lunes, 3 de abril de 2017
Amores que nos abrasan
A veces el destino nos abrasa el rostro
y nos marca para siempre,
y nos destroza la belleza,
y nos obliga a vivir la torturadora existencia de ser un monstruo,
un observado monstruo digno de compasión,
un monstruo que un día fue trofeo perfecto,
que fue pieza codiciada en la colección del que nos amo,
del que disfruto poseyendo nuestra bella faz,
Poseyendo nuestro bello cuerpo.
Amor que me odias tanto
y has destrozado con tus ácidas babas mi semblante,
no puedo perdonarte,
pero quiero olvidad que intestaste destruirme,
destruir mi vida, destruir la piel que encierra y contiene mi alma.
Más siempre es más
Soy mucho.
Soy exageradamente denso.
Soy desmedido más, que siempre es más.
Abrumo, saturo, colmato.
Zahiero con mi verbo caustico.
Silbo en el silencio de sabor amargo.
Soy tanto, que he desmochado mi torre para ser menos,
y aun siendo ciudadela rendida y cercenada, sigo siendo más.
Colateralidad
Es la colateralidad la que permanentemente nos hace variar el curso.
Es el daño al próximo el que ralentiza nuestra marcha.
Es el sentimiento de grey el que amputa las alas de nuestros talones y nos impide despegar.
Despegar del frió suelo de los intrigantes afectos.
Del níveo mármol de nuestros ancestros.
Castrante amor, que atas con la fina retícula de las calculadas caricias.
Somos cauce que encuentra resistencia a la escorrentía directa, al curso recto, al vial sin curvas.
Meandros de necesidad, que nos amainan y apacigua, que nos desbravan y doman.
Todo es orilla, todo es roce colateral.
Permeables al apego, al desdén, al amor, a la deuda, al dolor.
Besos que laceran y hacen roces, chinas de amor que impiden caminar erguido, con la soberbia del autosuficiente, con la ira del que no tiene ahormado el corazón.
Latir de deudas, latir de abrazos, circuito de rojo caudal de barroca capilaridad.
domingo, 2 de abril de 2017
Quilataje
Hay excesos que matan,
pero en las selvas excesivas se puede sobrevivir.
Cuando uno tiene en exceso se puede uno pulir,
perder quilataje en aras de obtener facetas,
de ganar brillo.
Que no te atormente la demasía,
porque solo ascendiendo a las crestas gélidas,
se aprecia la locura que es vivir.
Tobogán
Las batallas que no se dan se pierden.
La vida no es una tregua.
La vida es pelear primeros, para ganar segundos.
Arena carísima que se nos escapa muy rápido.
Peleamos los estados, peleamos contra la tristeza, contra los baches.
Contra las hondonadas de este tobogán de ánimos y fuerzas que es vivir.
Soy mi enemigo
Soy mi peor enemigo.
Soy el más despiadado de mis amigos.
Soy una violenta hiena que hurga y airea mi carroña.
Soy el cruel verdugo que me flagela en las noches de insomnio.
Soy el cuchillo que me hiere.
Soy el que impide que se cierre la herida que me desangra.
Atemorizados
Es necesario mostrar que uno se sabe defender.
Hay que mostrar las uñas y los dientes.
Es necesario marcar territorio.
Marcar y morder.
Ser desvalidos nos hace seres de tercera.
Personas de libertades menguadas.
Humanos atemorizados, a los que es divertido ultrajar.
Las batallas no las ganan los débiles, ármate.
sábado, 1 de abril de 2017
El cielo de cristal
El cielo es de cristal.
De transparente cristal.
Es la distancia la que nos impide ver a los ángeles.
La distancia que hay entre nuestro corazón y la fe.
Para ver siempre hay que estar próximo y creer.
Humor dañino
"Para medir, donde termina el humor
y empieza la ofensa,
nosotros nos tenemos que convertir
en blanco de las chanzas.
Y si nos duele la crudeza y el desatino,
es que nuestro humor es dañino."
Irsia Carolain Sprimbol
La realidad sabe a hiel
La realidad sabe a hiel.
Huele a herida que sangra.
La realidad es una violenta pedrada.
Es tragedia que a veces nos saca una sonrisa.
La realidad es oro que orina el tiempo.
Es brillo efímero.
Es proeza vacua.
Sueños de mármol
Es siempre pétreo el descanso eterno.
Sueños de infantes de piedra.
Memoria efímera,
que intenta a través del mármol,
vencer al tiempo.
Equidad no es igualdad
La disconformidad y la no aceptación, el grueso de las veces, es inoculada. Casi siempre es un estado generado en la confrontación, generado en el roce social, somos carga genética, pero sobre todo somos fricción, que nos pule educacionalmente, domándonos para no chirriar en esta sociedad de estándares, de tribus, en la grey del señor al que decidimos seguir.
No sabemos lo que somos, si alguien no nos lo dice, si alguien no nos cuenta que tenemos una tara, que estamos tildados por un talento impropio, que nuestro físico no concuerda con los cánones de belleza imperantes. Nacemos sin saberlo, pero los oportunistas nos lo repiten, nos lo espetan cruelmente a la cara, para generar en nosotros el trauma, el conflicto necesario para que ellos, los generadores de modelos, en la ramplonería puedan gobernar.
Ideología y disconformidad, inoculadas nada más nacer. Educar no es generar conflictos, pero los hay que gozan generando taras, para generar bandos, para crear contiendas en las que faenar muy bien. Divide y vencerás, y ellos marcan y crean guerras para poder vencer, para poder zonar la sociedad y reinar en un mundo de aleccionados tuertos, en un reino de seres únicos e irrepetibles que sienten la imperiosa e inoculada necesidad de someterse a los traumáticos estándares que posibilitan los estados de la igualdad, de la amputadora igualdad. Las sociedades justas, no son sociedades de iguales, son sociedades de equidad.
El autobús de Hazteoir
Vivimos tiempos absurdos, en los que decir una perogrullada es delito y ofender a las víctimas es libertad de expresión.
La izquierda totalitaria, se puede mofar de todo aquel que no les hace la ola y sin embargo no puede circular por nuestras calles un autobús rotulado con una obviedad, que es decir que los niños tienen pene y las niñas vagina. A quien ofende esta verdad, a unos niños que aún no han decidido que quieren ser o a una sociedad enferma que nada más nacer los registra como varones o mujeres mirando lo que hay entre sus piernas y luego ve como discriminación, decir que son niños o niñas, por eso que hay entre sus piernas.
La disconformidad con un rasgo físico, no es la norma, y esa disconformidad con mucha frecuencia se supera con el tiempo y si no es así, uno puede recurrir a la reasignación. Pero considerar delito hablar del sexo de los niños y considerar normal la incitación al odio, es una anomalía totalitaria de esta sociedad enferma y odiadora, que promueve nuestra antidemocrática izquierda.
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