domingo, 23 de febrero de 2014

Los bellos rostros

Arqueros de los prejuicios.
Cubiertos de tierra y polvo.
En el boscoso cerro de los traidores.
Hondas reflexiones de bellos rostros.
Es la sinrazón de los agravios.
El miedo a prometer vasallaje al mejor rey.
Y negar el galardón de la victoria al vencedor.

De un manotazo

Fue un manotazo el que aparto la luz mortecina.
Infeliz que quiere morir.
Pensamiento que cerrando los ojos solo quiere contemplar belleza.
Belleza de sombras que alimenta el pesar.
Fue un manotazo el que descorrió la cortina para que la infamia pueda pasar.
Luz sobre el sufrimiento.
Luz para dejar de sufrir.
Solo enloquece el que no ve la zafiedad de la belleza rubia.
Solo enloquece el que no quiere a la cara la cruz contraponer. 

Manos de príncipe

En la estancia de las toscas y enyesadas paredes.
Parco espacio para escudriñar últimas voluntades.
Manos que denotan altura de príncipe. 
Príncipe que se despide como un simple mortal.
Leeré las palabras que no grito su garganta.
El forcejeo de quien no ha nacido para resistir.
Bellos bucles de oro que desmadejo la postrimera hora.
Azul opal que disfraza desdichas.
Hay tormentas que asolan palacios.
Hay palacios que no protegen de las tormentas.
Intrigas que fuerzan a la propia mano, a hacer lo que la mano cobarde incita.
Sin huellas del crimen.
Solo la dulce huella de la elegida entrega.
Manos de príncipe, que al príncipe ahogan. 

Besos de praliné

Borrasca de pasión pueril.
Que como llega se va.
Dejando solo charcos someros.
Un pequeño desorden en el jardín.
Y un suave olor a húmedo tropiezo.
En el amargo sabor de los chicles de fresa.
En las labios que besan mientras chupan un polo de limón.
En la febril pesadilla de lo no consumado.
En la caricia a través del grueso abrigo de cheviot.
Esa fue mi derrota. 
Que lavo en los chascos.
Que oreo en el jardín.
Que intento borrar bajo la tormenta.
Besos de praliné.
Caricias entre apuntes.
Entrelazados  los dedos para sentir en ingenuos gestos lo que realmente era el amor.
Joyel de valor incalculable con el que alimente el hambre de brillos de los grajos. 

Hombres, perros y mariposas

Tengo un perro que cree  ser una mariposa.
Y salta con amor a mi regazo.
Cuando su corpulencia es un trompazo.
Niños grandes que no quieren perder el pecho.
Hombres-perros que siguen empeñados en dormir entre mis brazos.

sábado, 22 de febrero de 2014

Amores de sombras

Con el motor en marcha.
Con prisa será el adiós.
Contenida pena.
Contenida por poco tiempo.
Reprimida solo un instante.
Voluntariamente perder.
La conveniencia de esta despedida.
Son las puertas que deben permanecer cerradas.
Son las puertas que no deben abrirse.
Amores de sombras abocados a perder.

Ranas de agua bendita

Damas que alivian la miseria humana con impecables guantes blancos.
Moscardones del brillo, del relumbrón de la caridad.
Filas terrenas ganadas en el altruista egoísmo.
No mancha el pobre, pero quizás destiña.
Recompensa de epítetos y curia.
De tardes de pastas y te.
Y de fiestas y bailes de beneficencia.
Ser santo en la tierra y tener altar, exige falsa caridad.

Sanguijuelas fatigantes

Los que dejan su carga para que otros la carguen.
Los que con nada cargan.
Los que son una carga.
Rémoras exigentes.
Sanguijuelas fatigantes.
¿Lo que el parásito no carga donde va?
A las espaldas generosas del que con todo carga.
Gandules que abandonáis a su suerte amores, flores y bellos seres.
Vagos desalmados que abandonáis hijos, trabajo y canes.
El doble trabaja el que tu carga asume.
Y tú egoísta aun reclamas amor y dinero a un sistema de amparo. 
Que ciego ampara a cargas que como tú todo lo descargan.

Continua el terror

Nos toman por torpes y tontos.
Nos quieren contentar con un teatrillo de guiñol.
Con una flaca ofrenda que por su engañifa ofende.
Estrategia de guerra para recuperarse en la tregua.
No es acertado el titubeo en el calificaros.
Y yo aun sin sangre hoy os retrato.
Erais terror, sois terror y la cosecha que recogéis esta regada de sangre y terror.
En la paz y en la batalla libre no existirías y ese eso os asusta por eso las armas no entregáis. 

Perdigueros

Con los pies muy frío, encharcados, sintiendo el barro del suelo.
Entre las vacas, que ignoran que tanta comida hoy es por que mañana van a morir.
Como una cabra las persigo, saltando tapias resbaladizas de terciopelo verde de invierno.
Las empujo a la plaza donde esta su encierro y los manjares.
Engañadas en el instinto para en un instante cautivas ir al matadero.
Perderán de vista el valle de los centenarios robles que planto mi bisabuelo Benigno.
Y sentiré un día más la pena y el dolor de este roturador mundo, que para subsistir devora tanta belleza.

Mueren los robles

Estiajes en el cauce que riega mi alma.
Espíritu inquieto que no florece en la lluvia. 
Río de sol que las nubes ocultan.
Pedregal de musgo que los gorriones picotean.
Robles que mueren en la inundación.
En la entumecedora llovizna.
Nada sale el sol en este gris invierno.
Eterno llorar de ángeles por tanto obrar cainita.

viernes, 21 de febrero de 2014

Manchas imperdonables

Manchas imperdonables promovidas desde las filas preeminentes.
Promovidas sin certeza, acusaciones en la suposición, en la dinámica delictiva de mi casa.
No niego mi sangre, niego los hechos, niego el delito, la acusación sin pruebas.
No perdono el daño hecho al niño que aun habiendo mamado el camino torcido, ningún paso ha dado en el.
Reglas de sabios que no saben de conmiseración y amor de Dios.

Ciencia ficción

Dando por hecho lo que no ha ocurrido.
Se criminaliza en la ciencia ficción.
En la calenturienta imaginación del enemigo.
Acusaciones falsas, sin probanza y sin base.
Crispación de pescadores en río revuelto.
Amigos que corroídos por la revancha siembran dudas y calumnias esperando recoger rédito. 
Amores desdeñados que derrotados promueven campañas para manchar la rosa que ayer con obcecación deseaban.
Batallas de perdedor para amargar la merecida victoria del vencedor.

No se puede confiar el futuro al oleaje


Esperar a que salga el sol tras llorar un poco.
Es paciencia porque siempre sale.
Son olas los amores sin razonar.
Son pueriles y sin terreno para edificar.
Castillos de arena que otras olas desmoronarán.
Oleaje de arena, al que no se puede confiar el futuro.

La sala de estar

Lo poco enigmática que es la cotidianidad.
Pero que cimentadora y reconfortante.
Libre de tapujos, de hipocresías, clara, meridiana y llena del calor de la naturalidad.
Es insufrible el fingimiento constante.
Y en la sala de estar uno es uno mismo y eso no es enigmático, pero es muy reconfortante.
Uno rinde en el ser, no en el parecer.
Haz de tu vida un permanente estar en tu sala de estar.