Cargueros que zozobran o ya no estiman para llegar a su puerto.
Nada duele al nuciente.
Nada quita el sueño a la alimaña.
Bañadas de ámbar en la esquina de las cortesanas se pavonean.
Sin duelo y sin pesar.
Para el que daña por habito no hay trauma en el gesto.
El marketin todo lo vende y la rata domina el marketin.
Entran por los ojos de la noche.
Entran en el empalagoso alago.
En la adulación sin fondo.
Entran y su entramado de malhechores construyen.
La rata no construye barcos, navega en el barco que otros construyen.
Señoritas de corte.
Señoritas cortas, que acortan distancia en el ardid.
Instaladas en la vanidad, caramelo empalagoso, palmada en el hombro del ingenuo constante.
No necesitan hierro para ganar batallas.
Solo montar por montones en el proyecto del sabio.
Para terminar hundiéndolo con la parásita sobre cargas.
Cegado está el mundo por las ratas con dientes de oro.
Cegado está el mundo por las ratas acicaladas.
Por las ratas de alcoba.
Por las ratas presentadoras de programas llenos de erratas.
El en reino de las ratas ya ningún hombre en navíos se embarca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario