Espinas quebradas, mezquinos seres.
Amparados en la pena.
Parapetados en el dolor ajeno.
Soldaditos del mal y de toda su corte de torpezas.
Que infecto es el mordisco humano.
Que infectas son sus babas.
Retuercen brazos, renglones y vidas.
Sino de ramas tuertas.
Los días son largos, pero para el porrero muy cortos.
Aplasta la envidia el aplanado cerebro.
Del torpe que ansia el merito del diestro.
No saltan al vacío las babosas.
Esas saben trepar reptando a las cucañas del espanto.
Para otear y envidiar desde lo más alto.
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