lunes, 23 de julio de 2018
Ireneo Maldon
Ireneo Maldon era el médico de los Faustos, él fue quien dio la voz de alarma sobre el repentino estado, sobre el riesgo de que aquel mal fuera contagioso, él fue quien con el asesoramiento del Hospital del Arcángel San Rafael, decidió y convenció a Fausto para que se internara en el islote de los apestados. Don Ireneo vio que el malestar del morador de Villa Colorá, entrañaba peligro, aunque ni en el peor de los supuestos que se le pasaron por su cabeza esa tarde, en ninguno imaginó tan fatal desenlace.
El Doctor Maldon, que había tratado a Fausto desde niño, se alarmó con la fiebre tan alta de Fausto, con sus vómitos, con las ulceraciones de su boca. Benita estaba embarazada, esperando un hijo, por esa razón se marcó un protocolo muy estricto, para evitar contagios. Y porque a pesar del ánimo del Señor Azaba, el extraño y pestilente olor de sus vómitos, obligaba a ser drástico y alarmista con las medidas a adoptar.
Fausto no dejó de tener fiebre en ningún momento, a pesar de los antipiréticos, sólo los paños empapados en agua fría y los baños estabilizaban su temperatura. Los síntomas hacian pensar en una infección, pero también en un envenenamiento, todo era extraño, por esas razones y por cautela se le internó en el islote de las infecciones, islote en el que se le podía controlar y le podían atender los médicos que trataban los casos extremos que terminaban enclaustrados allí, en aquel sanatorio de enfermedades infecciosas.
Fausto, hizo su último viaje vivo, en la barcaza del hospital, hizo su último viaje aturdido por la fiebre y con la hidratación en vena. A su lado fue Fermina, porque a Benita le prohibió Don Ireneo ir con él.
Sólo tres días estuvo allí, tres días en los que Fausto animaba a quien se le acercaba, pues pensaba que él iba a salir ileso y en breve de allí.
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