.
En el camino a nuestra egoísta gloria.

La luz del cirio

Procesiones de falsos.
Filas de bultos.
Corrobla de chismes.
De despellejadores de corderos.
Turba que solo ve el entorno que ilumina la luz de su cirio.
No es para vosotros un acto de fe.
Es un desfile, una fanfarria de majorettes.
Turbas de picones con infulas de brillantes.
Hoy lo procesionais.
Mañana lo escarnecéis.

viernes, 18 de abril de 2014

Como culpar a un todo

Es la turba un regato infecto.
Una marea de tábanos.
Aplauden veletas el viento más recio.
Arderá la mecha del cañón que contra ella misma apunta.
Inconsciente mar que en su misma crispación se ahoga.
Capaz de lamer con el amor de una jaculatoria.
Capaz de morder con la ferocidad de la orden de ataque.
Como culpar a un todo, si en el todo estamos todos.
Crímenes de turba que siempre quedan sin castigo.

Oasis de ensimismamiento

Abominable es el poder del dinero.
Abominable su servidumbre.
Abominables son las fortalezas que construye.
Oasis en el desierto de la necesidad.
Solo para algunos, solo para unos pocos.
Solo para los que la falta de escrúpulos y el ensimismamiento les permite estar allí.

La cara del ángel que me guarda

Tienen mis sabanas heridas.
Tienen las mismas heridas que tengo yo.
Heridas de sudario.
Heridas de mortaja.
Heridas de sueños.
Heridas de silencio,
Heridas en silencio.
Tiene la muerte cara de ángel.
La cara del ángel que conoce mis heridas.
La cara del ángel que me guarda.

Eco de fragua

No me llegan las cartas al cerro de las nubes.
No llegan por las turbulencias del llano.
Donde todos se apiñan y arremolinan en el vinculo de la necesidad.
Quien poco necesita se adentra en las cumbres.
En la vida ermitaña, en el poco confort.
No es la abundancia sinónimo de riqueza.
No es la riqueza la satisfacción.
No me llegan cartas que no necesito.
Solo llega el eco de fragua.
Solo llega el repiqueteo del hierro.
Solo llega el hambre y la insatisfacción.
Vivir de nubes.
Vivir en los cerros.
Vivir solo. 
Porque no hay iguales.

Gabriel García Marquez

Y en Macondo llueve a mares en los funerales del hacedor.
Se fue el líder, el vientre paridor de excentricidades, de lutos encadenados, que se encadenan ahora a los lutos que se guardaran por él.
Se evaporo en su selva, en los tejados de zinc que arden al sol.
Se evaporo su esencia derrochada hasta el último instante en los otoños de los patriarcas, en la memoria de las putas tristes, en las ausentes cartas del coronel, en el remolino de la hojarasca.
Llueve a mares y precipita la lluvia oliendo a ti, con un dolor amargo de cólera, con la intranquilidad que genera perder, con el desasosiego de la maldición de los Buendía.
Complejos personajes en complejos ambiente,exquisito ambiente para tan complejo personaje.
No es la gloria un salvoconducto a lo eterno, es solo un visado para tus barrocos hijos, para que viajen cabalgando en tus renglones, saltando y atormentando la mente de tus infinitos congéneres lectores.
Todo va a parar a la mar, a la mar inmensa, también a la mar va a parar la lluvia de Macondo. 
Allí podrás entretener hipocampos y bellas anémonas con tus enrevesadas historias de amor, amor divino, amor humano, pasión de seres que no abarcan el mundo y en el no abarcar se dedican a construir puentes entre realidad y ficción, entre la dicha y la decepción.
Se fue olvidando que se iba el que la lluvia en Macondo invento.
La vida es para contarla porque esta anunciada nuestra muerte y al que cuenta no se le puede olvidar.

jueves, 17 de abril de 2014

La bulla retumba volátil

Ya no respira.
Ya ha expirado.
Ya se ha rendido.
Ya se diluye el color.
Con el agrio sabor.
Con el cielo roto.
Extraño rey.
Extraños presentes.
Cortejo de dolores.
De escarnios.
De los ramos a la mofa.
A la burla.
Al sacrificio.
A la bulla que retumba volátil.
Humanidad inhumana.
Que martiriza corderos.
Y redime reos.
La luz en la cruz fenece.
La sombra cuece en las calles.
El ayer es hoy.
El hoy es ayer.
Bucle eterno de miserias humanas. 

Anacaramiento

Que fácilmente recurre al insulto el falto.
El que carece del refinado anacaramiento que dan los orientes.
Laboriosos cultivos para enquistar la tosquedad.
Que amarga lengua tiene el indómito.
Que fuego esputa el anti. 
Que construye en la confrontación su rastrero reino.
Nada razona el que con incendios evita el debate.
El que en la gresca encuentra amparo.

Jardín de umbría

Corretea la sombra en el jardín de helechos.
Corretea malévola mecida por el viento.
Acaricia modestas orquídeas.  
Besa la esponjosa tierra de los nidos de topo.
Corretea en el jardín de umbría el aire fresco.
Es de terciopelo la piedra de la fuente.
Es mullido el muro de mampuesto.
Quejumbroso canta el arrullo del agua.
En el jardín que guarda un poco de invierno.
No hostigan los fuertes rayos las briznas delicadas.
Es tierna hasta la zarza que del sol está resguardada. 

En la boca del lobo

Como ovejas que no saben llegar solas a los verdes prados.
Así se siente el manso ante las corrientes del mundo.
Ante la zozobra y los vientos altanos.
No saben caminar solas.
No saben caminar sin seguir unos pasos.
Es la juventud un periodo de ímpetu, pero con nula inexpugnabilidad. 
Es la madurez un periodo de sopesado riesgo.
Es la senectud la calma pero con las murallas vencidas.
Es tan alto el riesgo de vagar sin destino.
De andar caminos sin pastos.
De adentrarnos sin saber, en la boca del lobo.
Como ovejas sin pastor, que perdidas no saben regresar al aprisco.