A los que me están acosando, a los que han enfrentado en mi contra, a todos los que se sienten heridos con mis palabras, las palabras no hieren, nos herimos nosotros, abrazando sus espinosas formas, sus duros contenidos, en definitiva el lado oscuro en el que nos vemos.
No escribo dogmas de fe, ni siquiera escribo verdad, porque la verdad es perspectiva amplia, y creo que esa no la tiene nadie.
A más de un dagnificado por mi verbo, les digo que yo con mis palabras construyo muros y que nunca lanzo palabras sin ton, ni son.
Deberían los dolidos buscar la mano que malintencionada retiro de mi muro las palabras, para en unos momentos tan críticos, a su amigo o hermano zaherir. Porque esa mano la tenéis cerca, quizás sea muy próxima, pero como ya os he dicho a mi esto no me daña, solo me enseña a reconocer calañas, pero a vosotros esa mano os ha hurgado con las piedras de mi muro en vuestro grande, enorme, irreparable dolor.
Son tantos los que libres de pecado se dedican a apedrear, que creo que, con este juego de querer ser jueces y Dioses, terminaran ellos solos colgados en su propia picota, la que han construido en la plaza para escarniar.
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