de los pensamientos devastadores,
a merced del ruido
y la prudencia sin gloria,
a merced de las caracolas
que me susurran tragedias.
Temo la calma,
temo la velocidad,
temo y me desordeno
imaginando infortunios.
No todo lo alcanza el sosiego,
las apuestas prudentes,
el comedimiento.
Soy hojarasca
a los pies de un roble
que fenece.