Entre olor a pólvora todo ha terminado.
Los estertores de la vida real no son como en las películas.
Nadie muere tan rápido y con muecas tan plásticas.
Es horroroso ver morir a un hombre.
Verlo desangrarse y morir.
En la asfixiante atmósfera de sangre y orín.
No tiene nada de bello e ideal ver como lenta se escapa la vida.
Como lento se va el pulso e invade el cuerpo ya muerto la triste lividez.
No es nada bella la guerra, la inevitable guerra que frena el desorden.
Por eso es tan importante el orden, para evitar a toda costa ver morir.
El desorden siembra odios, riega el rencor, esparce envidias y empuja a los cuerpos jóvenes a matar y a morir.
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