domingo, 26 de agosto de 2018
Leonardita
Leonarda la Curruca, vendía por las casas miel, desde bien chiquita, su madre, La Curruca, la mandaba con una esportilla llena de tarros de cristal, que ella llevaba sobre su cabeza, asentada en una rodilla.
Leonarda era muy espabilada, por eso vendía muy bien, su sonrisa de enormes dientes blancos y sus ojos vivos y negros conquistaban a todas las señoras del centro de la urbe, a las señoras y a las cocineras, que eran a la postre, las que decidían a quién comprar.
Leonardita, como la llamaban en la nuez de la ciudad, en las calles de los principales, donde centraba sus campañas, donde iba todas las mañanas con su esportilla de tarros encargados, entraba y salía de las casonas por las puertas de servicio, trayendo y llevando los cuentos que le ayudaban a vender su miel, la miel de los jarales de La Suente y de Los Berrocales.
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