Es buscar justicia una dolorosa y larga enfermedad.
En la que, en el primer diagnostico ya te dicen que vas a morir.
Que es una batalla perdida.
Pero aun así, con esa certeza, emprendes la lucha.
Sin cuartel, sin descanso, sin tregua.
Y consciente de las recaídas, de las noches en vela y del insufrible dolor.
El precio de tener fe y creer en los milagros.
Uno no es culpable de ser infectado por el virus de muerte.
Uno no es culpable de plantarle cara a la espiral de calumnias.
Uno no tiene la culpa de rodearse de zafios gandules que quieren en pleitos robarte la vida.
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